Una lección gringa para los radicales de izquierda



Por Marco Enríquez-Ominami

No somos moderados. Quebramos desde dentro a la Concertación el 2009 por radicales. Es que éramos, según ellos, unos cuicos adictos al opio, porque proponíamos en nuestro programa de gobierno una nueva Constitución, la legalización del aborto, la nacionalización de los recursos naturales, y una educación y salud pública, gratuita y de calidad para todos y todas. Hoy, esas ideas radicales son, para muchos de esos mismos correligionarios, el piso. Los movimientos sociales, que también venían haciendo sus chiquilladas-utópicas-pasadas-a-opio, al menos, desde el mochilazo de 2001, hoy con orgullo pueden decir que han logrado hacer de ese opio norma. Mainstream.

Pero con conquistar el sentido común no basta. Vienen elecciones fundamentales para la concreción de estas ideas, y no solo corremos el riesgo de perder esta oportunidad histórica, sino que, además, de perderla a cambio de dejar en el poder, de nuevo, a esta derecha que ha devenido, con una sola y breve brisa de la historia, en autoritaria.

Observar lo que pasó en EE.UU. en las elecciones presidenciales que acaban de terminar, nos permite sacar lecciones halagüeñas sobre cómo no perder esta oportunidad. Porque allá, como acá, la izquierda no solo corría el riesgo de perder una elección, sino que de perder en contra de Donald Trump y su derecha anticientífica y despótica. La historia es así: en las primarias demócratas, luego de un gran comienzo de campaña, el senador socialista por Vermont, Bernie Sanders, terminó perdiendo con Joe Biden, un ex Vicepresidente de centro derecha.

Los analistas de izquierda auguraban -durante y luego de las primarias- que Biden, al no atraer el voto joven, nunca ampliaría su base electoral, y que, por tanto, la única opción para ganar a Trump era Sanders. En Chile, bajo la misma excusa, varios partidos y movimientos y candidaturas de izquierda se negaron a apoyar a Guillier en segunda vuelta el 2017. Es que igual no ganaba, nos dijeron.

Pero Sanders no se perdió. Comprendió inmediatamente lo que estaba en juego, y apoyó la candidatura de Biden. Sumándose a él, inmediatamente, otros líderes de gran envergadura, como la diputada de origen latino AO-C, o el filósofo y activista por los derechos civiles Coronel West. Hoy, Trump ha sido derrotado y, además, gracias a la responsabilidad y decisión con la que el movimiento “radical” de Sanders apoyó a Biden, su movimiento tendrá la oportunidad para presionarlo, políticamente, hacia la izquierda.

La gran lección de las elecciones estadounidenses es simple: la potencia y la urgencia de la unidad de la izquierda. La izquierda tiene que comprender que tiene un gran logro, una gran deuda, una gran responsabilidad y una gran oportunidad. Su logro, haber hecho de sus sueños el sentido común. Su deuda, convertir ese sentido común en instituciones. Su responsabilidad, ganar a la derecha autoritaria. Su oportunidad: la unidad electoral.

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