
Ues.: asalto con secuestro

Uno de los últimos días de 2023 se realizó, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, una ceremonia en La Moneda para promulgar los nuevos estatutos orgánicos de todas las universidades estatales, salvo las de Chile, O’Higgins y Aysén. Con esto, se dejaban atrás los últimos reglamentos de 1981, lo que permitía discursos en el eje dictadura/democracia. Así lo hicieron el Presidente Gabriel Boric, el ministro de Educación, Nicolás Cataldo (PC), y el presidente del Consorcio de Universidades del Estado (Cuech) y rector de la U. de Valparaíso, Osvaldo Corrales. Todos ellos destacaron que la nueva regulación era democrática por no haber sido impuesta, pero también por ser, en palabras de Corrales, “el fruto de las luchas y afanes de varias generaciones de estudiantes, de académicos y de funcionarios que durante décadas se manifestaron por recuperar aquellos derechos que la dictadura les había arrebatado, y por volver a un modelo de universidad concebido, no ya desde una perspectiva verticalista y autoritaria, pero tampoco desde un modelo mercantil y clientelar, sino desde un punto de vista colaborativo y democrático”. Las banderas de la triestamentalidad y el cogobierno universitario, desplegadas en Chile durante la reforma de 1967 y 1968, volvían a ondear en todo lo alto. La presidenta de la FECH, Catalina Lufín (JJ.CC.), coordinadora estudiantil del Apruebo y de las candidaturas de Jadue y luego de Boric, aprovechó para destacar la misma idea.
El Presidente Boric, por último, relevó que “mi propia trayectoria política y de vida está cruzada por esta lucha de expansión de la democracia”. Ya que el año nuevo estaba encima, además de lo poco emocionante que resultan los reglamentos universitarios fuera del submundo del campus, nada de esto tuvo impacto público. Sin embargo, fuimos notificados de lo que vendrá en el ámbito de la educación superior: la batalla por reeditar la reforma sesentera, lo cual es parte integral de la ambición de la izquierda radical por someter al sistema universitario a sus propios intereses.
Un nuevo capítulo en esta batalla se escribió ahora en la Universidad de Chile, donde el Senado Universitario aprobó darles voto a los estamentos de estudiantes y funcionarios en los Consejos de Facultad, cuyo rol es tomar decisiones administrativas fundamentales en dichas unidades académicas, y donde, hasta ahora, esos estamentos tenían solo voz.
A nivel de justificación normativa, esta decisión tiene poco sentido: los académicos, en particular los de planta, son el estamento permanente de la universidad y, por lo tanto, aquel capaz de asumir responsabilidad por las decisiones que tome. Es distinto el caso de estudiantes y de funcionarios. Por supuesto, existe siempre el riesgo de que ese estamento persiga intereses corporativos de corto plazo que van en contra de los fines superiores de la universidad, pero ese riesgo puede contrarrestarse con medidas de transparencia y publicidad, tales como incluir a estudiantes y funcionarios en los consejos, pero sin derecho a voto. La estructura triestamental de los consejos genera una situación de “irresponsabilidad organizada”, donde nadie se hará cargo de las decisiones tomadas. Esto incentiva la persecución de intereses de corto plazo contrarios a los fines de la universidad –y, por tanto, a los intereses de la República- por parte de todos los estamentos involucrados, siendo la politización facciosa de las decisiones el más probable entre ellos. Las críticas de varios senadores de larga trayectoria, como Marcelo Arnold y Miguel Orellana, han ido en esta línea.
Lo triste, en mi opinión, es que esa politización facciosa es justamente el objetivo no reconocido de estas reformas. Tanto hoy como en los 60, personajes como Boric y sus compañeros, muchos de los cuales son profesores, decanos y rectores, ven la universidad como un instrumento político a dominar y utilizar para fines militantes, ya que desprecian la vocación puramente académica de las instituciones. Las derechas, y ojalá la centroizquierda, deberían tomar nota del asalto con secuestro que está sufriendo el sistema universitario chileno. Todos lo lamentaremos después.
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