El futuro y las prisas

A diferencia del primer retiro, el proyecto aprobado ayer en la Cámara de Diputados establece que los recursos deberán ser traspasados a los afiliados en un solo pago.

Entre varios aspectos negativos del doble retiro, destaca que 2020 es un mal año para liquidar inversiones de largo plazo dados los efectos negativos sobre los valores de los activos que han tenido la pandemia y el estallido social.



El tono de la discusión sobre el doble retiro del 10% de los saldos que los cotizantes han acumulado en sus cuentas de las AFP, a pesar de que una de sus principales preocupaciones son las bajas pensiones, me ha recordado el libro de Felipe Lamarca: Las prisas pasan, las cagadas quedan.

El título ilustra que sacrificar el futuro para resolver el presente se nos viene, tarde o temprano, encima. Al respecto es pertinente recordar el famoso trabajo de los 60 del sicólogo Walter Mischel, de Stanford, que estableció que los niños de kínder capaces de resistir impulsos de gratificación inmediata desarrollaban mejores competencias futuras. ¿Será válido también para las naciones?

Acemoglu (MIT) y Robinson (Harvard), en ¿Por qué fracasan las naciones?, ofrecen una respuesta simple: por la mala la calidad de sus instituciones. Éstas fallan cuando son de naturaleza extractiva (diseñadas por una élite para extraerle renta a los demás), llegando así a impedir el crecimiento. ¿Qué es lo que se desprende de nuestras instituciones a partir de esta iniciativa del doble retiro del 10%, calificada como “la peor política pública de la que tengamos registro” por David Bravo, líder de la comisión de reforma previsional convocada por la Presidenta Bachelet? En esta iniciativa, la “extracción” de popularidad también parece ser un requerimiento inmediato, en medio de una inédita seguidilla de elecciones, incluyendo constituyentes, presidenciales y parlamentarias.

En defensa de la propuesta, recordando a Keynes y su reflexión de que a largo plazo todos estaremos muertos, es verdad que las personas necesitan recursos ahora. La crisis sanitaria y económica está afectando a los hogares y hay necesidades imperiosas que atender, pero no usando los ahorros de los propios cotizantes, que extraen recursos de un período en que probablemente los van a necesitar más.

También es cierto que el debate está contaminado por la baja valoración pública de las AFP, lo que se debe, en parte, a que el sistema lleva a los clientes a ahorrar durante 40 años antes de recibir alguna retribución directa. En el intertanto, acceden a la expectativa de una pensión lejana y a beneficios indirectos, como la construcción de un mercado de capitales de largo plazo (una anomalía positiva para un país de nuestro nivel de desarrollo), o el financiamiento de infraestructura vial y créditos hipotecarios a plazos extensos. La ausencia de contraprestaciones directas y más cercanas para los cotizantes se debió haber enfrentado impulsando, por ejemplo, que las AFP participaran de hipotecas revertidas, o habilitando a las personas diagnosticadas con enfermedades terminales para acceder a tiempo a sus ahorros.

Entre varios aspectos negativos del doble retiro, destaca que 2020 es un mal año para liquidar inversiones de largo plazo dados los efectos negativos sobre los valores de los activos que han tenido la pandemia y el estallido social. Además, un retiro simultáneo de la magnitud del 20% de los fondos previsionales (equivalente a 16% del PIB) presiona a la baja el valor de toda la cartera de los afiliados. A ello hay que agregar que el retiro será un muy mal negocio para el Fisco, ya que deberá socorrer a quienes se quedarán sin pensión, costándole la tasa de retorno del portafolio de las AFP, cifra muy superior a la que puede pagar endeudándose hoy.

Por otra parte, el límite de un año para los retiros opera como una invitación a retirar cuanto antes los fondos. Ello, dada la forma de legislar aplicada al primer retiro y al proyecto de los diputados para el segundo. ¿Por qué no haber creado una cuenta tres a la que se le hubieran transferido los fondos, pudiendo efectuarse giros en caso de necesidades extremas, ya sea hoy o en el futuro, sin la restricción de tiempo? Como lo ha descrito Richard Thaler, lo probable es que en tal caso los afiliados solo retiraran ahora lo estrictamente necesario, pudiendo restituir los fondos más adelante, y eligiendo permanecer en un sistema que ya no solo diera servicios de largo plazo, sino que puede también hacerse relevante en el presente.

Con un necesario proyecto de reforma a las pensiones en la sala de espera, la discusión y la forma de legislar que ha tenido este caso construye expectativas de inestabilidad para el sistema de pensiones vigente, en que las AFP debieran ser parte de la solución, no del problema. Para acercarlas más a las personas, una buena alternativa es permitir que puedan ofrecer otros productos de seguridad social con una temporalidad más próxima que el del momento de jubilarse, de modo que los cotizantes aprecien sus virtudes. Como se le ha atribuido a Napoleón: “Vísteme lento, que tengo prisa”. Logremos una reforma que sí mejore las pensiones.

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