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Los gérmenes que transformaron la historia

Jared Diamond, académico de la Universidad de California y ganador del Pulitzer, escribe acerca de cómo durante eones las epidemias han causado muertes masivas y perturbaciones sociales, con efectos amplios en la política, el comercio, la migración, la colonización y las conquistas.

El Triunfo de la muerte, obra de Pieter Bruegel que data de 1562, muestra los efectos de la plaga. Crédito: Creative Commons Baztan Lacasa Jose

La pandemia de Covid-19 es un fenómeno casi único en la historia mundial. El único precedente por su rápida expansión a cada continente, la muerte de gente por doquier y la devastación de economías locales y el comercio internacional, fue la pandemia de influenza de 1918-19.

En ambos casos, los gérmenes tras la pandemia no eran particularmente letales. Tanto el Covid-19 como la influenza caen dentro del rango normal de enfermedades medianamente infecciosas. Comparadas con la viruela y el Ébola, matan a un porcentaje menor de sus víctimas y su transmisibilidad persona a persona no es inusual. Lo que los distingue del resto, lo que los ha convertido en pandemias de alcance global, es el transporte moderno: veloces buques a vapor para la influenza y aviones jet para el Covid-19.

Por supuesto que han existo múltiples epidemias comunes en la historia humana, patologías que se han esparcido más lentamente a lo largo de grandes áreas, pero sus efectos han sido profundos. Durante el curso de la historia escrita y en el registro arqueológico abundan ejemplos de gérmenes que producen altos índices de mortalidad y trastornos sociales y políticos, con efectos de amplio espectro en las economías locales, el comercio, la migración, la colonización y la conquista.

¿El Covid-19 transformará también nuestra era? ¿Estamos entrando en una era de pandemias? Es muy temprano para decirlo, pero la larga historia de los gérmenes como agentes de cambio histórico puede proveer una perspectiva necesaria y, tal vez, una ventana a la manera en que el Covid-19 y sus probables sucesores van a moldear nuestro destino, para bien o para mal.

Consideremos un primer caso familiar: la bacteria de la plaga, la cual se transmitió de roedores a humanos a través de pulgas, para luego propagarse de Asia a Europa en el siglo XIV. La Peste Negra mató a un tercio de la población europea entre los años 1347 y 1351 y reapareció con índices mortales más bajos durante muchas décadas posteriores.

Su efecto inmediato en la economía y el comercio de Europa del este fue desastroso. Paradójicamente, sin embargo, su impacto a largo plazo fue positivo. Al reducir el número de trabajadores, la Peste Negra forzó a los dueños de las tierras a comenzar a pagarles a sus inquilinos y a garantizarles más derechos y libertades. Las sociedades se volvieron menos rígidas en cuanto a su estratificación; las familias nucleares se volvieron más fuertes y la sanidad pública y las cuarentenas se desarrollaron para combatir las enfermedades infecciosas.

Los europeos no fueron las únicas víctimas de la plaga. En Asia central, tuvo un gran efecto en la historia del mayor imperio de esa zona: el mongol, que se extendía desde China a Persia y Rusia. Al interrumpir los viajes y el comercio, la plaga cortó varias conexiones entre las regiones del imperio, logrando que el control mongol de Persia y China colapsara entre 1335 y 1368, respectivamente, y que el dominio de Rusia comenzará a desintegrarse lentamente.

Imagen de la bacteria Yersinia pestis, causante de la Peste Negra. Crédito: Institutos Nacionales de la Salud.

Las patologías tropicales han tenido efectos igualmente profundos. Por ejemplo, sólo después de que se descubrió que la quinina era efectiva en el tratamiento de la malaria fue que los europeos pudieron embarcarse en sus conquistas coloniales de Nueva Guinea y África, adentrándose en territorios donde los asentamientos europeos habían sido imposibles hasta entonces.

¿Por qué antes de la quinina los europeos habían sido incapaces de establecerse por sí mismos en Nueva Guinea y África, donde las poblaciones indígenas habían prosperado por cientos de miles de años? Porque los diferentes pueblos tienen susceptibilidades distintas ante las mismas enfermedades, lo que representa una gran temática de la historia médica.

