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Britpop: a 30 años de uno de los últimos grandes fenómenos de la música y cómo impactó en Chile

El 14 de agosto de 1995, el famoso enfrentamiento en las listas entre Blur y Oasis marcó un hito en el ascenso del movimiento. Bandas que miraban al pasado para proponer una música más luminosa, a contrapelo del grunge. Y en Chile, coincidió con la irrupción de conjuntos que realizaban un ejercicio similar. Músicos, productores y hombres de radio rememoran con Culto una época irrepetible de los 90.

Britpop: a 30 años de uno de los últimos grandes fenómenos de la música y cómo impactó en Chile

El comidillo del verano boreal de 1995 en Reino Unido, era la expectativa por dos sencillos que debían salir a la venta el mismo día. Country House, de Blur y Roll with it, de Oasis, llegarían a la bateas de las tiendas de discos y negocios del rubro, el 14 de agosto de ese año. Así se disparó una evidente tensión por ver cuál llegaba primero al codiciado número 1 de las listas británicas. Una efervescencia que recordó a la legendaria rivalidad (más mediática que real) de los Beatles y los Rolling Stones, aunque a una escala muy diferente; ya no eran grupos de melenas, boots y trajes, sino que vestían buzos deportivos, poleras polo y parkas.

“La rivalidad Blur-Oasis suele compararse con la de los Beatles y los Rolling Stones, pero en realidad, estos gigantes de los 60 llegaron a un acuerdo de caballeros para no lanzar sencillos simultáneamente -apuntó el célebre crítico Simon Reynolds en un artículo para el tradicional The New York Times, publicado el 22 de octubre de ese año-. Blur y Oasis, sin embargo, parecen detestarse mutuamente con una pasión genuina y profunda”.

Y aunque eran distintos, esas nuevas bandas presentaban sus respetos al pasado. “Este llamado movimiento britpop, que incluye a Blur, Oasis, Elastica, Pulp y Supergrass, se remonta a la época en que Britannia dominaba las ondas: los 60 (los Beatles, los Kinks, los Who) y la new wave de finales de los 70 (Buzzcocks, Wire, los Jam)”, apuntó Reynolds.

Liam Gallagher de Oasis y Damon Albarn de Blur.

A ese período de tensión entre los dos grupos, una suerte de paz armada que se desplegó entre las páginas de las revistas, las estaciones de radio y las oficinas de las discográficas, se le llamó “la batalla del britpop”. Los laureles fueron para Country House, pero al final todos ganaron. El barullo le dio visibilidad a una camada de bandas británicas que de alguna forma se apuraban a tomar la posta del rock alternativo.

Cuando la vida de Kurt Cobain se esfumó con un disparo, desde el Reino Unido se exportó a una camada de grupos que trabajaban una sonoridad diferente; menos grave, más luminosa y sobre todo, dispuesta a celebrar sin remordimientos a su rica tradición musical. La huella de los Kinks se escuchaba nítida en la ironía que Blur desplegó en temas como Charmless Man y las horas escuchando los discos solistas de Syd Barrett se cuelan en canciones más recónditas como Far Out; mientras que en las filas de Oasis, a Noel Gallagher no le importaba que todos notaran sus “préstamos” de The Beatles. Basta escuchar el final de She’s Electric y luego compararlo con el de With a Little help from my Friends.

Es decir, no se trataba solo de dos bandas de moda. El britpop era un movimiento en toda regla. Una escena que sumó nombres como Pulp, Supergrass y Elastica; de Wonderwall a Girls & Boys, pasando por Common People, Alright y Connection, las canciones estaban cruzadas por sus referencias totalmente británicas. Una novedad en un período en que el rock alternativo estaba dominado por el cancionero facturado en Seattle y California. “Por primera vez en más de una década, jóvenes bandas británicas de guitarra se están colando en el top 10 de las listas de sencillos, dejando de lado a los grupos euro-dance anónimos y aplastando a los invasores del grunge estadounidense”, apuntó Reynolds en el mentado artículo, con su habitual lucidez.

En ese 1995, el floreciente britpop ofrecía un interesante catálogo de discos; fue la temporada en que salieron a las tiendas Different Class de Pulp; The Great Escape de Blur; (What’s the story) Morning Glory? de Oasis; el debut homónimo de Elastica; y I should Coco, el refrescante primer disco de Supergrass. En otra línea mucho más alternativa también estaban Pygmalion de Slowdive, The Bends, de los emergentes Radiohead, A Northern Soul de los oscuros The Verve (dos años antes de explotar con el imprescindible Urban Hymns), entre otros.

