Opinión

Chile Vamos: una derrota para un nuevo comienzo

KARIN POZO/ATON KARIN POZO/ATONCHILE

Durante esta semana hemos sido testigos de varios actores políticos que han proclamado el fin de Chile Vamos. Frente a estos drásticos análisis, propongo una lectura diferente: la derrota del 16 de noviembre no es una sentencia de muerte, sino una oportunidad para redefinir el proyecto de centro-derecha en Chile.

Es indudable que los números de la última elección son dolorosos, pero, Chile Vamos conserva una fuerza determinante en el Congreso, y una potente red de alcaldes y concejales. Es este estamento donde está su principal fortaleza y debe convertirse en el pivote necesario de un proyecto político conectado con la ciudadanía. Primero, es fundamental una profunda autocrítica por parte de sus dirigentes. No para cobrar cuentas y condenar los errores que se cometieron como seguramente a varios les gustaría, sino que para aprender de ellos. Chile Vamos debe reconocer su desconexión territorial, comunicación fallida, y disputas internas que afectaron el desarrollo de la campaña presidencial. Sin este ejercicio, cualquier reinvención será vacía.

Segundo, deben comprender que José Antonio Kast, que nació de esa coalición, y que la abandonó para seguir un camino propio, es el más posible futuro presidente de Chile. Al mismo tiempo, deben sumarse con convicción a esa campaña para derrotar a la candidata del continuismo. Un respaldo tibio sería un error. Deben hacerlo en cuerpo y alma: liderazgos en terreno, épica común, y lograr un triunfo abrumador que recuerde el que se dio cuando se derrotó el primer proyecto constitucional. Resulta fundamental para el proyecto de centroderecha enterrar el clivaje del plebiscito de 1988 y reemplazarlo por este nuevo.

Un gobierno de Kast sin Chile Vamos será vulnerable. Con ellos integrados será sólido, con respaldo parlamentario y experiencia gubernamental. Deben saber aportar su identidad a una gestión que enmiende el camino del país, en especial en materia de seguridad y crecimiento económico. El electorado envió un mensaje claro: quiere cambio pero también gestión. Firmeza en seguridad pero también solvencia económica. Chile Vamos representa ese equilibrio que el proyecto republicano necesita. Desde ahí debe construir su proyecto futuro orientado a consolidar el clivaje del plebiscito del 4 de Septiembre del 2022. Por eso parece razonable, una integración estratégica y convencida que permita influir en políticas públicas, renovar liderazgos, y posicionarse para el futuro.

La experiencia comparada es un ejemplo. Cuando la Unión Demócrata Cristiana alemana perdió la elección en 1998, no se fragmentó sino que se reagrupó desde los gobiernos regionales, mantuvo poder y demostró capacidad de gestión. Siete años después retomó el gobierno federal bajo Merkel. La clave fue cohesión y efectividad en el nivel más cercano a los ciudadanos.

Chile Vamos depende de ellos mismos: pueden quedarse discutiendo culpas o proyectarse como componente esencial de un gobierno de cambio. ¿Tiene esta coalición un problema de principios? Da la impresión que no. Los valores y las preocupaciones que siempre han defendido se encuentran más vigentes que nunca. Hoy los ciudadanos han buscado un nuevo interprete para canciones que estuvieron de moda hace pocos años, pero deben recordar, que en la mayoría de los casos, con el tiempo siempre se impone la versión original.

Por Rodrigo Arellano, vicedecano Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo

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