Opinión

¿Por un populismo de derecha?

¿Por un populismo de derecha? Diego Martin /Aton Chile Diego Martin

“¡Ha fracasado el liberalismo en Chile!”, proclaman alegremente algunos por estos días. Los buenos resultados electorales de la derecha alternativa, liderada por José Antonio Kast, y del Partido de la Gente (PDG), de la mano de Franco Parisi, darían palmariamente cuenta de ese fracaso. Por lo mismo, el camino del éxito no sería otro que una alianza entre la derecha triunfante y las fuerzas populistas asociadas al PDG. De este modo, se insinúa, esa derecha y ese populismo podrían hacerse cargo, de una vez por todas, de ese “pueblo olvidado”, que estaría gimiendo, pero que habría sido despreciado por las elites tradicionales de la derecha.

Todo lo anterior parece, a primera vista, atractivo. Sin embargo, deja abiertas varias preguntas. Un primer conjunto de preguntas se refiere a si lo que realmente ha fracasado es el liberalismo como doctrina política o la “derecha liberal” realmente existente, incluyendo no sólo a Evópoli, sino también a Chile Vamos. ¿Han sido los líderes políticos de esta coalición buenos representantes del liberalismo en Chile? ¿Ha existido, en la historia reciente, una auténtica derecha liberal en Chile? ¿Es necesariamente el liberalismo elitista o, más bien, lo son quienes han buscado encarnarlo en la política real? Estas preguntas podrían, de hecho, resultar fundamentales para iniciar una autocrítica seria y responsable entre quienes hoy se definen como liberales.

Un segundo conjunto de preguntas se vincula con el liberalismo que habría que abandonar. ¿Implicaría este proceso superar la democracia formal, basada en la universalidad de los derechos, y reconocer derechos especiales a favor de las organizaciones “vivas” de ese pueblo olvidado? ¿Supone un retorno del autoritarismo presidencial a la manera de Portales o, incluso, de Pinochet? ¿Es la función de la política replicar, como una caja de resonancia, las “pulsiones y anhelos populares”? Y, aunque las derechas que han intentado representar a ese pueblo supuestamente escondido han sido exitosas en algunos momentos de la historia, no han sido capaces de dar cuenta de proyectos democráticos y de larga duración.

Pero quizás lo más complejo tenga que ver con el “descubrimiento” de ese pueblo. ¿Cabría únicamente mostrarlo como una esencia que “está ahí”? O, más bien, ¿se trataría de un pueblo fragmentado, compuesto por diversas identidades que habría que unificar mediante una “cadena de equivalencias”, a la manera de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe? Y, sobre todo, ¿supondría ese populismo de derecha la imposición, desde el Estado, de una concepción particular de la felicidad, por ejemplo, de raigambre religiosa? Muy probablemente signifique esto. Y también que dicha imposición termine restringiendo no sólo las libertades hoy llamadas “culturales”, sino también las políticas y económicas. El remedio podría, muy probablemente, ser peor que la enfermedad. Y, como bien sabemos, la revolución devora a sus propios hijos, especialmente a sus más fervientes promotores.

Por Valentina Verbal, Horizontal

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