No todo lo que brilla es oro: Por qué no hay que compararse con lo que vemos en las redes sociales




Hasta enero de 2020, Facebook, WhatsApp y Youtube, entre otras aplicaciones, reunían a más de 3.800 millones de usuarios en el mundo. A su vez, plataformas pensadas para ser utilizadas exclusivamente mediante un Smartphone, como lo son Instagram y Tik Tok, están a la fecha entre las siete aplicaciones más populares del mundo, según plantea el portal Statista.

Si bien el uso que le damos a estas plataformas varía de una persona a otra, es común ver en nuestro feed fotos y videos editados con filtros para eliminar imperfecciones, suavizar la piel o eliminar la celulitis. Y así, un sin fin de imágenes que no son un fiel reflejo de la realidad y motivan dinámicas de comparación que nos llevan a medirnos constantemente con otras personas y a querer validarnos a través de parámetros imposibles de alcanzar.

La imagen juega un rol muy importante en las redes sociales y las personas tienden a mostrar los aspectos que más les favorecen para tener publicaciones atractivas, que llamen la atención y generan mayor interacción. El peligro está en los efectos enceguecedores que puede llegar a tener esa imagen supuestamente perfecta que vemos de los demás.

Marcela González Barrientos, psicoanalista, doctora en estudios de género y académica PUCV, explica que el llegar a preguntarnos ¿por qué a mí no y a ella sí? motiva comparaciones generadas por un cierto grado de envidia que potencia aspectos narcisistas del yo. “Es posible que algunos sujetos sean más vulnerables y propensos a compararse y asumir como verdadera esa luminosidad exitosa que el otro muestra en sus redes sociales. Desde ahí, puede surgir un sentimiento de inferioridad, de envidia, de pensar que uno desearía ser o tener todo lo que el otro es o tiene según lo que muestra”, señala Barrientos.

La experta enfatiza en la idea de que se asume que lo que vemos a través de la pantalla es lo único que hay detrás de ese otro, cuando en realidad se trata de lo único que esa persona permite y quiere mostrar. Un excelente engaño para no exponer la vulnerabilidad, pero de base lo que convive con eso es todo lo que no se muestra directamente. “Nos ponen en una noción de omnipotencia del otro cuando, en realidad, no vemos el estado en el que está la persona que postea, quien además puede disociar al máximo sus sentimiento con respecto a lo que expresa. El cómo nos pueda afectar va a depender mucho de cada persona, pero es impactante ver cómo las redes nos modelan en un permanente pedir y exigir de nuestra atención. Hacernos creer que lo que está pasando en realidad está ahí y no en la cotidianidad que vive cada persona”, explica.

Un análisis que es importante tener presente si se considera el nivel de interacción que tienen los chilenos en plataformas como Facebook, Instagram y Twitter. Según datos proporcionados por Statista, durante el período de confinamiento, Chile ocupó el primer lugar en Latinoamérica en cuanto a uso de estas redes sociales. Pero ¿de qué manera influyen en cómo vamos moldeando nuestra identidad?

En 2019, Annachiara Del Prete, Doctora en Tecnología Educativa y especialista en Estudios de Género realizó una investigación sobre este tema. A través de entrevistas realizadas a jóvenes de Valparaíso, Del Prete estudió los mecanismos que influyen en la construcción de identidades de las y los adolescentes como correlato de la alteridad. Es decir, las formas de relacionarse y de reconocerse en un otro.

Entre las conclusiones destaca el hecho de que las redes sociales se han convertido en un canal fundamental para definir la identidad y la imagen que deciden dar de sí mismos. “Hay varios factores que influyen, entre ellos se puede identificar la necesidad de los adolescentes de definirse y reflejarse en otros, esta idea de pertenecer a un grupo y ser aceptados. Las redes sociales prometían un espacio libre de condicionamientos sociales, pero es posible notar que esa libertad no existe”, explica Del Prete.

Esta preocupación de auto mejora y autoafirmación, como postula el estudio, puede provocar un cierto nivel de ansiedad ligada a la auto presentación para adquirir la validación de otros como efecto de la presión que ejercen los iguales por sobre la representación del yo. Así, se presentan casos de autocensura, forzados por las expectativas de la audiencia.

La investigadora profundiza en que la existencia del miedo a hacer el ridículo motiva a realizar una selección muy atenta del contenido que se publica, para dar a conocer únicamente los mejores momentos y no mostrarse nunca solo o deprimido. Actitudes que, desde una perspectiva de género, repercuten directamente en las mujeres.

Constanza Buneder, psicoterapeuta feminista especializada en dependencia emocional, autoexigencia y autoestima, explica que desde muy pequeñas se nos enseña la importancia de las relaciones interpersonales, lo que hace que este sea un ámbito que nos genera estrés y malestar y que muchas veces define cómo nos sentimos. “Producto de estas construcciones sociales de identidad de género, le damos más importancia a lo que los otros opinen de nosotras, cómo nos quieren, cómo nos valoran, muchas veces determinando en un 100% nuestra autoestima”, plantea.

