Por Tomás AlzamoraEl gran desafío del cine chileno

Lo más sorprendente de las proyecciones con “Denominación de Origen” fue todo el cariño que nos entregó el público. Esa energía que se sintió en cada sala, donde nietas, madres y abuelas se reunían para disfrutar juntas una historia hecha sin pretensiones desde mi pueblo de San Carlos. Los vecinos y vecinas que jamás habían actuado aportaron tal entusiasmo y verdad, que terminaron borrando el límite que existe entre la butaca y el telón de la sala de cine, haciéndonos sentir como uno más del Movimiento Social por la Longaniza de San Carlos.
Esa autenticidad se transformó en una fuerza colectiva que luego volvió multiplicada en el público. Fue una bola de nieve social que confirmó que, cuando algo se hace desde la comunidad, la comunidad responde.
Creo que el gran desafío del cine chileno está en eso: volver a las personas. A veces queremos llevar las películas hacia el público, pero quizás deberíamos hacerlas desde el público: desde las regiones, desde los barrios, desde las vidas reales. Nos hemos llenado de historias inventadas, pulidas al extremo, y en ese proceso se pierde la conexión con lo que somos. El cine no puede seguir mirándose a sí mismo; tiene que mirar a la gente, con sus alegrías, dolores y cotidianidades.
El mayor reto como cineasta es ser honesto conmigo mismo, crear desde lo que me hace sentir libre y feliz, no crear desde lo que te exige la industria o los festivales de cine. La felicidad se transmite y cuando uno logra conectar con su verdad, eso lo nota el público. En ese sentido, espero que mis próximos proyectos me permitan sentir esa misma libertad, esa felicidad profunda tal como la vivi durante los siete años creando “Denominación de Origen”.
Por Tomás Alzamora, cineasta sancarlino y director de “Denominación de origen”.
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