La columna de Francisca Jünemann: “Adelina Opazo”

FRANCISCA JÜNEMANN 2017

"Cuidar a un adulto dependiente que casi no se puede mover es tanto más difícil que a una pequeña guagua que se toma con facilidad en brazos. Hacerlo sólo de a uno es casi imposible. Por eso el Sistema Nacional de Cuidado debe nacer bajo la concepción que no hay sólo un cuidador principal al cual entregarle beneficios, sino varios que deben compartir el deber. Padre y madre son dos e hijos ojalá también sean más de uno para distribuir una tarea dura y permanente".


Esta, la primera columna del 2024, la dedico a la mujer más grande, la más fuerte, la que es mi referente y a quien un cáncer le está robando la vida..

Es la segunda columna que escribo con nombre de mujer. La primera, “Karen Poniachik”, fue por una amiga que pude acompañar cuando, también un maldito cáncer, se la llevó. Una mujer líder en Chile, la primera Ministra de Minería de nuestro país y pionera que logró incluir a Chile en la OCDE y sobre todo, una gran madre.

La Ade en cambio, no ha tenido conocimiento público porque ha dedicado su vida al trabajo más silencioso, pero más valioso del ser humano, el cuidar, acompañándome con sus cuidados en mi niñez, desde que nací y luego en mi maternidad, cuidando a mis tres niños, que son sus nietos.

Cuidó a su vez a sus propios hijos, también tres, trabajando en su casa y fuera de ella, con largos trayectos de ida y de vuelta, madrugando y terminando tarde, porque cuando se acababa el trabajo fuera de la casa seguía para ella el trabajo en su hogar. Alimentó, vistió, bañó y tejió siempre esos chalecos para las niñitas y los niños de la familia que iban llegando, tantos sobrinos en una familia tan grande. Empezaba con tiempo a tejerlos y hacía entrega de ellos con el valor del regalo hecho con las propias manos. Porque han sido sus manos, ahora inmovilizadas, su herramienta de trabajo en un cuerpo con una de las mentes más lúcidas que he conocido, con una memoria fuera de lo común que le hubiesen permitido, si todas las personas tuviéramos una buena educación y las mismas oportunidades, ser una gran ejecutiva o empresaria.

En este doloroso trayecto de su enfermedad, otras mujeres me han conmovido profundamente, cuidándola día y noche, sin respiro. Sus dos hijas, Andrea y Berna, profesionales, ingenieras ambas, que no se han separado de su lado gracias al teletrabajo, una como independiente en su propia consultora y la otra como dependiente en un empleo humano, que le ha entregado toda la flexibilidad para que pueda acompañar a su madre.

Cuidar a un adulto dependiente que casi no se puede mover es tanto más difícil que a una pequeña guagua que se toma con facilidad en brazos. Hacerlo sólo de a uno es casi imposible. Por eso el Sistema Nacional de Cuidado debe nacer bajo la concepción que no hay sólo un cuidador principal al cual entregarle beneficios, sino varios que deben compartir el deber. Padre y madre son dos e hijos ojalá también sean más de uno para distribuir una tarea dura y permanente.

Conversando en el hospital, Andrea tuvo la idea que la Ley SANNA -seguro que entrega por una cotización adicional un permiso de hasta 180 días para cuidar a hijas e hijos menores de edad con cáncer, trasplante de órganos o internados en cuidados intensivos- sea extendida cuando madres y padres están en la etapa final. Porque teletrabajar en momentos tan críticos tampoco es el ideal; debemos tener derecho a nuestros espacios exclusivos de cuidado para hacerlo bien.

Tal vez esa sea la próxima causa si al fin nuestros políticos se logran poner de acuerdo y sacan adelante el principal proyecto de ley para el empleo formal de las mujeres y para apoyar el cuidado: el derecho a sala cuna para personas trabajadoras con niñas y niños menores de dos años.

Que nos entreguen de regalo del nuevo año que comienza, el diálogo y el acuerdo por esas mujeres que los han cuidado. Muy feliz 2024 para ustedes y sus familias.

La autora es presidenta ejecutiva ChileMujeres.

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