Opinión

En política, las mujeres jóvenes van arriba…

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Hace unos días el Servel dio a conocer estadísticas de la participación electoral en la última elección presidencial y parlamentaria. Los datos hacen visible un patrón de participación por género que no ha llamado suficientemente la atención, a pesar de que podría tener importantes implicancias políticas.

Se trata de la visible y significativa mayor participación de las mujeres jóvenes en comparación con la de sus pares hombres del mismo grupo etario.

Que la participación electoral de las mujeres sea mayor a la de los hombres es una tendencia global del último tiempo en todas las democracias. En Chile, desde que se retornó a la democracia, la participación femenina ha sido mayor y va en aumento. Lo interesante y digno de mención es el aumento de esta participación luego que se implementó el voto voluntario con inscripción automática.

En términos absolutos las mujeres son más en las elecciones porque son más también en la población. En términos relativos también. La participación femenina, medida como porcentaje de votantes sobre el total de mujeres inscritas, fue de un 50% y 52% en la primera y segunda vuelta, respectivamente, de la última elección presidencial. Esto se compara con un 43% y 46%, respectivamente, de los hombres. La participación es baja en general, tal como se predijo que sería, luego de la introducción del voto voluntario e inscripción automática, pero es significativamente menor entre los hombres.

La mayor participación de las mujeres, como es evidente, no es reflejo solamente de las diferencias demográficas en la población entre hombres y mujeres (las mujeres representan un 51% de la población de inscritos).

Lo más interesante que queremos destacar aquí es discernible al analizar el comportamiento de estas diferencias según grupos etarios.  Las diferencias no son parejas por edad. La participación global o promedio esconde interesantes diferencias entre grupos etarios.

Para mostrar estas diferencias consideremos tres grupos etarios: un primer grupo incluyendo los más jóvenes del electorado, compuesto por todos aquellos inscritos con edad entre los 18 y los 39 años (con poco menos de 6 millones de inscritos); un segundo grupo, intermedio, con edades entre los 40 y 69 años (con cerca de 6,6 millones de inscritos); y un tercer grupo con edad sobre los 69 años (con un total de 1,6 millones de inscritos.

En el grupo más joven del electorado, con edades entre los 18 y 39 años, la participación entre las mujeres fue de 42%, muy superior al 34% de participación de los hombres en dicho grupo. Esta diferencia implica que, a pesar de ser menos numerosas que los hombres en este grupo (49% versus 51% de participación entre los inscritos, respectivamente), su participación fue mayor en más de 200 mil votos. Si uno calcula entonces la mayor participación controlando por las diferencias demográficas, la diferencia implica que por cada 100 hombres jóvenes que participan cerca de 124 mujeres del mismo grupo lo hacen (por cada 4 hombres jóvenes que votan 5 mujeres lo hacen). Esta diferencia es muy grande. El mismo patrón se observa en la segunda vuelta.

Esta considerable brecha se reduce en los grupos etarios de mayor edad e incluso se revierte en el tercer grupo de mayor edad. Por cada 100 hombres que participaron en la elección en el grupo 40 y 69 años, sólo 106 mujeres del mismo grupo lo hicieron. En el grupo de mayor edad, esto es con edades sobre los 69 años, por cada 100 hombres participando en la elección 98 mujeres lo hicieron.

Un análisis como el descrito muestra resultados sorprendentemente similares para la elección municipal de 2016 y la elección presidencial de 2013 (primera y segunda vuelta), sugiriendo que se trata de un patrón o hecho estilizado del electorado chileno desde la instauración del voto voluntario e inscripción automática.

Las preguntas sobre los factores de orden socio-cultural que están tras el patrón revelado están abiertas. Las mejores respuestas seguro contribuirán a definir las formas de hacer campaña y de abordar estratégicamente las elecciones futuras. Tanto para convocar al importante electorado femenino joven, como para atraer al comparativamente distante electorado masculino de la nueva generación. 

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