Columna de Paula Escobar: Las mujeres roncaron

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Que les pasó por encima un camión de un millón de votos, dicen voces desde la derecha para explicar su derrota.

Un camión con patente conocida: jóvenes, por cierto, y mujeres. Ya es un hecho que las mujeres hablaron -y roncaron- en esta elección. Le dieron su apoyo al presidente electo Gabriel Boric, y las menores de 30, en especial, fueron carta de triunfo para el diputado magallánico: 67% de ellas votó por él. En la derecha está desatada la noche de los cuchillos largos. Unos dicen que Johannes Kaiser y sus insultos y groserías le costaron la elección a Kast. Pero lo cierto es que ni con Evelyn Matthei y Paula Daza aplanando calles el candidato Kast logró revertir la idea de que su proyecto político era regresivo y retrógrado para las mujeres. Y es que lo era. Y lo es: antes de Kaiser estaba Kast. Su propio programa planteaba un fortalecimiento de los roles tradicionales de género. Esto es: la mujer como mayoritariamente responsable del mundo de lo privado; el hombre, de lo público. Así se explica su idea de que el Ministerio de la Mujer ya no era necesario, sino que debía incluirse en uno de “la” familia. Es decir, la mujer como sujeto de derechos en cuanto puntal de un tipo particular de familia (nuclear y tradicional). Por eso, entonces, su propuesta de beneficios para mujeres casadas. O sus convicciones en materia de derechos sexuales y reproductivos, como que debiera revertirse el aborto en tres causales.

Esta idea es lo que se llamaba en el siglo XIX el “ángel del hogar”. En versión siglo XXI de Kast, el “ángel” puede trabajar, pero siempre y cuando no deje de lado su responsabilidad prioritaria y mayoritaria en las labores domésticas, parentales y de cuidado familiar. La división sexual del trabajo se mantiene y refuerza en el ideario kastiano.

Sobre esta concepción de la mujer se agregó la voz del “subconsciente” del Partido Republicano, Johannes Kaiser. La misoginia misma, un discurso hostil y de odio contra las mujeres y las disidencias sexuales. Y luego se sumó el viaje de Kast a Estados Unidos para intentar amarrar apoyo de un deudor de pensión alimenticia, que incluyó relativizar el dictamen del juez sobre la deuda de Parisi…

Más allá de que en segunda vuelta Kast “concedió” y revirtió algunas medidas, un eje de la derrota de la derecha es, justamente, la visión de la mujer que subyace igual en su proyecto político ultraconservador. Y el hecho de que esta haya sido adoptada, sin más, por las otras almas de la derecha, especialmente por la que se define como liberal. Un pensamiento liberal es completamente incompatible con políticas que restrinjan las libertades en razón del género, como por ejemplo, que el Estado obligue a una mujer violada a seguir adelante con ese embarazo. Pero allí estuvo Evópoli, dispuesto a apoyar -incluso con extraña pasión, en algunos casos- a alguien a la derecha de la derecha, un candidato iliberal. (El silencio de Briones, en ese sentido, fue elocuente).

Ahí está el problema para la derecha.

No hay una cultura compartida sobre de la importancia de luchar contra la inequidad de género como prioridad política. Convicciones sólidas que hicieran que propuestas como las de Kast hubieran sido un parteaguas.

Las mujeres chilenas no se podían quedar calladas frente a lo que habrían sido inaceptables retrocesos civilizatorios para ellas y las disidencias sexuales. Sus derechos son historia reciente. Ha sido un proceso lento y duro. Y hasta el día de hoy subsisten enormes brechas estructurales que deben ser abordadas con urgencia. Injusticias en materia de pensiones, salud, violencia, derechos reproductivos, salarios, acceso a cargos altos, corresponsabilidad.

Como bien ha establecido la politóloga Pamela Figueroa, las políticas “promujer” no son lo mismo que las feministas. Mientras desde la primera mirada parecieran bastar algunas medidas -bien intencionadas pero insuficientes-, para las segundas es necesario un cambio estructural. Sin este, la plena igualdad de género tomará 100 años más, según el Foro Económico Mundial.

No hay paciencia para eso.

Las mujeres que salieron a votar masivamente lo entendieron. El gobierno de Gabriel Boric lo tiene en sus ejes principales (por eso es acertada la idea de que el Ministerio de la Mujer esté en el comité político).

Ahora falta que esta sea una meta transversal, un sueño para el país completo.

Es una buena reflexión para la derecha, o para parte de ella, al menos. Transformar los cuchillos largos en ideas nuevas, que permitan construir amplias mayorías en el Parlamento y la Convención para una agenda de género potente y sustantiva.

Para que las niñas que nacen y crecen en Chile hoy, lo hagan con igualdad.

Y que eso sí quede escrito en piedra.

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