Niñez y actividad física: ¿cómo recuperar una infancia en movimiento?
En Chile, las niñas y niños se quedaron quietos. Demasiado quietos. Según la última Encuesta Nacional de Actividad Física, 7 de cada 10 niños y niñas entre 5 y 17 años, no cumplen con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en esta materia; es decir, realizan menos de 60 minutos de actividad física moderada al día. Según el mismo instrumento, en la adolescencia el número empeora: 9 de cada 10 no alcanza el estándar internacional. ¿Cómo ponemos en movimiento a las generaciones más jóvenes?

Largas horas sentados en el colegio, frente a una pantalla en la casa y a dormir. En la última década, esta realidad se ha traducido en un aumento en el sedentarismo, la malnutrición por exceso y los problemas de salud mental en niñas y niños que cambiaron las plazas por una tablet y los juegos con amigos por horas de reforzamiento académico.
Los espacios para jugar, explorar y expresarse de manera libre han perdido terreno y los datos no son optimistas. Un 22% de las niñas y niños en Chile tienen algún grado de malnutrición por exceso, según el último Mapa Nutricional JUNAEB, una de las tasas más altas en el mundo. “Chile enfrenta una crisis silenciosa en salud infantil con grandes consecuencias. La actividad física es una de las principales herramientas para prevenir la obesidad y también tiene efectos muy positivos en la salud mental de niñas y niños”, dice Paloma Del Villar, directora del Observatorio Niñez Colunga.
El juego libre (sin un adulto que guíe la experiencia) y la conexión con el cuerpo son esenciales para cuidar la salud física desde los primeros años de vida, con impactos positivos en la salud cardiorrespiratoria y musculoesquelética. Pero jugar, saltar, correr y bailar, son más que acciones físicas. Movernos también nos ayuda a procesar emociones, liberar tensiones, conectar con otros y sentirnos bien.
“Al enfocarnos solamente en los beneficios físicos del ejercicio, limitamos el potencial que tiene la actividad física en otras áreas”, dice el académico del Departamento de Educación Física, Deportes y Recreación de la Universidad de La Frontera y director del grupo de investigación UFRO Actívate, Nicolás Aguilar.
“Hacer ejercicio es sinónimo de pasarlo bien, de disfrutar, de compartir: aspectos sociales claves para el desarrollo social y cognitivo de niños y niñas”, agrega el experto. Así, la falta de movimiento tiene consecuencias físicas, sí, pero también afecta el desarrollo emocional, la autoestima y la regulación del estrés.
En el contexto escolar, realizar actividad física aporta a un mejor clima escolar, a un mayor rendimiento académico y en aspectos tan claves como la asistencia de niños y niñas a las escuelas. “No es un accesorio del currículum, es una prioridad de salud pública”, agrega Del Villar.
Entonces ¿qué podemos hacer para crear niñas y niños más activos? En Fundación Patio Vivo quizás hayan encontrado parte de la respuesta. “El espacio es el que gatilla el movimiento”, dice Ángela Ibáñez, cofundadora y directora de Expansión de la organización. Desde esa premisa, repensaron los patios de las escuelas, tradicionalmente planos, y los convirtieron en herramientas pedagógicas con espacio para todos y todas, con túneles, plantas, estructuras para escalar, barras, entre muchos otros recursos que adecúan a las necesidades de cada comunidad educativa.
“Se ha observado que los niños tienden a ocupar más espacio que las niñas, porque son los que, en general, juegan fútbol, pero cuando esto se media y se favorece a través de intervenciones, la repartición de estos espacios puede ser equitativa”, aporta el académico UFRO.
“Cuando desarrollamos un paisaje de aprendizaje, empiezan a aparecer nuevas estructuras de juego, más naturaleza, lugares para hacer clases al aire libre. Entonces, el uso del espacio se vuelve mucho más inclusivo, más democrático, y hay lugar para diferentes tipos de movimiento”, afirma Ibáñez y agrega “Lo que es muy bonito, es que los niños quieren llegar antes e irse después para seguir jugando, demostrando que cuando tú promueves el juego activo, estás hablando el lenguaje de la infancia”.
Desde 2017, un proyecto de ley busca asegurar 60 minutos diarios de actividad física en las escuelas, por ahora, mientras no sea una realidad, las familias también pueden incorporar el ejercicio dentro de la rutina, a través de actividades como paseos, caminatas, bailar en la casa y estructuras que promueven que los niños creen sus juegos de manera libre.
Los expertos concuerdan: el ejercicio es el medio más cercano, y posiblemente el más efectivo, para favorecer cambios en aspectos como el rendimiento académico, la convivencia escolar y el bienestar integral. Así, está en la base para construir una sociedad y un país que se sienta y esté bien.
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