Opinión

Tu voz sigue existiendo

Hay voces que, haciendo un guiño al poema de Brecht, han hecho de la lucha un asunto cotidiano, irrenunciable, hasta convertirse en imprescindibles. Son las voces que se apartan del rebaño para observar la vida desde la acera contraria, desde lugares impensados, avanzando la mayor parte del tiempo a contramano, ofreciendo miradas, puntos de vistas y reflexiones que nos sacuden por estar fuera de la norma, por hacer frente al discurso hegemónico.

El rebaño suele recibir a esas voces con espanto y horror, las ovejas balan porque, en la pequeñez de sus mentes, ven en la diferencia a un enemigo, una amenaza para las convicciones con las que han edificado sus vidas, creyendo que su verdad —de misa dominical, de manual de Carreño, de colegio de curas o monjas, de cualquier estructura vertical— es la única verdad posible. No sabe el rebaño que ha vivido toda su vida como aquellos hombres y mujeres que inspiraron el mito de la caverna, que ha observado el reflejo de la vida como si aquello fuera la vida verdadera y a partir de esa pobre experiencia construye conceptos, traza modelos de vida, erige ídolos y referentes, da cátedra, impone valores, inventa dioses.

Pedro Lemebel fue una de esas voces, una oveja negra —una bendita oveja negra—, que miró el mundo desde el Zanjón de La Aguada, que experimentó la pobreza, la desigualdad, la discriminación, el odio incluso, y que halló en la palabra, oral y escrita, un refugio y, también, la pólvora propicia para articular, desde ahí, la resistencia.

El rebaño cree que la vida que la ha tocado en suerte es el único camino posible, agradece las alambradas, los perros guardianes, el pasto al alcance de su boca, y piensa, en su infinita ignorancia, que eso es la vida.

De tanto en tanto, alguna de esas ovejas levanta la cabeza o salta la alambrada para descubrir que el mundo es más ancho que su verdad, abandona la caverna y se lanza a vivir con mayúsculas. Son ellas y otras que siguen su ejemplo, las que balarán de alegría al saber que la voz de Lemebel sigue existiendo, que sus libros vuelven a irrumpir en las librerías, a comentarse, a circular como antaño, agradecidas de que él les haya mostrado otros caminos posibles, un mundo más justo, una forma de relacionarnos en donde el odio, la discriminación y el desprecio a nuestras diferencias sean formas caducas y torvas, donde la vida nos ofrezca otras posibilidades.

Por Marcelo Simonetti, periodista, escritor y coautor de “Tu voz existe. Vida de Pedro Lemebel”.

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