Política

El largo camino de José Antonio Kast para llegar a La Moneda

Casi una década tardó el líder republicano en conquistar el poder. Un periplo que tomó nuevos rumbos tras renunciar a la UDI, donde -sin éxito- desafió a los fundadores del partido, lo que lo obligó a formar su propia colectividad y -con el paso del tiempo- a morigerar sus posiciones más conservadoras para desembarcar en el palacio presidencial.

El largo camino de José Antonio Kast para llegar a La Moneda JONNATHAN OYARZUN/ATON CHILE

Ya entraba la noche cuando José Antonio Kast y su más cercano asesor, Cristián Valenzuela, emprendieron camino rumbo al Aeropuerto de Santiago.

Era el 29 de noviembre de 2021 y apenas ocho días antes -el domingo 21- Kast había pasado a segunda vuelta con el 28% de respaldo.

Aunque en esa ocasión fue el candidato más votado -su contendor Gabriel Boric obtuvo el 25,8%- la realidad comenzaba a imponerse: todas las encuestas y los análisis internos auguraban un triunfo del diputado frenteamplista de 35 años recién cumplidos.

En plena ruta a lo que era un sorpresivo y desconcertante viaje a Estados Unidos en medio del balotaje, Kast miró a Valenzuela y le dijo:

-“No va a ser”.

-“No”, consintió el asesor, “No va a ser”.

El periplo continuó sin otros sobresaltos.

El vaticinio resultó correcto. Tres semanas después el candidato de la centroizquierda fue electo Presidente de Chile con el 55,87% de los votos.

En su segundo intento por llegar a La Moneda, el líder del Partido Republicano había obtenido el 44,13% de respaldo.

Nada mal para el rebelde de derecha que se había declarado incluso opositor al entonces Mandatario Sebastián Piñera, cuyo gobierno apenas logró resistir el estallido social de 2019 y que enfrentó la pandemia del Coronavirus.

Nada mal, pero insuficiente.

El sabor era amargo, pero el resultado dejó a Kast en la pole position para intentarlo nuevamente en 2025. Iban a pasar cuatro años de cambios, renuncias y nuevas alianzas para que el resultado fuera el contrario.

El camino propio

Fue el último día de mayo de 2016, hace ya casi diez años, que Kast renunció a más de 20 años de militancia en la UDI.

No era un quiebre cualquiera. Los lazos del entonces diputado con sus correligionarios no sólo eran ideológicos y familiares sino que también tenían una fuerte carga emotiva: Kast había liderado una generación de recambio en la UDI que desafió -sin éxito- a los fundadores del gremialismo.

El secretario general del partido de ese entonces, Guillermo Ramírez, llevaba varios días en una clínica de la capital, acompañando a su madre, aquejada por una enfermedad, cuando fue sorprendido a primera hora de la mañana por la visita de Kast.

En plena sala de espera del recinto médico, el diputado le entregó una carta. “Lamento tener que venir para acá”, le dijo.

“Estuve en reflexión por mucho tiempo y el plazo que me di fue mayo”, se justificó. Kast le entregó su carta de renuncia.

kast

“Mi renuncia la hago en este momento porque no obedece a una reacción de indignación ni está vinculada a ningún acontecimiento coyuntural, sino que es fruto de una larga reflexión que me ha llevado a la convicción de que simplemente es lo que corresponde hacer”, se leía en la misiva.

El anuncio público Kast lo hizo un par de horas más tarde y, luego, profundizó en sus razones desde el Congreso: críticas a la prórroga en la presidencia de la UDI del en ese entonces timonel Hernán Larraín, molestia por la permanencia en el partido de Jovino Novoa (hoy fallecido) tras su vinculación al Caso Penta y la convicción de que la colectividad se había alejado de sus ideales fundacionales.

En realidad su renuncia a la UDI era un paso táctico: en la cabeza de Kast ya se estaban fraguando planes mayores. Un año antes -en 2015- el parlamentario había reconocido públicamente su interés en postular a La Moneda. “Si logro influir, si logro convencer de que este es el camino que hay que seguir, claramente seguiré con mis aspiraciones presidenciales”, dijo el mismo día que renunció al partido, mientras comenzaba a levantar un discurso de derecha más purista y abiertamente conservador, alejado del gradualismo que atribuía a Chile Vamos.

No se fue solo. Unos treinta militantes -poco conocidos, pero varios leales hasta hoy- lo acompañaron. Desde ahí levantaron la ONG Influyamos, una plataforma política que se convirtió en el vehículo inicial para su primera candidatura presidencial en 2017. Por ese entonces también comenzó a formarse su círculo de hierro entre los que destacaba Cristián Valenzuela y el aún diputado UDI Arturo Squella.

