Columna de Carlos Ominami: El nuevo comienzo

¿Por qué Gabriel Boric metió la mano en la negociación electoral oficialista?
Gabriel Boric, presidente de la República.


Más allá de la resolución sobre estrategia electoral que deben en las próximas horas adoptar los partidos de centro y de izquierda, hay una cuestión más de fondo que no puede ser soslayada. De ella dependerá finalmente el éxito o fracaso del gobierno.

El 11 de marzo, con la entrada del Presidente Boric a La Moneda, parecía iniciarse una nueva época. Como rara vez ocurre, la historia abría una segunda oportunidad. Hace 50 años, la vía chilena al socialismo había fracasado. En condiciones por cierto muy distintas, era posible pensar en una nueva vía chilena, capaz esta vez de responder a las exigencias de la sociedad a través de la profundización de la democracia.

Cuando el populismo autoritario continúa avanzando en el mundo, cuando las democracias se muestran frágiles y faltas de energía la nueva vía representaba una gran esperanza.

Estos once meses han sido muy duros; el desánimo y la frustración asoman. Las complejidades propias de la gestión de gobierno y los resultados del plebiscito del 4S mostraron la imposibilidad de tomar el cielo por asalto. El infantilismo predominante en la Convención condujo a una derrota indiscutible.

El Presidente Boric acusó el golpe, pero no se doblegó. Rápidamente produjo un cambio de gabinete buscando crear las condiciones para un nuevo comienzo asentado en una verdadera alianza de gobierno. Las nuevas figuras encabezadas por la ministra Tohá trajeron nuevas energías y una mirada más cercana a las preocupaciones ciudadanas. Pero, es preciso reconocerlo, el nuevo comienzo ha sufrido traspiés importantes. Constituye todavía una promesa incumplida.

Algunos se han apresurado a decretar el fin del gobierno y el fracaso de la generación joven que asumió su conducción. Quieren volver a lo de antes. Olvidan que existe en la sociedad una demanda de cambio, imprecisa y ambigua pero no por ello menos real y urgente.

La posibilidad de hacer de Chile un Estado social y democrático de derechos no está clausurada. Si su consagración a nivel constitucional es seguida de iniciativas concretas que muestren que vamos transitando desde una sociedad de consumidores a una de ciudadanos y ciudadanas titulares de derechos, este gobierno habrá cumplido una tarea de envergadura histórica. Se habrá abierto una nueva vía. Para ello se requiere un esfuerzo enorme en todos los planos: seguridad, salud, igualdad de género, vivienda, educación, previsión, obras públicas, ciudad, trabajo, política económica y política internacional.

De ahora en adelante, la gestión gubernamental debe ser impecable. Se acabó el tiempo de las improvisaciones y las desprolijidades. Después de haber ganado con grandes promesas no se puede gobernar con puras excusas. El gabinete debe proteger al Presidente y no a la inversa.

Empieza febrero y para la mayoría es tiempo de merecido descanso. En el caso del gobierno, dadas las urgencias y los desafíos planteados, humildemente aconsejaría que por esta vez acorten las vacaciones al mínimo indispensable. El tiempo apremia, marzo espera.

Por Carlos Ominami, economista

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