Opinión

Kast sin maquillaje

JAVIER TORRES/ATON CHILE

Su estrategia de silencios tácticos y comunicación propositiva le estaba rindiendo frutos, superando a Matthei en las encuestas. Kast estaba dedicado a mostrarse como un “estadista”, alabando al expresidente Eduardo Frei, lanzando cada semana planes con acertados nombres, claros y marqueteros. Controversias: no, gracias.

Esta semana -¿qué diría Freud?- emergió el lado suyo que estaba tácticamente contenido, pero muy latente. Un rasgo no sólo de su personalidad, sino de su proyecto político.

Primero fue un llamado de atención del Servel, conocido el lunes, que le descontó 115 millones en gastos por incumplir la norma pro mujeres. El P. Republicano pensaba que la compra de libros como Qué es el matrimonio, Feminismo contra el progreso o Contra la revolución sexual para su biblioteca “femenina” podían acreditarse como parte del gasto para fomentar la participación de mujeres en política. También incluyó en el mismo ítem una clase del exconvencional Luis Silva (el “profe” Silva) bajo el título “Creemos en el bien y la verdad como realidades objetivas”... El Servel determinó que desembolsos como esos no calificaban como medios para el empoderamiento y participación política femenina.

No fue el único partido objetado -fueron 15-, pero el Partido Republicano fue el más afectado, con un 40% de los descuentos.

Luego vino el encuentro en La Araucanía, Enela, cuyo video ya es viral, en que incumplió las reglas del debate presidencial, pasándose del tiempo y haciendo caso omiso a las instrucciones de la moderadora, la periodista Paloma Ávila, que al final pidió que le cortaran el micrófono.

Pese a la serenidad y paciencia de la periodista, Kast no solo ignoró sus llamados al orden, sino que negoció directamente con el organizador, consiguiendo más tiempo. O sea, desautorizó a la periodista mujer, siguió hablando, como si las reglas y la autoridad de ella fueran nada y, con el jefe hombre, cambió las reglas a su favor.

Los otros candidatos quedaron perplejos.

Al punto de que el diputado Johannes Kaiser (el del video de YouTube pidiendo quitarles el voto a las mujeres) le recordó que para pedir al resto respetar la ley y las normas hay que, al menos, respetarlas uno mismo.

Este episodio, al igual que el raspacachos del Servel, lejos de ser anecdótico, es revelador.

Y lo revela en algunas de sus mayores debilidades: su tendencia al iliberalismo (como lo define Carlos Peña) y su desafección con el voto femenino y la igualdad de género. Las mujeres lo pararon la presidencial pasada, porque leyeron eso, y las mujeres rechazaron su proyecto constitucional también por lo mismo.

De eso no habla en sus videos de “estadista”.

Pero roto, al menos en parte, el hechizo, es importante que conteste algunas preguntas. Si gana y/o tiene mayoría parlamentaria, ¿revertirá el aborto en tres causales, como fue su bandera irrenunciable en el ultimo proceso constitucional? ¿Eliminará, o cambiará el enfoque, del Ministerio de la Mujer, como planteó en su campaña presidencial de primera vuelta, medida que solo bajó por presión de Chile Vamos? ¿Está de acuerdo con que se discuta el aborto a plazos y la eutanasia, o cree que no se puede ni siquiera discutir? ¿Está de acuerdo con los tratamientos de reproducción asistida para parejas infértiles o considera que no se deben hacer esos tratamientos ni menos ser financiados por el Estado? ¿Va a retrotraer la libertad de prensa como está haciendo Milei en Argentina? ¿Usará la motosierra para cortar gastos al estilo de Elon Musk? ¿Tendrá la misma política de Viktor Orban o Trump con las universidades que no le gustan? ¿Reconoce que Bukele ha transgredido el Estado de Derecho en el combate a las pandillas? ¿Está dispuesto a sacrificarlo, como otros liderazgos iliberales de los cuales se declara afín y admirador? En fin, ¿respetará y aumentará los derechos de las mujeres, aun cuando vayan en contra de su credo religioso? ¿O intentará retroceder en aquellos, como intentó hacerlo en el proceso constitucional fallido? ¿Respetará la igual dignidad y derechos de toda la ciudadanía y de sus distintas opciones de vida? ¿Sigue pensando que Donald Trump es “un nuevo triunfo de la libertad y el sentido común”, como dijo en X?

Es cierto que hoy la prioridad número uno es la seguridad, pero esto no significa asumir -de facto- que las personas, especialmente las mujeres, entregarán a cambio sus libertades, conquistadas con tanto esfuerzo. Que aceptarán que por un bien imprescindible, como salir a la calle sin miedo, le darán a Kast un cheque en blanco para que se haga lo que sea, sin respetar las reglas y sin escuchar su voz, como pasó en La Araucanía.

Porque, a diferencia de lo que pasó en Enela, a un Presidente es mucho más difícil “apagarle el micrófono” cuando se pasa de la raya.

Solo basta mirar a Trump.

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