Paula

Hablemos de amor: Nunca recibí flores amarillas, y tampoco me hicieron falta

El 21 de septiembre, mientras en redes sociales abundaban las fotos de mujeres con flores amarillas, Isidora se preguntó por qué tantas definían su vida amorosa entre ser “espectadora” o “protagonista”. Desde su soltería, escribió sobre lo que no se dice: que también se puede vivir —y amar— sin flores.

“Nunca espectadora, siempre protagonista”. Esa fue la frase que vi repetida al menos tres veces en historias de Instagram el 21 de septiembre, junto con fotos de mujeres mostrando ramos de flores amarillas. Esta costumbre, que se volvió viral hace un tiempo, simboliza el inicio de la primavera y se ha instalado como un gesto romántico. Las palabras me quedaron dando vueltas: espectadora, protagonista. Eran los términos en que las mujeres se definían según sus relaciones amorosas: si tu pareja te hace regalos, eres protagonista; si te toca ver esto —como yo, tirada en mi cama navegando por la red social—, eres espectadora.

Como mujer soltera, me ofendió. Lo encontré ridículo. Siempre me han dicho “no seas tan grave” por sobrepensar en este tipo de cosas, pero no pude evitarlo: entré a TikTok y busqué las palabras. Y sí, era tendencia. ¿De verdad somos protagonistas de nuestras vidas solo cuando estamos en pareja y recibimos regalos? ¿Nadie piensa en las mujeres solteras?

Hubo un tiempo en que pensé que ser soltera era lo nuevo. Que la it girl del momento era la mujer independiente que perseguía el éxito profesional o que agarraba la maleta y se iba detrás de aventuras viajeras. Que tener pareja ya no era una obligación que tachar de la lista, ni la falta de ella una señal de que estábamos fallando en algo.

Pero mi fuente de información moderna me confirmó lo contrario: los discursos tradicionales están de vuelta. Y no solo con lo de protagonista/espectadora. También aparecieron los princesos, hombres que no cumplen con los roles clásicos de masculinidad —como pagar en la primera cita—, y las tradwives, mujeres que quieren abrazar los roles tradicionales de “buena esposa” y “dueña de casa”.

Entre los videos me encontré frases como:

“Algún día llegará ese hombre que te hará protagonista y no espectadora”

“El hombre correcto te hará protagonista, nunca espectadora”

“Algún día dejaré de ser espectadora y seré la protagonista”

“Niñas, ya no soy espectadora: él me hizo protagonista”

Y ahí pensé: quizás estoy hablando desde los celos. Nunca he recibido un gesto de romanticismo, y puede que cuando te llega un regalo —flores amarillas, por ejemplo— quieras compartirlo con el mundo. Pero sigo convencida de que las palabras tienen poder. Y que cuando se repiten tanto, nos van quedando en el inconsciente.

Lo que más me inquieta no son los posts de quienes se sienten protagonistas, sino los de quienes se sienten espectadoras por no tener pareja ni recibir regalos. Porque ser “espectadora” es ponerse en un lugar pasivo, como si las mujeres no eligiéramos con quién estar, sino que estuviéramos esperando que alguien viniera a elegirnos.

Y yo, honestamente, prefiero ser espectadora de mil flores ajenas antes que dejar que mi vida se defina por si alguien me elige o no.

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