Para abril de ese año ya tenía las firmas exigidas por el Servel para levantar su postulación como independiente. Y aunque Chile Vamos -que impulsaba la repostulación de Sebastián Piñera- intentó persuadirlo para competir en primarias, Kast rechazó la invitación.

Fue entonces que se produjo una primera sorpresa ya que esa primera incursión tuvo más impacto del que anticiparon los sondeos de opinión. En noviembre de 2017 obtuvo el cuarto lugar en primera vuelta con 7,93% de los votos, muy por encima del 2-3% que le atribuían las encuestas.

Tras su derrota, Kast ofreció apoyo inmediato a Piñera e incluso, ofició como apoderado de mesa del entonces candidato en una mesa del Estadio Nacional. Pero la luna de miel fue breve y la relación entre ambos nunca fue fluida.

2017: José Antonio Kast llega al Estadio Nacional a ejercer como apoderado de mesa

Hacia 2020, ya con el Partido Republicano legalmente constituido, la colectividad se declaró opositora al gobierno, el segundo de derecha desde el retorno a la democracia y ambos liderados por Piñera. La Ley de Identidad de Género, la reforma tributaria y el proceso constituyente respaldado por La Moneda fueron considerados señales de un rumbo que, a su juicio, La Moneda había extraviado.

Ese primer ciclo terminó por definir el sello de Kast. El diputado comenzó a consolidarse como líder de una derecha nueva, sin complejos y abierta a reivindicar símbolos que -aseguraba- la UDI y RN habían dejado atrás.

En su primera aventura a La Moneda, en un acto de apoyo del mundo de los exuniformados, se entonó la tercera estrofa del Himno Nacional, eliminada en la transición a la democracia. También respaldó el polémico “Bus de la Libertad”, una criticada iniciativa transfóbica liderada por el Observatorio Legislativo Cristiano.

Esas controversias lo fortalecieron en un nicho de la derecha que encontraba en él lo que consideraban una identidad perdida en la derecha tradicional.

La derrota del 2017 no lo dejó desanimó. En abril de 2018 lanzó Acción Republicana -la antesala del partido- y se dedicó a recorrer el país. Fue un trabajo que su propio entorno ha definido como silencioso, pero también áspero. Recorrió universidades, hizo charlas y fue enfrentado por grupos que rechazaban su presencia. El episodio más grave tuvo lugar en la Universidad Arturo Prat de Iquique, donde una “funa” terminó a golpes.

Kast agresión

Lejos de disuadirlo esos episodios terminaron convirtiéndose en parte del relato de Kast. El jueves, en su discurso de cierre de campaña en Temuco, aseguró que “si yo salgo electo, quiero ser el presidente de todos los chilenos. Y demostrarle a cualquier comunista que uno puede defender sus ideas sin agredir, sin golpear, sin insultar, sin agredir por redes sociales. Se los dice alguien que ha sido agredido varias veces”.

La consolidación

Mientras aún era visto como un dirigente de segunda línea, José Antonio Kast dio el primer paso institucional en su camino a la conquista del poder: en junio de 2019 inscribió ante el Servel el Partido Republicano. Ese gesto formalizó la expresión de una identidad política que, insistía, la centroderecha había ido desdibujando. Para 2021 ya habían logrado constituirse en todo el territorio nacional.

Ese período coincidió con la instalación del debate constitucional frente al cual levantó una fuerte oposición. Kast, que había rechazado el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución, la salida política que el gobierno de Piñera pactó para encauzar el estallido social, se transformó en una de las voces más activas contra el plebiscito de entrada del primer proceso constituyente.

El triunfo aplastante del Apruebo en octubre de 2020 obligó a que la derecha, para evitar la dispersión que debilitara más aún al sector, levantara una lista única en las elecciones de los miembros a la Convención Constitucional. Para el Partido Republicano fue la confirmación de que su partido había dejado de ser un proyecto incipiente y empezaba a competir en serio.

Pero lo que realmente le quitaba el sueño a José Antonio Kast no estaba en la Convención. Su objetivo seguía siendo La Moneda. El primer intento presidencial había sido casi artesanal, pero el segundo fue una operación de mucha mayor envergadura.

Con Cristián Valenzuela como su asesor principal y la periodista Carolina Araya ocupando un rol estratégico en las comunicaciones -ambos figuras clave desde el inicio de su camino fuera de la UDI-, el equipo se había vuelto más robusto. La llegada de Arturo Squella a Republicanos en 2019 fortaleció la estructura interna, mientras que la jefatura de la campaña quedó en manos de Julio Feres, amigo de años del candidato.

