Columna de Luis Larraín: El segundo tiempo de Boric



Gabriel Boric está en el entretiempo de su mandato presidencial pensando cómo mejorar el resultado obtenido en la primera etapa. Es evidente que, de seguir como está, su legado será pobre y habrá desperdiciado para la izquierda una oportunidad que con las actuales reglas del juego político aparecía inmejorable.

La radicalidad de su propuesta de transformación de la sociedad chilena, basada en el equivocado diagnóstico del estallido social (que para ser justos no fue solo equivocado en su sector, sino en buena parte de la clase política) se estrelló de frente contra las prioridades de los chilenos. Chile no quiere una revolución, ni un cambio radical del modelo de desarrollo, sino volver a confiar en las promesas que éste le hacía hasta hace diez años y que la última década de estancamiento ha defraudado, y los últimos cuatro años de violencia y empobrecimiento derechamente hastiado a los chilenos.

El problema de Boric es que su programa tiene fallas estructurales imposibles de superar. Y son estructurales porque no se trata de cambiar una cuestión aquí, un porcentaje acá, o un reglamento acullá. Brutalmente lo ha comprobado así el Presidente la semana pasada en materia de pensiones, lo que ha aprovechado de enrostrarle un columnista menor; al Senado pasó un proyecto de reforma previsional irreconocible y en materia de pensiones de gracia se desató una crisis en su coalición que inevitablemente ha de terminar con bajas importantes en su equipo de gobierno.

¿De qué fallas estructurales hablamos? Es que no se puede corregir el problema de la falta de ahorro que tiene Chile para financiar las pensiones de los jubilados con una reforma que desincentiva el ahorro y pone en peligro el correcto funcionamiento del mercado de capitales. Tampoco es posible enfrentar, con alguna posibilidad de éxito, la grave crisis de orden público y criminalidad que vive Chile, entregando todo tipo de beneficios a delincuentes que protagonizaron hechos violentos en octubre de 2019, y como era previsible, los habían cometido también antes de esa fecha, pese a lo cual recibieron pensiones de gracia del Presidente Boric. Tampoco se logrará debilitando la labor de Carabineros por querellas contra sus mandos y cuadros, incoadas y seguidas con encono por activistas de izquierda enquistados en el Ministerio Público y el Poder Judicial. La presencia en el país del crimen organizado, facilitada por la irresponsable política migratoria del gobierno, requiere enfrentarse con policías empoderadas.

Boric debe cambiar jugadores el segundo tiempo. Menos ministros que van al choque y repiten consignas y más políticos y técnicos dispuestos a negociar con la oposición, modificando propuestas y acogiendo planteamientos mayoritarios entre los chilenos. Un gabinete que haga política podría al menos salvar los muebles.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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