Columna de Gonzalo Cordero: Éxito o fracaso



En la vida es muy difícil caracterizar el éxito o el fracaso; en la política sobran los ejemplos que muestran lo azaroso que es el destino. Por ejemplo, a sus 65 años, Churchill parecía estar en el epílogo de una vida política más bien mediocre: había alcanzado posiciones relevantes, pero había tenido también grandes fracasos. Entonces, cuando Inglaterra y Europa parecían sucumbir ante la bota del nazismo, se levantó en el que probablemente es el mayor líder que ha producido Gran Bretaña. Kafka, por su parte, es el mejor ejemplo de que la rueda de la fortuna no se detiene ni aun con la muerte. Sus obras, conocidas póstumamente, lo convirtieron en uno de los mayores genios de la literatura mundial.

En estas aguas impredecibles el gobierno está intentando navegar, en un comprensible esfuerzo por transmitir que su gestión ha sido exitosa, con grandes logros como la estabilización del país, el control de la inflación, la reactivación de la economía y la disminución de la tasa de homicidios. ¿Será este realmente un gobierno exitoso? Hasta ahora no, por más esfuerzos y artilugios que haga.

Un gobierno se puede evaluar de tres maneras: la más importante, por la marcha del país; luego, por su capacidad de sacar adelante su programa; y, finalmente, por la consolidación social de las ideas y valores que inspiran su proyecto político. En ninguna de ellas ha triunfado; más aún, ni siquiera ha avanzado discretamente.

Vamos por parte. Chile ha retrocedido dramáticamente, desde que sus ideas y sus líderes comenzaron a prevalecer. La inseguridad, el estancamiento económico, la precarización del empleo con cifras crecientes de informalidad. Ellos, muchos de sus dirigentes, dejaron de desestabilizar el país al llegar al gobierno, pero eso no es un mérito, todo lo contrario. La inflación se produjo, en buena medida, por los retiros de ahorros previsionales que ellos impulsaron y por la brutal presión que ejercieron desde la oposición para que se incrementara el gasto público. La economía crecerá este año un magro dos y medio por ciento, sobre una base de prácticamente cero. La tasa de homicidios sigue los ciclos de las luchas armadas por el territorio de las bandas del crimen organizado. En fin, para qué seguir, si es obvio.

De su programa, afortunadamente, queda algo parecido a los despojos que dejaban los naufragios de los barcos en la antigüedad: unas pocas tablas flotando en el mar. Eso queda de la nueva Constitución, de los “héroes” del octubrismo, del perro “matapacos”, de convertir a Chile “en la tumba del neoliberalismo”, etc.

Y de sus ideas, de los líderes salidos del movimiento estudiantil, para qué decir. El ideólogo, en alguna parte del mundo, parece que estudiando; algo así como el ochenta por ciento de las personas quiere que sus cotizaciones vayan a su cuenta individual; Carabineros volvió a ser una de las instituciones mejor evaluadas; el líder que les va quedando, pide que los militares salgan a la calle.

Es demasiado grande el fracaso para disimularlo con un discurso.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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