Columna de Carolina Carrasco: Acciones y no solo reacciones
El día antes de la celebración de Navidad, numerosas familias de Viña del Mar perdieron su hogar en un incendio que consumió más de 111 hectáreas. Las imágenes eran aterradoras. El fuego se mostraba arrasando un territorio reconocido por su “informalidad” y localizada en áreas de riesgo de incendio debido a sus características topográficas, de difícil acceso, de precarias construcciones e instalaciones, entre otros factores.
Así como muchos otros campamentos, este caso representa un contexto que requiere acción inmediata. Usualmente emplazados en aquellos terrenos indicados como “no edificables” o como “zonas de riesgo”, entre otras advertencias normativas, la fiscalización sobre el correcto emplazamiento de la vivienda y la reducción del déficit habitacional para el país es el tema que debe abordar la agenda país con urgencia. Sin embargo, este es un camino estructural y extenso, que requiere de acciones tácticas de corto plazo para reducir el riesgo en el proceso.
Para fortalecer la resiliencia en contextos de vivienda precaria, el Plan Preventivo Campamento Preparado de Minvu, que desarrolló recientemente junto a la ONG Espacio Lúdico, es un plan de reducción de vulnerabilidad para 20 campamentos de la ciudad de Antofagasta. Este proceso enfatiza la relevancia de la socialización y capacitación acerca de la identificación de potenciales riesgos, su prevención, así como la respuesta a la amenaza y emergencia. El resultado revela que la percepción del riesgo es muchas veces menor a la amenaza real, normalizando acciones y formas de habitar en este tipo de situaciones de alta vulnerabilidad para sus habitantes. El caso de los campamentos en Viña del Mar es ejemplo de ello, donde el incendio era inminente pero las soluciones no llegaron a tiempo.
En este proceso de planificación y acciones concretas que den solución a la carencia de vivienda en Chile, el ser conscientes de los aspectos de riesgo en un territorio habitado es un esfuerzo que debemos realizar. Si bien no pretende dar solución definitiva al problema que enfrentan estas comunidades, igualmente permite reducir su vulnerabilidad mientras esperan una respuesta permanente. Un proceso de reflexión personal y colectivo para lograr un sentido de pertenencia segura basado en la realidad permite desarrollar estrategias y operaciones que apunten a mitigar los riesgos y establecer un protocolo de acción ante la emergencia. En el caso de Antofagasta, ejemplos de esta acción concreta y de corta implementación se tradujeron en la construcción y habilitación de puntos de reunión en caso de emergencia; mejoras de vías de evacuación y acceso al interior del campamento; capacitación a la comunidad en el uso de artefactos de emergencia y en primeros auxilios; cursos de buenas prácticas en la construcción y el desarrollo de simulacros de emergencia entre otras acciones.
En estos contextos de urgencia y de inminente riesgo el traspasar la barrera del diagnóstico para adquirir conocimientos, desarrollo de prototipos y de acciones iniciales que pueden dar respuesta a la reducción de riesgo es urgente. Se debe entonces reconocer la relevancia de la capacidad de reacción del colectivo y de cada uno de sus habitantes para enfrentar estos desastrosos eventos, mientras se implementan los planes de largo plazo esperados y urgentes.
Por Carolina Carrasco, académica y Coordinadora de Vinculación con el Medio, Escuela de Arquitectura, Universidad Finis Terrae. Directora de Investigación y Fundadora ONG Espacio Lúdico
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