Su propia imagen, comparada con su primer intento, se modernizó: el jingle “Vota 2, vota Kast” -obra del creativo Felipe “Yeti” Costabal- se viralizó de tal forma que se reeditó para esta elección. El republicano se abrió a explorar una veta menos formal, sobre todo en redes sociales.

Contra todo pronóstico, Kast pasó primero a la segunda vuelta que lo enfrentó a Gabriel Boric, dejando en un lejano cuarto lugar al abanderado oficialista Sebastián Sichel.

Aun así, y pese al apoyo cerrado de la derecha, esa campaña tuvo un talón de Aquiles: Boric se convirtió en su antítesis política y generacional. El contexto tampoco jugaba a su favor. El impulso aún fresco del estallido social, sumado a la expectativa que generaba la Convención Constitucional -cuyo texto sería rechazado meses después-, empujaron la contienda hacia un terreno imposible para el candidato.

Kast terminó atrapado en polémicas valóricas y la oposición levantó duros cuestionamientos sobre el -supuesto- peligro que implicaba para las mujeres y las minorías su opción presidencial.

El 19 de diciembre de 2021 Boric le propinó una contundente derrota de la que sacó valiosas lecciones para el futuro.

Prueba de gobernabilidad

La victoria aplastante del Rechazo en 2022 generó un remezón en el oficialismo y un triunfo contundente para la derecha y los sectores de centro que manifestaron su oposición al proyecto de nueva Constitución validado por los sectores de izquierda.

El Partido Republicano vio con distancia como a los días, Chile Vamos comenzó a negociar con el oficialismo el proyecto que terminó por habilitar un segundo proceso constituyente.

Y aunque la bancada completa del partido de José Antonio Kast rechazó la moción, decidieron apostar fuerte a la elección de miembros del Consejo Constitucional. Republicanos alcanzó 23 escaños y la derecha en conjunto obtuvo los ⅔ para confeccionar, sin contrapesos, el nuevo texto constitucional.

Kast como máximo líder del Partido Republicano controló todo el Consejo Constitucional y desde ahí, junto a sus consejeros, redactaron un texto de derecha y con temas valóricos que representaban a su colectividad, lo que le valió tensiones incluso con Chile Vamos. La propuesta fue desechada en el Plebiscito de fines de 2023 y puso en cuestión la capacidad de articulación del candidato.

Esas dos lecciones -la de 2021 y la de 2023- marcaron a fuego el diseño de su campaña 2025. Cristián Valenzuela, hoy sindicado como el arquitecto de su campaña, levantó lo que hoy llaman un “gobierno de emergencia”: un relato que buscaba evitar cualquier desvío hacia temas identitarios o controversiales que pudieran restarle apoyo mayoritario. Seguridad y economía se transformaron en los dos ejes de base, sin espacio para experimentos ni banderas que despertaran viejos fantasmas.

El principal asesor de José Antonio Kast, Cristián Valenzuela. Diego Martin

El diseño debió enfrentar varios embates. La carta de Chile Vamos, Evelyn Matthei, se alzó como favorita en los inicios de la campaña y -una vez que ésta comenzó a tambalear- la amenaza a Kast vino por el flanco derecho: Johannes Kaiser, un exaliado que fundó su propia colectividad, el Partido Nacional Libertario, acusando a su otrora mentor de haber renunciado a sus principios.

La campaña fue tan dura que -hasta último momento- Matthei mantuvo en suspenso su apoyo a Kast en caso de pasar a segunda vuelta.

Pero los fantasmas fueron exorcizados la misma noche de la primera vuelta cuando la alcaldesa visitó al abanderado republicano en su sede. A solas, por escasos minutos, ambos parecieron superar sus diferencias.

Y aunque la carta oficialista, Jeannette Jara, logró pasar con ventaja en esas elecciones, esta vez las cosas se vislumbraban muy distintas: no sólo la derecha tradicional sino que también los partidos de centro se cuadraron rápido con su candidatura.

El gesto más simbólico de respaldo fue una fotografía con el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle (DC) durante una visita en su casa.

Tanta era la confianza en un triunfo que les fue esquivo por casi una década que grupos especializados trabajan desde hace semanas en perfiles para el gabinete y otros cargos clave del Estado. Este último viernes 12, sus colaboradores iniciaron -además- la mudanza hacia la casa que funcionará como centro de operaciones de aquí a marzo, cuando se instale en La Moneda.

En octubre de 2024, en entrevista con La Tercera, Kast prometió que una nueva postulación a La Moneda en estas elecciones sería su último intento.

Pero esta vez la tercera fue la vencida.

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