Tecnología para todos: Los sensores de glucosa que evitan pinchazos, pero cuyo costo no está cubierto por el sistema de salud

Dos mamás de niños con diabetes tipo 1 se encuentran en campaña para promover la cooperación institucional para el uso de este sistema, el cual según ellas sería de gran ayuda tanto para los pacientes como para sus familias.




Cerca de 23 mil personas en Chile viven con diabetes tipo 1, de las cuales más de 10 mil son niños y niñas. Sin ir más lejos, se trata de la segunda enfermedad crónica más común en la infancia, y la incidencia entre menores de cinco años está aumentado en un 3,8% a nivel internacional. Dentro del tratamiento indicado está la medición periódica de los niveles de azúcar en la sangre y la inyección de insulina o el uso de bombas de insulina.

Estas personas y niños deben pincharse el dedo alrededor de ocho veces todos los días para obtener sus índices de glucosa y así evitar la hipoglicemia o hiperglicemia en el largo plazo, así como otras enfermedades como problemas al riñón y al corazón, entre otros. Este tratamiento está incorporado dentro de las patologías GES, pero existe otra forma de medir la glucosa que es más cómoda y fácil de usar, tanto para el paciente como para su cuidador, cuyo precio no está cubierto en el sistema de salud y puede llegar a los $90.000 mensuales.

Se trata de un sensor de glucosa, el cual se instala en el brazo del paciente y que mide la glicemia a lo largo de todo el día. La gracia es que esta medición es continua y se puede escanear usando el celular, y los resultados quedan guardados en una nube, siendo de fácil acceso a médicos tratantes a lo largo del país, o incluso del mundo.

La difusión de este sensor fue lo que unió a Angelita García y Pía Zaldívar, dos amigas que hoy se encuentran impulsando la campaña #sensordeglucosaparatodos, que tiene como objetivo visibilizar esta opción y hacer un llamado a las autoridades sanitarias a ayudar a que más familias tengan acceso a este sistema, cuyo precio queda fuera del alcance de muchas personas.

“Tengo cuatro hijos y el menor debutó con diabetes cuando tenía poco más de tres años, hace casi tres años y medio”, cuenta Angelita, que tras salir de la clínica con el diagnóstico comenzó a usar “el método análogo” para pinchar a su hijo y así ir midiendo sus niveles a lo largo del día. El problema fue que el niño es muy sensible y debía ser medido varias veces al día, y en una ocasión, como cuenta “la vimos fea”. Fue en ese momento que Pía, a quien ya conocía hace un tiempo, se acercó a ella para recomendarle el sensor.

“Una nunca quisiera sentir que su hijo es valiente o resiliente. Son palabras fuera del contexto infantil. La resiliencia abarca el peso de tener que hacerte cargo de algo que a la edad de los niños no corresponde. Cuando ves que tu hijo se hace resiliente frente a los pinchazos, o lo asume como parte de su vida, es triste y quisieras que no tuviera que hacerlo”, dice Angelita y agrega: “Pero hay que subirse a este barco que no frena, que no tiene feriados ni festivos. Y la mejor manera de hacerlo es enfrentándolo de una forma lo más normal posible. No hay que tirarlo al extremo positivo porque no es un circo, pero tampoco tiene que ser algo negativo que se va a llevar a la familia por delante”.

En el caso de Pía, ella usó el sensor con su hija desde el minuto uno por recomendación del especialista que la trató. “Es un trabajo de aprendizaje constante, de temer por la vida de mi hija”, cuenta y agrega: “La diabetes no se estabiliza, siempre está inestable, siempre se puede mejorar algo. Por eso planteamos la campaña, porque este sensor viene a aliviar la vida diaria del cuidador y del niño”.

El sensor también ayuda a paliar la falta de especialistas en zonas extremas, porque la información se sube a una nube y un doctor desde Santiago puede ver cómo va la salud de un niño en Arica y hacer los cambios pertinentes en su tratamiento”, cuenta Pía. “Incluso a nosotras que tenemos la suerte de tener los medios para comprar el sensor cada 15 días, se nos hace muy desgastante. Hay que hacer todo un trabajo familiar, no es fácil mandarlos al colegio, o que alguien más los cuide. Entonces el sensor es una herramienta muy valiosa para el control de la salud de los pacientes, para su salud mental y para la del cuidador”, añade.

Para conocer más sobre la campaña de Pía y Angelita, revisa la cuenta de Instagram @sensordeglucosaparatodos.

Una herramienta útil

“El sensor de glucosa permite entender cómo se comporta el cuerpo de las distintas personas a lo largo del día o en la noche que es cuando no se suele medir y donde pueden aparecer sorpresas como baja de glicemia, lo que a la larga implica riesgos de factores cardiovasculares”, dice el diabetólogo Javier Vega.

De todas formas, aunque asegura que es una herramienta útil tanto para el médico como para los pacientes, el especialista asegura que el tratamiento estándar sigue siendo el hemoglucotest (pinchazos), especialmente cuando hay circunstancias adicionales, como hipoglicemia o hiperglicemia. Pero para el resto del día el sensor puede ayudar bastante y además se usa con comodidad, cosa que el paciente no tenga que estar buscando un lugar limpio o ir a lavarse las manos cada vez que se tenga que hacer un test”.

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