Opinión

Columna de Jaime Mañalich: A veces, menos es mejor

“Primum non nocere” (lo primero es no hacer daño) se reconoce como la base del juramento hipocrático que regula le ética del quehacer en salud. Contiene un aserto: la práctica del cuidado clínico puede también generar yatrogenia, es decir, una acción indicada de buena fe para producir un beneficio puede producir un grave perjuicio; por ejemplo, una reacción alérgica grave.

Recientemente se ha comunicado, como otro ejemplo, el aumento de riesgo de cáncer en menores que reciben repetidamente dosis altas de radiación por el uso tan frecuente de exámenes de radiología tipo scanner. Ello obliga a quienes cuidan de estos niños a llevar una suerte de cuenta de cuántos de estos exámenes se han realizado y preguntar cada vez si es realmente necesario hacer uno de nuevo.

En el área de la comunicación de salud, y considerando la posibilidad de desinformación masiva, el riesgo de yatrogenia es creciente. Piénsese solo en la grave epidemia de muertes por opiáceos que afecta a algunos países, que fueron indicados por profesionales para tratar el dolor, y su uso, masificado por una campaña de medios, que ha sido calificada de criminal. O en las voces que se decía que la vacuna contra un virus contenía un chip para el control de las personas.

La población que mayor riesgo tiene de experimentar eventos adversos son los adultos mayores con polimedicación. La experiencia de deterioro intelectual, trastornos del ánimo, insomnio, dificultad en la marcha asociada a la interacción de múltiples fármacos es creciente. Ello se explica en parte por la falta de una mirada holística y no solo concentrada en la sumatoria de especialistas que atienden a una determinada persona, y que no tienen la información suficiente para evaluar estos riesgos.

Resulta natural, entonces, que progresivamente se instale el concepto de “deprescripción”; es decir, un proceso sistemático de evaluación sobre qué medicamentos o exámenes requiere realmente una persona, considerando siempre que el beneficio supere al potencial perjuicio. La dotación de geriatras es baja en nuestro país, por lo que esta aproximación debe ser adoptada también a nivel de medicina primaria, por médicos generales o especialistas.

En un mundo donde se experimenta un alza significativa de costos en salud, el daño financiero que se produce a sistemas y personas hace que este tema sea más relevante. En los países en que se ha podido estimar, se calcula que el 20% del gasto no produce ningún beneficio en la salud de las personas. En Chile, el gasto regresivo de bolsillo, la mitad del cual se hace en el despacho de recetas, merece especial atención para la protección de los más vulnerables.

Con un dejo de ironía, sir William Osler, padre de la medicina moderna, decía: “El médico joven comienza la vida con 20 medicamentos para cada enfermedad, y el médico viejo termina la vida con un medicamento para 20 enfermedades”. Cada paciente debería tener un listado de los medicamentos que consume, que después de los 65 años suelen ser más de cinco diferentes; y el profesional preguntarse: ¿Será en realidad beneficioso que esté tomando este fármaco y en esta dosis?

Por Jaime Mañalich, médico

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