Durante miles de años de exposición a la malaria, la gente de Nueva Guinea y los africanos desarrollaron muchas variantes de resistencia genética a través de la selección natural. Los europeos del norte, en cambio, no tenían historia de exposición a la malaria, no habían desarrollado ninguna de esas protecciones genéticas y por lo tanto eran poco propensos a sobrevivir lo suficiente como para presentar anticuerpos.

Los efectos más letales, permanentes y de largo alcance de los gérmenes que existen en la historia registrada fueron en ayuda de la conquista europea y el reemplazo extendido de los nativos americanos, los habitantes de las islas del Pacífico y los aborígenes australianos. Esto fue a la inversa de lo que pasó en África y Nueva Guinea, donde las enfermedades locales y las diferentes susceptibilidades les permitieron a los pueblos resistir por un tiempo a los invasores europeos.

Quizás el germen más letal que trajeron los europeos fue la viruela. Por supuesto que la enfermedad también mataba a los europeos, pero a través de la selección natural durante miles de años de exposición, ellos habían desarrollado una resistencia genética parcial. También habían adquirido inmunidad al desarrollar anticuerpos. En los siglos anteriores a que se crearan las vacunas, la viruela se había extendido por Europa y casi todos se vieron expuestos durante su niñez, cuando algunos morían pero la mayoría sobrevivía y luego permanecía inmune.

Dibujo que muestra a víctimas aztecas de la viruela. Crédito: Creative Commons

Cuando la viruela fue traída por los europeos al Nuevo Mundo, todos los nativos americanos de todas las edades carecían de anticuerpos y el índice de mortalidad fue alto, especialmente entre los adultos. Por ejemplo, en 1837, cuando un navío a vapor que viajaba por el río Missouri introdujo accidentalmente la viruela en una villa de 2 mil indios mandanos que nunca se habían expuesto casi el 40 murió en unas pocas semanas.

A menudo pensamos que los colonos europeos tomaron las armas para deshacerse o matar a los nativos americanos. De hecho, la mayoría de ellos falleció en sus camas producto de enfermedades europeas, dejando sólo una fracción para que fuera derrotada por las armas en campos de batallas. De estos brotes, los que tuvieron más impacto fueron las epidemias de viruela que afectaron a los imperios de los aztecas y los incas, los estados más poderosos del Nuevo Mundo. La enfermedad mató a sus emperadores Cuitláhuac y Huayna Capac y a millones de sus súbditos, posibilitando las conquistas de Cortés y Pizarro.

Pero esta historia familiar motiva una pregunta: ¿Por qué los nativos americanos, al igual que los africanos, no tenían enfermedades propias contra las cuales tuvieran alguna resistencia genética y adquirida, y con las cuales pudieron haber matado a los invasores europeos?

La respuesta es relevante para entender el Covid-19 y otras enfermedades nuevas que han emergido durante los últimos 40 años, como el sida, el Sars, Mers, el Ébola y el Marburg. Todas ellas son zoonosis, es decir, patologías de animales. Llegan a los humanos a partir de criaturas salvajes con las cuales entramos en contacto cercano a través de la cacería y los mercados de animales.

Ahora sabemos que, miles de años atrás, los animales también fueron la fuente de nuestras grandes infecciones epidémicas: la viruela, el sarampión, la influenza, la tuberculosis y otras. Las enfermedades nos infectaron a través de animales domésticos como los vacunos, cerdos y camellos, con los cuales hemos llegado a tener un contacto mucho más cercano, frecuente y prolongado que con los animales salvajes. Todo empezó hace cerca de 10 mil años, cuando la gente comenzó a domesticar ganado.

Pintura que representa a Pizarro capturando al líder inca Atahualpa. Crédito: Creative Commons

Casi todo nuestro ganado fue domesticado en Eurasia, a partir de ancestros salvajes de esa zona. El único animal domesticado de envergadura en el Nuevo Mundo fue la llama, la cual no nos infectó porque no la ordeñamos ni nos aproximamos a ella como lo hacemos con vacas, terneros, ovejas y corderos. Esa es la razón principal de por qué todas las grandes epidemias de la historia han sido enfermedades de Eurasia.

Comparada con esa región, las Américas eran un ambiente sano y los nativos americanos eran gente sana, hasta que llegaron los europeos y trajeron sus propias enfermedades derivadas del ganado. También esa la explicación de por qué los nativos americanos carecían de su propio equivalente de la viruela para atacar a los europeos.

