Opinión

Los medios, el escrutinio y lo común

periodismo

Frente a los indicios de intolerancia -revestidos de funas, llamados a la “cancelación”, discursos de odio o intentos de definición de lo que es objetivo o pluralista- convendría volver a leer a Tocqueville.

Nadie podría acusar a ese juez francés, gran observador del naciente Estados Unidos, de ingenuidad acerca de la libertad de prensa: “La quiero por consideración a los males que impide, más que a los bienes que realiza”.

Dos son las funciones que atribuye a esa libertad de expresar opiniones y difundir informaciones, que en las sociedades contemporáneas se manifiesta básicamente a través de los medios de comunicación de diversa índole. La primera es la de poner luz sobre las acciones y decisiones de las autoridades, de modo que, al quedar sometidas al escrutinio público, se atenúen los riesgos del exceso, de la injusticia, de la corrupción. Un rol que el periodismo ha extendido a los distintos ámbitos del poder, incluido el económico, en un ejercicio fundamental para la salud democrática.

A ese rol agrega otro fundamental, que está en el centro de la naturaleza de los medios de comunicación social: el “negocio común”.

Estos buscan representar y al mismo tiempo originar un diálogo acerca de lo que implica al colectivo. En ese sentido, no son simplemente un espacio de difusión de las expresiones individuales, sino generadores de los vínculos, debates y reflexiones necesarios para las construcciones comunes, la primera de las cuales es la propia democracia. No es poco. Pero, como si lo fuera, las redes sociales y el consiguiente fenómeno del “fake” han hecho que se les agregue el grave encargo de verificar.

Cualquier regulación de la actividad de los medios -que, por cierto, no puede pretender para sí una especie de descampado normativo- debe tener estos roles a la vista, tanto para no constreñirlos, como para incentivarlos.

Lo anterior no asegura unos medios de calidad, claro, por lo que convendría, entre otras cosas, que el periodismo abordara unas cuantas preguntas emergentes.

Entre ellas ¿qué significa el clamor desde los territorios, que es causa de la elección de muchos constituyentes? ¿Cómo representar lo común y lo diverso; el territorio y los territorios? Una cuestión que no se satisface solo con la creación de medios locales, tal vez porque el desafío central es la visibilidad de los territorios en el territorio.

Otra se refiere a la dificultad del periodismo para lidiar con procesos de largo aliento, que en gran medida explica que los problemas medioambientales no aparecen hasta que se transforman en una crisis; o que la soterrada acción del narcotráfico no sea perceptible sino hasta que se denuncia su instalación en la administración comunal.

Abordar estas y otras cuestiones requiere de mayor reflexión e innovación en los medios, no de más control. Pero no vendría mal una mayor participación de las audiencias… en “el negocio común”.

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