Opinión

La carta de triunfo de Beijing en un mundo G-Zero

El presidente chino, Xi Jinping, acompañado del presidente ruso Vladimir Putin, el líder norcoreano Kim Jong-un y otros dignatarios extranjeros caminan hacia el desfile del Día de la Victoria en Beijing, el 3 de septiembre de 2025. Foto: Xinhua

Por Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group y de GZero Media.

No confundan las fotos de Xi Jinping junto a Vladimir Putin y Kim Jong Un en el desfile del Día de la Victoria en Beijing con un nuevo orden mundial. Xi no está a punto de liderar uno. Pero el líder chino sí ve un vacío de liderazgo global y está actuando para explotarlo.

La verdadera noticia de la primera semana de septiembre no fue el desfile militar por Tiananmén. Fue la lista de invitados a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que precedió al desfile militar, el mayor desde que se fundó la organización en 2001. Ante una Casa Blanca unilateralista cuyas políticas oscilan según el estado de ánimo del presidente Donald Trump, más de dos docenas de líderes mundiales —en su gran mayoría de Asia y del Sur Global— acudieron a Tianjin con una cosa en común: el deseo compartido de diversificarse y alejarse de Estados Unidos.

En el mundo G-Zero actual, en el que ningún país está dispuesto ni es capaz de establecer normas globales y en el que Estados Unidos se considera cada vez más no solo impredecible, sino también poco fiable, la prima de la opcionalidad se ha disparado. La distinción entre imprevisibilidad y falta de fiabilidad es importante. La imprevisibilidad puede ser útil desde el punto de vista táctico, ya que mantiene a los adversarios desequilibrados e incluso impulsa a los aliados a hacer más. La OTAN es hoy más fuerte que antes de que Trump llegara al poder, en parte porque su imprevisibilidad (junto con la invasión de Putin) empujó a los aliados europeos a aumentar su gasto en defensa y a incorporar a dos nuevos miembros. Pero la falta de fiabilidad tiene el efecto contrario, ya que lleva a todos, incluidos los amigos, a protegerse.

En materia de comercio, tecnología y seguridad, Trump ha impuesto aranceles generalizados, se ha retirado de acuerdos y ha presionado incluso a aliados cercanos con condiciones transaccionales restrictivas. A corto plazo, los países están jugando a la defensiva, concediendo “victorias” a la Casa Blanca —concesiones no recíprocas aquí, exenciones arancelarias allá— para evitar una mayor escalada. Con el tiempo, todos buscan construir alternativas —nuevos lazos comerciales, infraestructura financiera y cadenas de suministro— para reducir la exposición a largo plazo a los cambios bruscos de la política estadounidense, que serán difíciles de revertir más adelante.

Beijing ha tomado nota de la apertura y se está promocionando, en contraste con Washington, como una mano firme comprometida con el multilateralismo, los acuerdos a largo plazo y la “no injerencia”. En Tianjin, el mensaje fue explícito: nosotros cumpliremos nuestros acuerdos; Estados Unidos no. Esto no se debe a que los países crean que China se ha convertido de repente en una potencia hegemónica benevolente, sino a que, como segunda nación más poderosa del mundo, es el único actor con la suficiente envergadura y la coherencia política necesarias para servir de ancla a sus estrategias de cobertura, ahora que Estados Unidos ha dejado de ser fiable.

Xi aprovechó la cumbre de la OCS para presentar una alternativa multipolar que da prioridad a la soberanía frente al orden liderado por Occidente, criticar las “medidas coercitivas unilaterales” de Trump y añadir una nueva Iniciativa de Gobernanza Global a su conjunto de plataformas de marca. La declaración conjunta se hizo eco de sus argumentos, y los miembros acordaron crear otro banco de desarrollo para impulsar las transacciones en monedas nacionales en lugar del dólar. Más allá de los resultados previsiblemente modestos, la imagen fue potente: incluso los gobiernos que no comparten necesariamente la visión de Beijing sobre un orden mundial y prefieren trabajar con Washington están ahora buscando opciones para reforzar su resiliencia.

