Columna de Juan Ignacio Brito: Una solución militar para un conflicto letal

Fuerzas armadas en el marco del despliegue de militares a la región de la Araucanía tras entrar en vigencia estado de excepción, comuna de Talcahuano, Región del Biobío.
FOTO: OSCAR GUERRA / AGENCIAUNO


Por Juan Ignacio Brito, periodista

El ataque homicida en Lumaco provocó las reacciones esperables: la ministra del Interior asegura que trabaja para dar con los responsables; el delegado presidencial anunció la presentación de una querella y la oposición pidió el despliegue de los militares en la zona. Cambian los actores y sus posiciones, pero la sensación de dèjá vu es la misma. Mientras las autoridades comentan y opinan, la violencia militarizada escala en una zona cuyos habitantes subsisten a la buena de Dios.

El Presidente Boric sostuvo que “no vamos a tolerar que la violencia se imponga como método de resolución de conflictos”. Pero ocurre que eso que el Mandatario dice que no está dispuesto a aceptar es justo lo que viene sucediendo hace años en la Macrozona Sur. El surrealismo de la declaración permite vislumbrar una alternativa cruel: la máxima autoridad cree en el poder mágico de las palabras o, simplemente, carece de una estrategia para encarar la crisis. Probablemente sea lo último.

Tampoco la oposición supo qué hacer en el sur cuando fue gobierno. Su insistencia en el reclamo por un estado de emergencia como única respuesta sugiere la ausencia de una visión estratégica. Las antiguas autoridades fracasaron, por ejemplo, con la operación de la PDI en Temucuicui y con la acción estéril de Carabineros.

Si este fuera un país sensato, el poder civil recurriría a los únicos que han vencido en terreno a los rebeldes: las FF.AA. Cuando, en noviembre pasado, un grupo mapuche armado atacó a una patrulla de la Armada en Cañete, sufrió una derrota estrepitosa. ¿Nadie tomó nota?

Las Fuerzas Armadas podrían diseñar un plan para enfrentar esa mezcla de delincuencia mafiosa, ocupaciones de terrenos, tráfico de animales, marihuana y madera, extraterritorialidad y demandas soberanistas que asola al sur. En lugar de repetir que lo que se requiere es diálogo, las autoridades deberían entender que no habrá negociación posible sin la derrota militar de grupos armados dispuestos a matar. La seguridad es condición para el diálogo; es hora de que las nuevas autoridades lo comprendan.

Una vía de solución militar es el uso de la estrategia de contrainsurgencia que dio resultados al ejército norteamericano en Irak y, en menor medida, en Vietnam y Afganistán. Consiste en sacar a las fuerzas militares de los cuarteles y vincularlas con la población de manera amistosa, con el propósito de brindar protección a los civiles, aislar a los violentos para que no sigan amedrentando a la gente, identificarlos y derrotarlos militarmente. El uso consistente de la llamada COIN requiere militares preparados bajo la supervisión de una autoridad civil con voluntad política, determinada a pasar de la condena vacía a la acción efectiva contra la violencia.

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