Dead Kennedys: honestidad al hueso

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La banda punk californiana repasó parte de sus 40 años de trayectoria en el Teatro Cariola y tras el show, bajaron del escenario para firmar discos y tomarse todas las fotos que les pidieron en plena cancha.


Termina "Nazi punks fuck off" y Ron "Skip" Greer, que desde 2008 tiene la compleja y a veces ingrata tarea de ser la voz de los Dead Kennedys, rellena con "We are the champions" de Queen, mientras Klaus Flouride intenta arreglar un desperfecto de su bajo. Los 800 asistentes que repletaron la noche del martes la cancha del Teatro Cariola, observan con leves sonrisas la "osadía" de "Skip", pero no le siguen el juego. Y tampoco lo hace Flouride, de 69 años, quien se acerca al micrófono para zanjar el asunto: "Nosotros no somos campeones, somos los Dead Kennedys".

La banda hardcore punk estadounidense (San Francisco, 1978), que siempre ha ido a contracorriente y que aún defiende sus principios, aunque se hayan peleado a muerte y en tribunales con el ex vocalista Jello Biafra, luce vigente y acorde a los tiempos en que el populismo va en alza. Por eso, temas de su cancionero clásico, como "Kill the poor" –de su disco debut de 1980 y que habla del detrimento del valor humano- o "California uber alles" –tema incendiario, urgente y que encierra una crítica satírica a Jerry Brown, dos veces gobernador de California (dejó su cargo en enero)- suenan muy vigentes, aunque suene cliché.

En la era de Donald Trump y el auge del nacionalismo europeo, el mensaje de Dead Kennedys llega directo, al hueso, más allá de la ausencia de Biafra. "Nuestro estilo es único", suele decir la banda, al explicar esa marca registrada punk-hardcore-surf, expresada sin adornos por la guitarra de East Bay Ray, que logra texturas que otras bandas punk nunca consiguieron.

El propio guitarrista explicó días atrás por qué el mensaje del grupo no pierde actualidad: "Con Trump vamos camino a la Italia de 1930 y él sería (Benito) Mussolini". En lo netamente musical, si East Bay Ray aporta un estilo exquisito –sin ser un perfeccionista ni mucho menos-, Flouride es una suerte de Geezer Butler (Black Sabbath), mientras que D.H Peligro, que se integró a la banda en febrero de 1981- golpea sin piedad los platillos y trabaja para el resto.

El cuarto show de Dead Kennedys en Santiago es seguido con algunos pogo y Skip baja varias veces desde el escenario para abrazar a los fanáticos pegados a la reja. De pronto una antorcha roja ilumina el recinto, pero nada se sale de madre. El Cariola, que ofrece alcohol a sus asistentes, se remece con la parte final del concierto, que es demoledora: "Bleed for me", "Viva Las Vegas" (tema popularizado por Elvis Presley) y "Holiday in Cambodia", éste último una crítica explícita a los jóvenes chic estadounidenses que a fines de los 70 y comienzos de los 80 elegían a ese país del sudeste asiático como destino turístico, pese al genocidio provocado por los Jemeres Rojos liderados por Pol Pot.

"Is a holiday in Cambodia / Where people are dressed in black / A holiday in Cambodia

Where you'll kiss ass or crack / Pol Pot, Pol Pot, Pol Pot, Pol Pot", reza la canción, segundo single de la banda, publicado en mayo de 1981, hace casi cuatro décadas. Precisamente, los Dead Kennedys andan por estos días celebrando sus 40 años, con una gira sudamericana que los ha llevado a rincones impensados, como Asunción en Paraguay, pero que también les ha traído algunos problemas.

Anti Bolsonaro

Ocurre que para promocionar sus cuatro conciertos en Brasil (Río de Janeiro, Sao Paulo, Brasilia y Belo Horizonte) el ilustrador brasileño Cristiano Suárez ideó un afiche en el que aparecía una familia con la polera de la selección brasileña, con narices de payaso y cada uno con un arma. Eso, además de tanques y una favela como telón de fondo. De inmediato, se interpretó como una crítica al Presidente brasileño Jair Bolsonaro y su controvertida política de porte de armas.

En cuestión de días, el asunto escaló a tal nivel que la banda –acostumbrada a la censura y a los dardos disparados desde el mainstream-, decidió suspender la gira por Brasil ante un eventual peligro para ellos y para sus seguidores. De paso acusaron a los "sembradores de odio" y al "promotor" por no manejar las cosas de manera adecuada. Al mismo tiempo, informaron que parte del pago que recibieron será donado a una institución de caridad.

Pero eso no es todo. En medio de esta polémica, el propio Biafra sacó la voz y –según O Globo- defendió el afiche y dijo que la banda se acabó cuando se disolvieron en 1986. Ajenos a la controversia, los seguidores chilenos de Dead Kenndys pudieron revivir, en casi hora y media, los hits de la banda y un encuentro cara a cara con East Bay Ray y Flouride, que, una vez terminado el show, bajaron a la cancha para firmar discos y sacarse todas las fotos que les pidieron, un acto de compromiso y consecuencia.

* Fotos: Gary Go.

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