India es el ejemplo más significativo. El primer ministro Narendra Modi realizó su primera visita a China en siete años y se reunió con Xi, así como con Putin, en Tianjin, en un contexto en el que las relaciones entre Estados Unidos e India se han vuelto más conflictivas y volátiles este año. El deshielo con China se había ido gestando discretamente desde el otoño pasado, pero la ruptura personal con Trump y los aranceles del 50% impuestos por Estados Unidos empujaron a Modi a protegerse más firmemente frente a Washington y a señalar que Delhi tiene opciones para resistir la presión estadounidense.

China no sustituirá a Estados Unidos como principal socio estratégico, económico y tecnológico de India. India y China siguen siendo adversarios estratégicos, con recientes enfrentamientos sangrientos en su frontera e intereses contrapuestos en todo el sur de Asia, desde Bangladesh y el Tíbet hasta las Maldivas. La opinión pública india hacia China es negativa, mientras que la estrecha relación de seguridad de Beijing con Pakistán y el estrechamiento de los lazos de Delhi con Japón y Filipinas alimentan la desconfianza mutua. Modi visitó Japón antes que Beijing y se saltó el desfile del Día de la Victoria, e India fue el único miembro que se negó a respaldar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda en la declaración de la OCS, lo que indica que el país sigue dando prioridad a sus relaciones con Occidente. Por muy positiva que sea para la estabilidad mundial, la distensión entre India y China seguirá siendo limitada y oportunista: algunas medidas selectivas de flexibilización económica, una prudente distensión fronteriza, pero ningún giro estratégico.

Del mismo modo, la falta de fiabilidad estadounidense refuerza ligeramente a la OCS, pero no la convierte en el equivalente liderado por China de la OTAN o el G7. El poder de convocatoria de Beijing a inicios de septiembre fue formidable, pero su capacidad para llevar a cabo acciones colectivas sigue siendo limitada. Sus iniciativas globales en materia de seguridad, desarrollo e inteligencia artificial son mejores en cuanto a imagen que en cuanto a resultados. La OCS ha superado su mandato original de lucha contra el terrorismo y el cambio climático, pero no ha encontrado un objetivo unificador. Es un club en expansión cuyos intereses dispares, desde el antagonismo entre India y Pakistán hasta la desconfianza de Asia Central hacia Moscú, mantendrán una coordinación superficial. La diplomacia china sigue estando por debajo de su peso económico, y en los conflictos más allá de su vecindad, las acciones de Beijing van por detrás de su retórica. La OCS será más vocal, pero no más relevante en las cuestiones de seguridad más importantes; no tendrá ningún impacto en Ucrania o Gaza a corto plazo.

Aun así, la progresiva estructuración tendrá importancia a largo plazo. El alcance puede ser limitado al principio, pero un banco de la OCS bien financiado junto con el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB) y el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, más liquidaciones en moneda nacional, mecanismos antisanciones y una mayor coordinación Sur-Sur son pequeños pasos que facilitan la diversificación respecto a Washington con el tiempo y dificultan su reversión más adelante. El unilateralismo estadounidense ha puesto de manifiesto los costes de la excesiva dependencia de Estados Unidos y ha proporcionado a Beijing un sencillo contraste: al menos somos coherentes. China aún está lejos de alcanzar sus ambiciosos objetivos, pero en un mundo G-Zero, la coherencia es más importante que la perfección.

Para Estados Unidos, la solución es fácil: volver a ser un socio fiable. Menos aranceles sorpresa a los aliados, no retirarse de acuerdos negociados con tanto esfuerzo, más cumplimiento de los compromisos que duran más que un ciclo de noticias. Hasta entonces, la opcionalidad seguirá creciendo. El centro de gravedad del mundo seguirá desplazándose hacia el este. Y Beijing seguirá sacando provecho de un vacío de liderazgo que no ha creado y que no llenará pronto, pero que está decidido a explotar.

Más sobre:ChinaBeijingXi JinpingOCSTiananménPutinEE.UU.IndiaRusiaModiTrumpOTANaranceles

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Este septiembre disfruta de los descuentos de la Ruta del Vino, a un precio especial los 3 primeros meses.

Plan digital + LT Beneficios$3.990/mes SUSCRÍBETE