Columna de Miriam Henríquez: Una Constitución desconstitucionalizada

FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


Si lo aprobado como enmiendas por las comisiones es un anticipo de lo que aprobará el Pleno del Consejo Constitucional, el texto constitucional que se plebiscite en diciembre será una Constitución maximalista, moralista, contingente, populista y altamente judicializable. Todo en detrimento de una Constitución duradera, estable, normativa y suprema.

El texto hasta ahora resultante no se contenta con establecer las reglas básicas para la convivencia de una sociedad plural, sino que desarrolla un catálogo abultado y pormenorizado de principios, derechos y deberes del Estado. En sí mismo ello no es un demérito, pero sí es contradictorio que quienes antes pregonaron la necesidad de una Constitución minimalista hoy propongan una maximalista.

Por otro lado, el texto pretende zanjar controversias fundamentales en el marco de una sociedad dividida e incluso desmantelar acuerdos ya logrados en asuntos complejos. Por ejemplo, sobre el aborto; el rol de la familia, la sociedad y el Estado; el establecimiento de Chile como una nación única e indivisible; y el cambio climático. Sobre lo primero, destaca el rol preponderante de la familia en la educación y en los cuidados versus el rol de la sociedad y del Estado, incluso hasta llegar a decir que la libertad de enseñanza existe para garantizar a las familias el derecho preferente y el deber de educar a sus hijos. Sobre lo segundo, esto es desmantelar acuerdos ya logrados, huelga la discusión y finalmente el rechazo de la frase que encabezaba el artículo primero “todo ser humano es persona”. Para el oficialismo esta mención era sensible porque colocaba en riesgo la constitucionalidad de la ley de aborto en tres causales. Para la derecha esta referencia era necesaria porque reconoce personalidad al nonato y con ello un freno al aborto libre. Ambas definiciones implican decidir sobre una visión no compartida por toda la sociedad. Clausurar estos debates por anticipado en asuntos disputados moralmente resta al legislador de la posibilidad de resolver esas diferencias.

Asimismo, la Carta en elaboración busca solucionar problemas contingentes como la migración, la seguridad, la delincuencia y la violencia criminal organizada, que difícilmente encontrarán respuesta por la vía de reconocerlos en el capítulo de los derechos. Ello resta a la Constitución su carácter normativo y la convierte en un texto programático. Por su parte, los contenidos populistas, como la exención del pago de contribuciones e impuesto territorial a la vivienda principal, banaliza, a través de normas de cuestionable utilidad real, lo que se supone es la norma fundamental.

Una Constitución colmada de detalles en lo relativo a principios, derechos y deberes estatales, que zanja hacia el futuro o desmantela acuerdos sobre asuntos moralmente disputables, tiene mayor riesgo de quedar rápidamente obsoleta o requerir profundas reformas. Por otro lado, y contra lo pretendido por la mayoría de sus actuales redactores, genera mayor probabilidad de judicialización. Ello, augura menor estabilidad y certeza jurídica. Por último, las decisiones eminentemente contingentes y populistas le restan carácter normativo y vuelven en algo nominal el valor supremo de la Constitución.

Por Miriam Henríquez, decana Facultad de Derecho Universidad Alberto Hurtado

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