Tal como han descubierto los científicos recientemente, encuentros mortales similares se han dado mucho antes de que la historia escrita pudiera registrarlos. Los arqueólogos han encontrado evidencia abundante de pastores nómades montados a caballo de las estepas asiáticas que llegaron a Europa del Este en tiempos prehistóricos. Esos pastores fueron los predecesores de los hunos, los mongoles y otros invasores esteparios que aterrorizaron Europa durante los últimos dos milenios.

En años recientes, genetistas que analizaron esqueletos antiguos han establecido que el ADN de los pueblos de las estepas aparece de manera extendida por Europa y que reemplazó parcialmente el ADN de los antiguos granjeros de Europa. ¿Cómo fue que estos nómades montados a caballo invadieron exitosamente los bosques de Europa, donde sus caballos habrían tenido un uso militar limitado? Esos mismos bosques privaron a hunos y mongoles de su ventaja militar, así que ¿Cómo fue que sus antiguos predecesores tuvieron éxito donde Atila y Genghis Khan fallaron?

"Una tropa de nómades portadores de la plaga que cabalgara en una comunidad agrícola europea habría tenido el mismo efecto que aquel barco a vapor del río Missouri, el cual llevaba a un paciente con viruela y llegó a una villa mandana en 1837″.

Jared Diamond

Esqueletos europeos prehistóricos han revelado un agente de conquista mucho más potente que los caballos: ADN de la bacteria que causa la plaga. Así que quizás los invasores de las estepas no asesinaron a los antiguos granjeros europeos sólo con arcos y flechas. Una tropa de nómades portadores de la plaga que cabalgara en una comunidad agrícola europea habría tenido el mismo efecto que aquel barco a vapor del río Missouri, el cual llevaba a un paciente con viruela y llegó a una villa mandana en 1837.

Este hallazgo también podría contribuir a dilucidar la mayor pregunta sin responder de la historia lingüística: la amplia distribución de los lenguajes indoeuropeos, todos los cuales están muy emparentados entre sí, desde la India hasta Irlanda, del hindi hasta el ruso, el inglés y el español. Los lingüistas y los arqueólogos que estudian las diferencias entre estos idiomas sugieren que la familia indoeuropea se expandió sólo durante los últimos 10 mil años.

Sin embargo, el Homo sapiens biológicamente moderno ha ocupado toda Europa durante al menos los últimos 30 mil años, desde la extinción de los Neandertal. Seguramente, los humanos modernos que crearon las pinturas cavernarias en Lascaux, Francia, hablaban lenguajes completamente humanos y no sólo gruñían. Aun así la única lengua no indoeuropea que hoy subsiste en Europa occidental es la lengua vasca de los Pirineos.

Uno debe preguntarse si las lenguas relacionadas al vasco eran las de los primeros granjeros europeos y si estas fueron reemplazadas hace unos cinco mil años por las lenguas indoeuropeas habladas por los nómades esteparios infectados con la plaga. Si eso ocurrió así, la plaga podría ayudar a explicar por qué este artículo se publica originalmente en inglés, en lugar de una lengua ligada al vasco.

¿Acaso los gérmenes también se vieron involucrados en alguno de los otros grandes reemplazos del pasado prehistórico? Al menos dos casos prominentes demandas estudio.

Primero, y tal como sabemos a partir de su apariencia, genes, lenguajes y restos arqueológicos, los pueblos granjeros que hoy viven en sudeste tropical de Asia –vietnamitas, tailandeses, malasios, filipinos y otros- vinieron originalmente del sur de China y Taiwán. Pero esqueletos antiguos muestran que, hasta alrededor del 3.000 a.C., la región estaba ocupada por cazadores-recolectores ligados a los habitantes modernos de Nueva Guinea y a los aborígenes australianos.

Otro caso intrigante: hoy casi todos los pueblos modernos del África subecuatorial son negros que hablan lenguas Bantu, relacionadas de manera muy cercana con los idiomas de los granjeros del oeste de África. Sin embargo, nuevamente, hasta hace unos dos mil años todos los pueblos subecuatoriales eran cazadores-recolectores similares a los pocos grupos supervivientes de cazadores-recolectores subecuatoriales de los pueblos pigmeos y Khoisan.

