Garth Greenwell: "Las crónicas de Lemebel son audaces y brillantes"

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Garth Greenwell (Kentucky, 1978) trabajó como profesor en la capital de Bulgaria, al igual que el narrador de Lo que me pertenece.

Con su primera novela, sobre un amor gay, el autor ganó el British Book Award y fue finalista del National Book Award. Su libro ya está en Chile.


Amar en los baños públicos. Y en Bulgaria. Con ese punto de partida, Garth Greenwell (Kentucky, 1978) logra una novela inesperadamente lírica, sin dejar de ser sexualmente explícita, en Lo que te pertenece.

Greenwell vivió por algunos años en Sofía, la capital búlgara. Su novela cuenta la historia en primera persona de un escritor estadounidense que trabaja allí como profesor de inglés, y conoce a un prostituto y estafador, Mitko, con el que entabla una relación ambigua y tormentosa, que llega a su fin. Ambos personajes se reúnen nuevamente, años más tarde, cuando Mitko reaparece, enfermo, y la obsesión parece renacer. Entremedio, el narrador, notificado de que su padre está muriendo, recuerda su historia familiar: la educación homofóbica, la vergüenza de crecer con un padre que no lo acepta y la crueldad de un amigo (y primer amor).

-El narrador es profesor en Sofia, como Ud. lo fue. ¿Juega con la ilusión autobiográfica?

-La novela no es una autobiografía, pero sí juega con insinuar una autobiografía: el narrador comparte muchas cosas conmigo. Pero siempre supe que era ficción. Hay mucho material que es inventado. Donde la novela incluye elementos de la "vida real", no lo hace por ningún compromiso con "la verdad", sino porque esos elementos eran estética o dramáticamente útiles. Dicho esto, la sección central es la más autobiográfica, y en ocasiones se acerca mucho a mi experiencia.

-Mitko dice: "Quiero vivir una vida normal". ¿A qué cree que se refería?

-Pienso que esta es una cuestión honda, y una para la cual no hay una respuesta fácil. Uno de los temas profundos del libro es el papel del azar en la definición de las posibilidades de una vida -la forma en que se nace, por ejemplo, determina muchas de las oportunidades que se tendrán o no se tendrán-. Hay una brecha grande y muy visible en Bulgaria entre ricos y pobres, y creo que Mitko ve una gran injusticia en la diferencia entre su vida y otras vidas que puede observar (incluyendo la del narrador). Y, por supuesto, la propia Bulgaria tiene una posición muy extraña en Europa: es miembro de la Unión Europea y, sin embargo, no disfruta de muchos de los privilegios y del nivel de vida de otros países miembros.

-El narrador intenta dejar atrás toda su vida...

-El narrador ha pasado la mayor parte de su vida huyendo de su infancia difícil. Lo que es extraño en el libro es que en Bulgaria -tan lejos de Kentucky como se pueda imaginar para huir- él se ve obligado a enfrentar su infancia. No creo que uno pueda dejar atrás el pasado nunca: es algo que nos pertenece. La pregunta que debe enfrentar el narrador es qué puede hacer con lo que le pertenece, cómo puede hacer que sea algo que le sirva. Esa es una pregunta que todo el mundo debe enfrentar.

-¿Qué es más el libro: una historia de amor, una transacción vuelta obsesión, ninguna de las anteriores?

-Todas las anteriores, creo. La relación está estructurada por la transacción con la que comienza, pero no está totalmente limitada por esa transacción. Lo que me interesó son los momentos entre estos hombres donde lo que sienten el uno por el otro, lo que parece posible entre ellos, supera la estructura de la transacción. Creo que el libro es una historia de amor. Una historia de amor difícil y tensa, pero una historia de amor.

-¿Considera que escribe en una tradición de literatura homosexual?

-Una tradición es solo una conversación entre escritores a través del tiempo. Me gusta la metáfora de la conversación, porque es muy fácil ver cómo cada libro, al igual que cada persona, tiene lugar en muchas conversaciones a la vez. Creo que mi libro está funcionando en una tradición literaria queer, particularmente la novela de la conciencia tal como la practican Proust, Mann, Henry James, Virginia Woolf y James Baldwin. Espero que también esté en conversación con Puig, Lezama Lima y Pedro Lemebel, que creo que es uno de los grandes escritores de los últimos 50 años. Y espero que sea parte de una muy vibrante conversación entre los escritores queer más jóvenes, como Edouard Louis, Pajtim Statovci y Giuseppe Caputo. Pero también participa en otras conversaciones: los escritores del sur de EEUU, los escritores del modernismo europeo, los escritores de la relación agonística entre padres e hijos.

-¿Por qué valora tanto a Lemebel?

-Creo que es un gran escritor. Y que Tengo miedo torero es una de las grandes novelas de las décadas recientes y de la cual, como es el único libro suyo disponible en inglés, trato de hablar lo más posible. Pero sus crónicas son aún más grandes. Son absolutamente audaces, y más inteligentes que cualquier otra cosa que conozca en la forma en que abordan el sexo y la clase. También son verbalmente brillantes: vulgares, hermosas y profundas. Me encantan. Cuando Lemebel murió, escribí un ensayo sobre su obra para The New Yorker. Hablo mucho más allí sobre lo que significa para mí. El es una figura importante en mi panteón de escritores. Es uno de los que más admiro.

-¿Estuvo en Chile?

-Sí, pasé 10 días en Santiago y Valparaíso, a fines de 2015, y espero pasar más tiempo allí. Fui para escribir un artículo para una revista de viajes, y me encantaron ambas ciudades, especialmente Santiago.

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