Mala Fama en vivo: crónica de un domingo en Concepción junto a Ases Falsos

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Foto: Sebastián Romero.

Fuimos testigos del lanzamiento de la última placa de la banda de Cristóbal Briceño: ocasión precisa para poner a prueba mitos y leyendas sobre la capital de la Octava Región, pero también para admirar la conexión entre el grupo, su público y las nuevas canciones.


El mito más importante al que haremos frente en esta crónica es sobre la -ausencia de- belleza del Teatro Regional del Biobío. No es feo como dicen. Es hermoso, aunque digan que es feo.

Lejos, físicamente, de los lanzamientos de sus discos anteriores, los Ases Falsos decidieron llevar por primera vez a regiones la primera puesta en escena oficial de Mala fama, su último trabajo.

Como el protagonista de algún libro de Krakauer o Bielsa después de la eliminación de Argentina en Corea y Japón 2002, Cristóbal Briceño se alejó de la bulla santiaguina, virtual y majadera para dar a luz un disco lleno de imágenes precisamente sobre aquella lejanía que describe como lava llegando a un río imaginario. Si Mala fama planteara una pregunta, sería "¿Qué hay después de bajar la tapa del computador ardiendo en gritos y consignas que disparan en todas las direcciones posibles?".

Otras preguntas, esta vez con respuestas. ¿Es normal que el lanzamiento de este material haya sido lejos de Santiago? Sí. ¿Es normal que haya sido en Concepción? Casi obligatorio.

En una noche fría que tiene a afuerinos abrigados y locales no tanto, se abren las puertas del Teatro Regional del Biobío, una construcción gigante, blanca y cuadrada, emplazada justo al lado del monumento a las víctimas del 27 de febrero de 2010.

La invitación dice que el programa comienza a las 19.30 horas. Casi quince minutos después, comienza la acción.

Un paseo por el repertorio, a estas alturas más clásico de la banda antes de las patadas de "Mala fama", adorna la verdadera imagen importante de este texto: la agrupación que lidera Briceño tiene frente a sí un teatro con 1200 personas divididas en seis pisos que, cual torta de novios, amenazan con venirse abajo. El cantante lo advierte. Bromea con ello.

La puesta en escena de Ases Falsos está calculada, como corresponde. Pulcros todos los sonidos, en un tempo teatral, incluso, como si de una película se tratara. Lejos de la habitual histeria de Santiago y los maleducados que gritan de cuando en vez, cuando el cantante comienza a discursear hay silencio. Briceño comprende que el setlist debe avanzar raudo y tampoco se engolosina conversando con la audiencia. Se ve contenido. Contento, también.

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Foto de Sebastián Romero.[/caption]

Daniel de la Fuente, "Chimbe", parece despertar la misma sensación en la audiencia que en tiempos pretéritos despertó Héctor Muñoz. Martín del Real pasea en paz sus dedos por la guitarra, Francisco "Flaco" Rojas, sobre un taburete, parece un director de orquesta. Al extremo izquierdo del teatro, Simón Sánchez vuelve de a poco a los coros dándole la espalda a Sergio Sanhueza, el percusionista. ¿La novedad de la noche? Hermes Villalobos, flautista que sonríe cuando es presentado por Cristóbal Briceño, quien dijo que no imaginaba que algún día llegaran a tocar juntos.

Un interludio que en otros tiempos habría sido sólo un video curioso de YouTube anima a la gente, se gana los aplausos y convence con un hermoso y emotivo homenaje a Jorge González que se extiende hasta el regreso de la banda al escenario. Y se luce la extraordinaria técnica de Paolo Murillo frente a la guitarra. Ahí "Fuerzas especiales" desata el caos inherente a cualquier concierto de Ases Falsos. La gente se pone de pié y no se sienta hasta el final, para el que se guardaron el single "Mala fama" y esa hermosa y contradictoria escena del infierno que abre el nuevo disco: "Así es como termina".

Volvemos a la imagen del comienzo: el teatro del que todos hablan. El que dicen que es feo, pero si te acercas a verlo es hermoso. Quizás, sirve como escena para este momento en la carrera de Ases Falsos. Una banda que ha tenido valentía para tomar riesgos musicales que pueden alejarlos de su fandom original y llevarlos a mejores lugares (Conducción, Mala fama), jugar con la idea de un disco apretado, con la guitarra como protagonista ("El hombre puede")- o renacer con un nuevo nombre jugando a ser estrellas del pop con sonoridades distintas y ecos inexplorados (Juventud americana).

Mala fama es un campeonato en la carrera de esta banda y lo que sucedió en Concepción, la cena de festejo del equipo. Lejos del ruido de Santiago, recluido en sus amores, es capaz de lograr que a dos días de haber lanzado una colección de canciones, sus fanáticos las coreen completas, bailen con ellas y se emocionen escuchando las historias de un grupo que, digámoslo, es mejor de lo que todos creen. Sólo basta mirarlo un poco más de cerca. Como el Teatro Regional.

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