Mucho más que una crisis sanitaria

china

Los efectos de la pandemia de coronavirus van mucho más allá de la emergencia sanitaria y adelantan un profundo cambio en el actual orden mundial.



La crisis desatada por el Covid-19 ha desencadenado una serie de efectos colaterales que superan ampliamente los problemas sanitarios ligados a la pandemia. Desde el inicio de la emergencia, los países tomaron una serie de medidas para contener la propagación del virus que virtualmente paralizaron el comercio mundial, limitaron los traslados y cerraron las fronteras, con los consecuentes efectos políticos y sociales que ello conlleva.

Pero las repercusiones de la crisis también sobrepasan el ámbito económico. Henry Kissinger alertó recientemente que la actual emergencia marcará un cambio de época, solo comparable a las transformaciones que se produjeron tras la Segunda Guerra Mundial. El ex secretario de Estado de Estados Unidos no es el único que ha equiparado el momento actual con lo sucedido tras el último gran conflicto bélico de Europa. Y todos coinciden que el orden mundial nacido entonces, al amparo de Naciones Unidas, entró definitivamente en crisis.

Frente a ese escenario, el desafío que enfrenta el mundo hoy es definir cómo será ese nuevo orden que podría surgir tras la superación de la actual pandemia. La propia naturaleza de la amenaza llevó a los países a encerrarse dentro de sus propias fronteras, aumentando la desconfianza a nivel internacional y potenciando su producción interna. Y con ello se han acelerado tendencias políticas que ya se venían produciendo a nivel mundial, como la crisis de la globalización, el creciente nacionalismo y especialmente el avance de China. Todo ello aparejado del debilitamiento de la influencia de EE.UU. a nivel mundial como consecuencia de la política de “America First” impulsada por el Presidente Donald Trump.

A la luz de este panorama, la revista británica The Economist se preguntaba en una edición reciente si China será la gran ganadora de la crisis del Covid-19. No solo comenzó a recuperarse antes de los efectos de la pandemia, sino que ha lanzado un agresivo plan de colaboración y ayuda a otros países para reforzar su influencia a nivel mundial. Una estrategia de “soft power” que parece estar dando resultados en algunas partes del mundo, pese a la desconfianza que China sigue generando en muchos países de Occidente. Un camino similar al usado por EE.UU. durante la postguerra para ampliar su influencia y reforzar los principios del modelo liberal.

China parece tener claro que la actual crisis le abre una oportunidad única para ampliar su influencia a nivel mundial. Pero el riesgo es que en ese camino se terminen poniendo en cuestión principios esenciales del orden mundial surgido en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial –muchos de los cuales China no comparte- como el valor del sistema democrático, de los principios liberales, de la economía libre y del equilibrio de poder tanto al interior de los países como a nivel internacional, sobre la base de normas acordadas de común acuerdo y respetadas por todos. Debilitar ese modelo en favor de uno que refuerce el poder de los estados por sobre el de los individuos, que potencie los autoritarismos y que ponga en cuestión las normas que rigen el sistema internacional, podría terminar ahondando la actual crisis global.

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