No marcharon por una nueva Constitución, marcharon contra la desigualdad y el abuso

Agencia Uno


Por Carlos Escaffi, consultor y analista internacional, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú.

El problema de la política es cuando solo les habla a los políticos. Es lo que ocurrió en Chile con el estallido social, un estallido sin líderes. La gente no marchó por una nueva constitución. Marchó contra el abuso y la desigualdad; y claro, lo políticos (para salvarse y recuperar el control de la agenda), le impusieron un código político pretendiendo transformarlo en un proceso constituyente.

El presidente Gabriel Boric, que, si bien ha demostrado respeto y tradición republicana, hoy se encontraría atrapado en el debate de la superestructura y no logaría aun sintonizar que el suyo es un gobierno de emergencia, que debe colocar las urgencias de las familias por delante, los chilenos al centro.

Las urgencias de las familias no son, claramente, las urgencias de la administración de turno, cuyo foco de atención está puesto en cuestiones ideológicas, refundacionales, incluso revisionistas. Las urgencias de los ciudadanos de a pie están puestas en el encarecimiento de la canasta básica familiar, incremento de la delincuencia, corrupción, generación de empleo, reactivación económica, reducción de la pobreza, control de inflación, aumento de la pobreza y tristemente, acostumbrarnos a una sensación de inseguridad permanente.

Por otro lado, una crisis alimentaria avanza con la velocidad de un tornado, y cuando el hambre se imponga, no habrá razón, ni espacios de tiempo que permitan contenerla, la fuerza de la necesidad se impondrá a costos muy altos, la presión social será incontenible.

En los últimos años, naciones como Chile y Perú han pretendido, bajo una retórica demagógica, instalar comunicacionalmente la necesidad de cambio constitucional a través de procesos constituyentes y otros, recurriendo a doctrinas propias del sofismo que por lo demás, no necesariamente son del interés de una realidad que exige se atienda problemas sociales críticos.

Es un error conceptual, el pretender entregarle a un reclamo social una salida política, el análisis debe ser riguroso y objetivo, no pasional y menos para la galería.

Es cierto que en la región la discusión ha girado sobre reivindicaciones, conflictos generacionales, lucha de clases, cuestionamientos sobre el modelo liberal, pero pretender resolverlos con posturas populistas y egoístas es un gran error, que por lo demás, queda en evidencia cuando les toca gobernar. Bien reza el aforismo, “una cosa es con guitarra y otra con cajón”. La mesura y entender que se gobierna para todos, con absoluta inclusión es la clave. Y claro, el elector es el responsable de sus decisiones democráticas, como, por ejemplo, la de aquellos que reclaman y el día de las elecciones no votan, mientras observan desde sus cómodos balcones el acontecer nacional. He ahí el tema, entender que este es el baile de todos, aquí no sobra nadie.

Por cierto, que siempre será necesario la incorporación de reformas con carácter social profundo, pero, lo que no nos puede pasar, es dar a luz una sociedad inicua que solo reconoce derechos y no deberes. La clave, derechos sociales de la mano con deberes.

Mientras tanto, 49 millones de personas en 43 países en la puerta del hambre, parecieran no afectarnos y haber aprendido de los tristes resultados que nos dejó la cruenta pandemia del COVID 19. Hambruna, desestabilización, guerra, migraciones masivas son y serán parte de la agenda, pero claro, ésta, está en otra cosa.

La crisis del hambre, o alimentaria será el principal detonador de una escalada social que no dará treguas, pareciera que no se mira al interior de nuestras naciones, cómo viven los que menos tienen, qué se está haciendo con nuestros agricultores, hay que ir más allá de los subsidios para los fertilizantes. Hoy se está comprando menos, los recursos escasean, la canasta básica sube, la menor disponibilidad de alimentos se empezará a hacer evidente. Entonces, seamos responsables, y enfoquemos los esfuerzos y desarrollo de políticas públicas en trabajar sobre seguridad alimentaria, y aseguramiento de alimentos básicos.

Finalmente, el punto de quiebre se dará cuando las madres tengan que acostar a sus hijos con hambre. En ese momento estaremos en un punto sin retorno, la presión social hará lo suyo y expulsará a cuanto sofista salga a su paso.

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