En la investigación de Del Prete, además, se revela a través de los datos de Facebook que gran parte de las usuarias autocensuran sus mensajes bajo la estrategia de evitar una imagen no deseada. Al ser seres sociales –argumenta Buneder– es normal querer pertenecer, ser aprobadas, ser aceptadas y queridas porque es una necesidad humana. “El problema se genera cuando empezamos a buscar esta validación de personas que no nos quieren, no nos validan o tienen valores muy diferentes a los nuestros. En otros casos esto también se expresa cuando buscamos esta pertenencia en contenidos de redes sociales que no tienen nada que ver con nuestra realidad, lo que hace que nos sintamos constantemente insuficientes e inseguras”, enfatiza la especialista.

Las expertas, por otro lado, coinciden en que la franja de edad influye directamente en este moldeamiento debido al acceso y bagaje cultural consciente que tienen los sujetos en relación con el contenido al que acceden en redes sociales, siendo en el caso de niños y adolescentes considerablemente influyente al encontrarse en una etapa de desarrollo. “La identidad es multifactorial y se construye desde distintos aspectos, pero sin duda es una tarea propia de la juventud. Una etapa dificultosa en la que se busca ser uno mismo, reconocido desde sus diferencias, pero a la vez ser aceptado y parte de un grupo. Los pares juegan un rol importante en esta etapa de la vida en particular”, explica Marcela Barrientos.

En cambio, los sujetos adultos –como explica Annachiara Del Prete– son capaces de seleccionar y reconocer el ambiente en el que están y los contenidos que ven. “Si entran en una dinámica poco sana como lo es interesarse demasiado en la vida de los demás, ciertamente se provoca por el sujeto que tiende a esa actitud y no porque la red en sí misma lo provoque, es decir es un mal uso de ésta”, añade.

Entre lo real y lo virtual

La publicidad también juega un rol muy importante en potenciar dinámicas de comparación en redes sociales a través de estereotipos de una figura femenina ideal e inalcanzable. Lo que lleva a tener que realizar un trabajo constante de autoconfianza para gustarnos, aceptarnos, y así superar y dejar atrás esta industria que potencia la inseguridad.

Según la séptima encuesta sobre la imagen corporal, realizada en 2019 por el colectivo La Rebelión del Cuerpo, se reveló que el 91% de las mujeres encuestadas consideró que la publicidad tiene una incidencia directa en la construcción de la identidad. El problema surge cuando las redes sociales nos proveen de millones de contenidos curados que no son un fiel reflejo de las múltiples realidades. “La publicidad y las redes sociales muestran contenidos editados donde todo es perfecto, fácil y lindo, lo que lleva a que uno vea su realidad como carente de o insuficiente”, concluye la especialista.

Uno podría pensar que compararse respecto a otras personas nos inspira a tener metas o desarrollar alguna pasión. Sin embargo, Barrientos explica que cuando esto implica una negación de lo que es propio, es muy probable caer en una conducta mimética que podría estar motivada sólo por la apariencia de parecerse a ese ídolo, pero no en relación con lo que te puede inspirar a hacer y desarrollar por ti misma. Es decir, copiarlo desde fuera.

Constanza Buneder, psicoterapeuta feminista (@conibuneder), busca orientar y ayudar a las mujeres para que se sientan libres y seguras con sus cuerpos, comenta que en las redes sociales uno tiende a compararse “hacia arriba”, es decir, con personas que consideramos “mejores” que nosotras en algunos aspectos, como por ejemplo el cuerpo, el éxito profesional y la maternidad, entre otras situaciones. “La teoría de la comparación social dice que todos nos comparamos para evaluarnos en términos de habilidades, éxitos. Esta examinación es un mecanismo de adaptación social que las personas utilizan para para saber dónde se ubican, cómo están sus habilidades y sus logros”, detalla.

Por otro lado, desde su trabajo como coach nutricional en redes sociales, Daniela Gana, conocida en Instagram como Winnie Gana (@winniegana), ha decidido hacer una comparación entre el contenido que suele ser apto para redes sociales y lo que se da en la vida real, para así dar cuenta de que todo lo que vemos en la aplicación se rige por cánones impuestos. “La comparación puede ser nociva en términos de autoconfianza y la imagen corporal que tenemos de nosotros mismos, lo que nos puede llevar a frustrarnos mucho”, explica. Y es que, a través del contenido que publica intenta mostrarse lo más real posible. “El trabajo desde mi cuenta con el uso del hashtag #NormalizaLoQueEsNormal, busca mostrar como se ve un cuerpo sin estar ultra editado o tonificado y bronceado, algo que por lo general en Instagram no se ve”.

Sin embargo, Gana explica que trabajar desde este enfoque ha sido muy difícil, principalmente por los comentarios que recibe del tipo: “te ves gorda”, “qué asco tu desayuno”, “cómo subes esa foto horrible”, según lo ha expuesto a través de su cuenta.

Y es que cada vez son más las cuentas que buscan regirse por un enfoque más real y cercano, invitando a sus seguidores a alejarse de los estándares del cuerpo de otros como punto de referencia. Y así ser más espontáneos y libres en todas las facetas. “Al amor propio se lo ha asociado erróneamente al dejarse estar o al no preocuparse por la salud. Eso no es así, es todo lo contrario. Cuida tu salud, cuídate a ti misma, pero desde el amor propio para salir de ese estereotipo y no para querer parecerte a alguien, sino porque te amas y gracias a eso encuentras un equilibrio saludable”, finaliza Gana.

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