Paula

Qué estamos soñando durante una pandemia (y por qué)

siesta

El 26 de marzo la periodista científica Laura Helmuth inició un diálogo en redes sociales luego de consultar por Twitter a sus seguidores si habían tenido sueños extraños en este último tiempo: "¿Alguno ha tenido pesadillas relacionadas al coronavirus? Anoche soñé que millones de personas teníamos que subir una cuesta empinada en una escalera vieja y todos sosteníamos el mismo pasamanos infectado", relató.

Las respuestas fueron de todo tipo, pero dieron cuenta de que la actividad onírica ha aumentado y, para muchos, ha estado directamente relacionada a la contingencia. "He soñado todas las noches la última semana, y en múltiples de esos sueños siento angustia por estar muy cerca de las personas. De lo contrario, una vaga sensación de fatalidad que siempre está presente", fue una de las respuestas. "En mi sueño yo era la única sobreviviente", fue otra. "Todos caminaban envueltos en burbujas de plástico", decía otra.

Sigmund Freud escribió en su ensayo Más allá del principio de placer (1920), que en tiempos de crisis y amenaza exterior, en los que impera una sensación de angustia e incertidumbre, los sueños adquieren una connotación distinta. Usualmente, suelen ser una expresión y vía directa a nuestro inconsciente que, en su proceso de formulación, mezclan los restos de nuestra cotidianidad y los deseos que han sido reprimidos a lo largo de nuestras vida. Pero, frente a situaciones críticas en las que la realidad se torna muy difícil de procesar, el sueño aparece como un intento de representación de lo que se vive internamente, a nivel individual y colectivo, y por ende es mucho más directo.

Según explica el psicoanalista y docente de la Universidad Diego Portales, Felipe Matamala, este sueño es distinto al sueño de la cotidianidad y da cuenta de aspectos ligados al trauma. "Los sueños traumáticos, que aparecen cuando la realidad nos impacta de sobremanera y cuando la ansiedad es muy elevada, ya no cumplen con ser un reflejo de nuestros deseos reprimidos, sino que de la angustia que se está viviendo. En estos casos, lo que buscan es tramitar la experiencia de trauma que no podemos tramitar a nivel consciente".

En ese sentido, según el especialista, el hecho de que soñemos más puede ser un indicador de que la situación que atravesamos a nivel mundial nos genera mayor angustia que lo habitual y, por lo tanto, nuestro inconsciente automáticamente busca transmitirlo con mayor frecuencia. "Si bien son fuertes y difíciles de procesar, los sueños traumáticos indican que nuestro aparato psíquico está procesando la información que difícilmente se logra procesar a nivel consciente y eso es bueno. Terminan siendo un desahogo y vía de escape para lo que sentimos al interior", explica Matamala.

En The Third Reich of Dreams, escrito por la periodista alemana Charlotte Beradt en 1966, la autora recopila alrededor de 75 relatos en los que distintas personas que habían vivido durante la dictadura de Hitler hablan de sus sueños. Descubrió así que uno que se repetía con frecuencia tenía que ver con una máquina que leía la mente, y que varios trataban la temática del control. En su investigación planteó que "estos sueños, estos diarios de la noche, fueron concebidos de manera independiente a la voluntad consciente de sus autores. Fueron, por así decirlo, dictados por una dictadura".

Y es que, como explica Patricia Vargas, psicóloga clínica de la Universidad Adolfo Ibáñez especialista en psicología analítica junguiana –dada por el médico psiquiatra y colega de Freud, Carl Gustav Jung–, cuando nos enfrentamos a fenómenos como un terremoto, una pandemia o una situación colectiva compleja, es imposible que la personalidad de alguien no reaccione. Y aunque una persona no se acuerde de sus sueños, su inquietud interna que no explicitó para sí mismo o hacia fuera, alcanza tal grado de energía psíquica que igual se cuela en el recuerdo. "Esto pasa por el impacto que tienen los eventos colectivos que vivimos. Porque el mundo inconsciente es también un órgano receptivo y adaptativo a los eventos del mundo externo. Y si entendemos que los sueños vienen del mundo inconsciente, pero están conectados con la totalidad de la vida de las personas, entendemos que nunca son ajenos a lo que nos pasa, a lo que pensamos o a nuestras actitudes conscientes", explica.

Hay, según Vargas, al menos siete maneras distintas de entender e interpretar los sueños, y todas son complementarias y pueden ser útiles para una misma persona en distintas etapas de su vida. En lo que no hay tanta flexibilidad es al plantear que los sueños son contenido psicológico personal y subjetivo, que son formulados a partir de dos aspectos y reacciones humanas: la primera es la consciente –que tiene que ver con cómo procesamos la experiencia, cómo la vemos y cómo la pensamos individual y colectivamente– y la segunda es la emotiva y simbólica, que proviene del mundo del inconsciente.

"Es esa reacción emotiva y simbólica la que hace que logremos adaptarnos a las situaciones externas. Porque una cosa es el 'tengo susto', que es una reacción consciente en estado de vigilia, y otra cosa es lo que la conciencia no alcanza a percibir. En los sueños, el inconsciente responde desde la totalidad de la persona, es decir, va tomar lo que piensa pero va a agregar detalles al que no tenemos acceso de forma lúcida. Por eso, los sueños pueden amplificar, exagerar o subrayar cosas que estamos viviendo", explica.

En ese sentido, los sueños no son ajenos a lo que comemos durante el día o a nuestra situación biológica o estado físico. Así como tampoco son ajenos a los detalles más implícitos depositados en nuestro inconsciente. Y por lo mismo, en una situación de pandemia mundial, hacen de espejo y tratan de reflejar lo que sentimos, pero más allá de lo que creemos sentir. Porque en definitiva son una forma de procesar –a través de imágenes y símbolos– ese impacto.

En estos días, Vargas ha estudiado los sueños de sus pacientes y se ha encontrado con que hay dos grupos de personas: para algunos, la situación actual es detonante de caos o temores previos y sueñan con peligros que no han resuelto. Otros, en cambio, responden filosóficamente y sus sueños son reflexiones respecto a la trascendencia, la vida y la muerte, y la posibilidad de conectarnos con el mundo entero.

A su vez, ha podido analizar que dentro de las personas más sensibles, que son emotivamente más reactivas y menos racionales para procesar experiencias, hay un grupo que tiende a reaccionar con imágenes y sueños relacionados a catástrofes naturales y desplazamientos de continentes. Versus el otro cuyos sueños son protagonizados por temáticas relacionadas al aislamiento y la soledad. "Finalmente, los sueños son una estructura inconsciente que con ciertas herramientas de imágenes del mundo físico y arquetipos logran amplificar o complementar lo que ya estamos procesando de manera consciente. Pero eso que surge del inconsciente ayuda a darle más sentido a lo que estamos viviendo. Se trata de un lenguaje simbólico que subraya lo que se vive en el mundo real", explica.

Y es que, como dice Felipe Matamala, estamos en un momento de transición entre una realidad anterior y la actual, por lo que estamos en un intento constante por tratar de procesar lo que está ocurriendo. "Los sueños son una expresión de nosotros mismos que hablan de cómo digerimos de manera individual, pero también colectiva, la situación actual".

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