Señales preocupantes del gobierno argentino

La improcedente pretensión sobre la plataforma continental se aleja del buen espíritu con que se han llevado las relaciones con Chile.



En 1984, luego de un largo y complejo proceso de mediación conducido por la Santa Sede, Chile y Argentina suscribieron el Tratado de Paz y Amistad mediante el cual delimitaron sus respectivas soberanías en el espacio denominado “Mar de la Zona Austral”. La delimitación pactada se encuentra en el artículo séptimo del mencionado tratado, fijándose la línea que divide los espacios marítimos de las partes, correspondiéndole a Chile los que se encuentran al occidente y Argentina los que se ubican al oriente.

El año 2009, Argentina realizó una presentación ante la ONU, reclamando poseer una plataforma continental más allá del punto del límite marítimo acordado con Chile, aproximadamente 9.700 kilómetros cuadrados que jurídicamente corresponden a nuestro país. A mediados de junio, el gobierno argentino ingresó al Congreso Nacional un proyecto de ley que modifica su normativa sobre espacios marítimos con el objeto de demarcar el límite exterior de su plataforma continental e insular con arreglo a la demarcación que Chile objeta, pretendiendo incorporar una vasta zona de mar donde Chile ejerce derechos soberanos de conformidad al tratado, al Derecho Internacional y al Derecho del Mar.

Acertadamente la Cancillería chilena ha enviado notas diplomáticas al gobierno argentino frente a esta unilateral pretensión -declarando que ese trazado no es oponible a nuestro país-, las que también se han comunicado a Naciones Unidas. Aun cuando la situación dista de constituir un conflicto diplomático, la forma en que las autoridades argentinas están conduciendo este proceso representa un traspié que se aleja del buen espíritu con que ambos países han manejado los temas bilaterales. Es un hecho que en las últimas décadas tanto Chile como Argentina han ido construyendo una relación bilateral proactiva, solucionando la casi totalidad de sus divergencias de límites sobre la base del diálogo recíproco y la buena fe. Ello ha permitido una admirable integración física, económica y cultural, habiendo un espacio inmenso para profundizar esos importantes aspectos. El giro que se ha producido a partir de esta pretensión no eclipsa estos logros, pero desde luego empaña el ambiente, y en tal sentido cabría esperar que no avance la tramitación del proyecto de ley en el vecino país.

El asunto de la plataforma continental ocurre en un contexto donde la administración de Alberto Fernández ha protagonizado una serie de hechos que en el último tiempo han ocasionado fricciones entre ambos países, denotando desprolijidad en el manejo de los asuntos externos. Su intervención en asuntos de política interna -instando a la oposición a recuperar el poder-, o el afán por exhibir mejores logros que Chile en el combate a la pandemia -utilizando cifras que han sido cuestionadas por las autoridades chilenas- no han sido afortunados. La llegada del nuevo embajador argentino, quien ostenta una reconocida experiencia política, debería constituir una oportunidad para que la relación bilateral vuelva a fluir con plena normalidad.

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