Opinión

¡Viva el centro!

¡Viva el centro!

Sí, soy de centro. Adhiero a algunas ideas de izquierda y otras de derecha. No es indecisión, ni tibieza, ni falta de principios. Soy de centro porque creo en el valor del equilibrio y los acuerdos amplios como herramientas necesarias para lograr cambios sostenibles y mayor progreso.

En tiempos de hipérboles, me gustan los matices. En tiempos de polarización, me gustan los compromisos. En tiempos de exclusión, me gusta tender puentes con quienes piensan distinto. Me gusta el centro porque no exagera ni promete revoluciones o soluciones mágicas, ofrece un lugar para pensar, negociar, acordar y avanzar.

Los críticos dicen que el centro es un lugar vacío entre dos polos, dispuesto a entregarse al mejor postor y sin convicciones propias. Disiento profundamente de esa idea. La política del compromiso no es renuncia ni cobardía. Significa tener vocación de mayorías, porque los cambios, para ser deseados y sentirse propios, deben incluir la mirada de muchos. Significa abrazar el pragmatismo, porque sin ceder es imposible cambiar, y sin cambiar es imposible progresar.

Es difícil creer que los extremos pueden ofrecer mejores caminos para el progreso. Primero, porque sus ideas han fracasado o han tenido costos demasiado altos. Segundo, porque su intransigencia es incompatible con una democracia diversa y conduce al estancamiento. Pongamos la pelota al piso: por supuesto que el Estado es necesario para garantizar derechos sociales, aunque algunos en la derecha nos digan que no. Y, del mismo modo, por supuesto que el Estado no puede ser el único (ni probablemente el mejor) proveedor de esos derechos, aunque la izquierda nos diga que sí. El mejor camino está al medio, con un Estado fuerte que participa, regula y también impulsa al sector privado.

El centro es también el mejor aliado de la libertad, porque no solo defiende la libertad negativa -esa que nos permite vivir sin interferencias arbitrarias del Estado-, sino también la libertad positiva, que busca garantizar igualdad de oportunidades para que cada uno pueda perseguir sus sueños.

El gran desafío del centro está en no traicionarse a sí mismo y rendirse a los extremos. Debemos decir con orgullo que somos de centro y construir desde ahí un proyecto político. La tarea no es fácil, porque los extremos suelen ganar elecciones explotando el miedo y la angustia. Pero una tarea difícil no puede significar la renuncia. Las elecciones se ganan apelando a la razón, explicando en forma honesta cómo los cambios llegarán. Fue así como Chile eligió a grandes presidentes en el pasado: sin estridencias y con responsabilidad.

Hoy enfrentamos un proceso electoral peligroso, con dos figuras que buscan imponer su modelo al país. Así lo hicieron, cada uno, en sus proyectos constitucionales. Quien asuma la Presidencia el próximo año debe ser alguien que crea en el progreso a través de consensos amplios y no de imposiciones excluyentes.

El centro no es la moderación vacía. Es una trinchera propia y merece ser defendida.

Por Benjamín Salas, abogado, colaborador asociado de Horizontal

Más sobre:centroizquierdaderechaextremosPresidencia

COMENTARIOS

Para comentar este artículo debes ser suscriptor.

Contenidos exclusivos y descuentos especiales

Digital + LT Beneficios$3.990/mes por 3 meses SUSCRÍBETE