Miembros de una tribu Khoisan. Crédito: Creative Commons

Tanto en el sudeste de Asia como en el África subecuatorial, los arqueólogos han asumido que las poblaciones más densas y la tecnología superior facilitaron que los agricultores chinos o del oeste de África reemplazaran a los cazadores-recolectores indígenas. Si bien eso es indudablemente parte de la historia, yo sugeriría que los gérmenes de los granjeros invasores y sus animales domesticados probablemente también tuvieron un rol, infectando a los cazadores-recolectores que no se habían visto expuestos a esas enfermedades.

¿Qué nos dicen las historias de estas antiguas epidemias sobre la pandemia que hoy enfrenta el mundo?

Una conclusión obvia es que el Covid-19 ciertamente tendrá sucesores. Durante los últimos 100 mil años, los humanos hemos adquirido la mayoría de nuestras enfermedades infecciosas a partir de animales domésticos. La principal fuente de las nuevas patologías en décadas recientes ha sido el contacto a gran escala con animales salvajes. China ha cerrado sus mercados de animales salvajes en respuesta al Covid-19, pero otros puntos de contacto permanecen: los mercados de animales salvajes en otros países, el uso de animales salvajes como medicina tradicional y el comercio africano de carne de esos animales. Mientras esas rutas permanezcan abiertas, probablemente veremos más enfermedades como el Covid-19 en el futuro cercano.

Y muchas de ellas probablemente se volverán pandemias, debido a los aviones jet y otras formas masivas de viaje. El Covid-19 dio la vuelta al globo en cosa de meses; la Peste Negra de la Edad Media carecía de los medios para propagarse de manera tan amplia.

El coronavirus en Estados Unidos ya deja miles de víctimas.

Finalmente, está el asunto de quién está sufriendo más con el Covid-19. Los grandes asesinos de la historia y prehistoria han presentado una mortalidad diferencial: pueblos con alguna protección genética y adquirida a partir de una exposición previa, que luego infectan y causan una mortalidad masiva entre pueblos que no se habían expuesto previamente y que no poseen protección.

A primera vista, parecería que esto no se aplica al Covid-19. Después de todo, la enfermedad ha existido por menos de un año. Nadie tenía la protección genética o anticuerpos para que los resguardaran, lo que explica por qué el Covid-19 está matando gente en todo el planeta.

Pero tal como sabemos ahora, sí existe mortalidad diferencial con el Covid-19, sólo que no tiene nada que ver con la resistencia genética preexistente o los anticuerpos. Estamos viendo grandes diferencias en la mortalidad entre grupos de población en Estados Unidos, por ejemplo entre los nativos americanos y los afroamericanos pobres y los demás estadounidenses, lo que se relaciona con diferencias de salud preexistentes. Estamos viendo diferencias aún mayores entre estados norteamericanos (mortalidades más bajas en Montana que en Nueva York) y entre países (mortalidades mucho más bajas en Nueva Zelandia, Alemania y Vietnam que en Italia y Estados Unidos) debido a diferencias geográficas y en las políticas de gobierno. Cuando el Covid-19 alcance su punto culmine en India y África, probablemente veremos disparidades mayores, ligadas con diferencias en el bienestar nacional y los sistemas de cuidado de la salud.

De esta manera, el Covid-19 quizás aumente la inequidad al interior de los países y entre ellos. Por supuesto que la inequidad estaba causando enormes problemas antes de la pandemia, pero ahora, gracias a los viajes modernos y la globalización, implica que las personas pobres, infectadas y sin salud seguirán siendo fuentes de reinfección para la gente saludable y con más recursos.

Un desafío para el futuro será asegurarse que las mascarillas faciales, las vacunas, los tratamientos y los ventiladores estén disponibles para todos en el mundo. Si eso no ocurre, seguiremos siendo vulnerables. Si se vuelven disponibles, esa respuesta global ante un problema mundial quizás inspire otras respuestas globales a otros problemas globales. Ese sería un beneficio tardío de la tragedia del Covid-19.

* Jared Diamond es profesor de geografía de la Universidad de California en Los Ángeles. Además, es autor de los libros Upheaval: Turning Points for Nations in Crisis, Collapse: How Societies Choose to Fail or Succeed y Guns, Germs and Steel: The Fates of Human Societies, por el cual obtuvo el Premio Pulitzer.

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