Mirar lejos: proyectar el patrimonio futuro

Con más de tres mil actividades en todo el país celebramos el Día de los Patrimonios. Oportunidad para reflexionar sobre nuestro patrimonio moderno y contemporáneo.
Somos una nación distinta, con marcas indelebles en nuestro patrimonio, y con muchas cicatrices a la vista. Un país joven, en permanente cambio y ajuste por un sinnúmero de históricas y recientes migraciones y desastres socioambientales, que generan grandes oportunidades. Nuestras obras son probadas en el crisol de terremotos e incendios, en pobrezas, abandonos y estallidos sociales. El deterioro paulatino ha permitido lamentables demoliciones, derrumbes y mutilaciones; tal vez en este siglo ello puede ser reversible.
Nuestro patrimonio de obras de arquitectura y atmósferas espaciales de hoy, material e inmaterial, es notable y bello, pero muy escaso en relación a otras realidades. La política de protección y cuidado se ha materializado correcta pero lentamente. Los hechos y las obras contemporáneas están a la vista. Obras históricas han sufrido tanto daño que las intervenciones han sido y deben ser radicales.
En este contexto, el patrimonio moderno parte con ventaja. El soporte estructural de las obras del siglo XX ha sido sacudido varias veces, y soportó adecuadamente. Contamos con obras notables, especialmente entre 1925 y 1975, sello de una época que marca a fuego una mayoría de edad en la arquitectura chilena. Sencillez y austeridad, certeza plástica y estructural, creatividad e ingenio, estética y belleza corren a la par. Ejemplos hay cientos: desde la Catedral de Chillán hasta la Villa Frei.
Algunas de estas obras van a cumplir 100 años, y corren un soterrado peligro: abandono. Tal es el caso de las estaciones de bomberos. El terremoto de Chillán, a fines de los años 30, abrió una oportunidad para la arquitectura pública, cívica, de salud, educacional y de servicios sin precedentes. Arquitectos y/o bomberos, observando las tendencias en Europa, proyectan una nueva y radical arquitectura moderna para 32 cuarteles de bomberos a lo largo del país. Nuevos salones urbanos para nuevos carros bomba, escaleras telescópicas, servicios de agua, alojamiento y vivienda.
En los años 50, notables arquitectos chilenos replantean las bases de nuestra arquitectura. En un primero momento, la arquitectura habitacional, educacional y religiosa marcan una dirección creativa e identitaria a lo largo y ancho del país, coronada por el Monasterio Benedictino de la Santísima Trinidad en Las Condes.
El final del siglo XX, con sus luces y sombras, grafica un crecimiento que se trenza en un combate entre distintas tendencias marcadas por el pragmatismo e ideología. Y el comienzo del siglo XXI llega cargado de energías, tecnologías, exploraciones y búsquedas originales. Hay obras que ya han recibido público reconocimiento, y formaran parte de la historia. Patrimonio de hoy y mañana.
Por Pablo Allard, decano, y Óscar Mackenney, vicedecano, Facultad de Arquitectura UDD
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