Noel y Liam Gallagher de Oasis

La vía chilena al britpop

El britpop llegó a Chile entre los viajes de Frei, los goles de Zamorano y la guerra de las teleseries. Por entonces el grunge y el rock estadounidense sonaban fuerte en las estaciones radiales, pero el costado más alternativo de la música inglesa ya tenía presencia en las parrillas. Así lo recuerda Marcelo Aldunate, quien fungió como director musical y de programación en algunas estaciones. “En la Radio Tiempo alcanzamos a tocar el primer disco de Blur -recuerda al teléfono con Culto-. Ahí se tocaba mucha música británica de ese tiempo, como Stone Roses, Happy Mondays, esa movida manchesteriana. Luego, Blur sonó desde el nacimiento de Rock&Pop, en diciembre de 1992, y a Oasis lo empezamos a tocar como a mediados del ’94”.

En los días de un incipiente internet, había que echar mano a lo que hubiera para conocer lo que estaba sonando afuera. Las revistas especializadas y la señal de MTV, aportaban lo suyo, más la gestión de los sellos discográficos que movían el catálogo de sus artistas en los medios de comunicación. En la radio Rock&Pop también contaban con una suscripción al BBC Transcription Services, que les permitía acceso a novedades de música y cultura británica. Así estaban al día con lanzamientos de singles, además de acceder a entrevistas y registros de música en vivo. “En su mayoría, era material que incluso en los sellos no tenían”, apunta Aldunate.

Blur, posando como The Beatles.

En los días de efervescencia del britpop, la emisora se anotó un hito; en 1996 transmitió en directo uno de los legendarios conciertos de Oasis en Knebworth, que en cada noche reunió la friolera de 125.000 personas. La popularidad de la banda de los Gallagher estaba en su punto más alto. “Fue la primera transmisión en directo de la radio, en un sistema antiguo llamado ISDN. Todo un hito de esa era pre internet”, apunta Marcelo Aldunate.

Tal como el interés de Blur por los Kinks y el indisimulado “homenaje” de Oasis a los Beatles, en una sorprendente sincronía, las bandas chilenas de la época vivían un proceso similar de sumergirse en las joyas del pasado. Le pasó a los músicos de Canal Magdalena, la banda viñamarina que en 1998 debutó con su disco Teledirigido (que acaba de llegar en una versión remasterizada a las plataformas digitales). Sus sencillos como Yo soy el ángel y Espuma sorprendieron por su singular propuesta que mezclaba rock, electrónica y pop, con guiños al pasado. “En una época donde casi no había información, algunas bandas de acá, entre ellas nosotros, fuimos construyendo una música y una escena que iba en paralelo a lo que estaba pasando en Inglaterra. Y de repente, cuando llegó internet y todo, nos dimos cuenta que coincidíamos”, rememora a Culto el líder del grupo, Cristián Arroyo.

Por su sonido y su estética de camisas floreadas, a Canal Magdalena se le presentaba en los medios como los representantes chilenos del britpop. Según Arroyo eso tuvo que ver con la propuesta musical del grupo y el momento en que aparecieron. “Veníamos de la época de la depresión del grunge y todo eso -dice Arroyo-. Y claro, lo nuestro y lo de otros grupos se asoció directamente al britpop y nunca me molestó, para nada. Todavía me siento identificado con aquel movimiento. Siento que Canal Magdalena somos herederos de toda una cultura de rock inglesa, pero también latinoamericana”.

Los penquistas Santos Dumont construyeron un sonido muy peculiar a partir de atentas horas de escucha de ídolos como The Beatles, The Who, Pink Floyd y otras bandas más oscuras de la época. Precisamente, lo que en Reino Unido estaban haciendo las bandas más reconocidas. “Teníamos influencias muy comunes -comenta a Culto el guitarrista Mauricio Melo-. Estábamos en la búsqueda de un sonido bien influenciado por la música de los sesenta y resulta que llegamos como a un mismo puerto con lo que estaban trabajando en Inglaterra”.

Pero a la hora del balance, Melo piensa que el britpop no fue una influencia demasiado decisiva. “Yo creo que el britpop tuvo su impacto, probablemente no tan fuerte como lo era el grunge, que era lo que más estaba influyendo en la música -detalla-. Ahora, antes de la explosión del britpop hubo un fuerte impacto de My Bloody Valentine como forma de sonido, y que acá fue súper replicado, me acuerdo específicamente de Sien. Igual hubo bandas que agarraron el britpop, como Glup! o Canal Magdalena, sobre todo después de la primera mitad de los noventa”.

La portada de The Great Escape

Para Cristián Arroyo, el britpop era un gusto de nicho. “Pegó sobre todo en gente que era muy melómana, no era de gusto masivo. Me refiero a gente que investiga música y que se conecta no solo por la sensación instantánea de una canción, sino por todo lo que rodea a la banda. Es un público que es más fan de la cultura rock y eso fue creciendo con el tiempo. Yo sé que nosotros contribuimos a ese crecimiento del gusto de la gente por las bandas inglesas. Ahora, la verdad es que es muy difícil que se pueda reproducir la experiencia inglesa en un país como Chile”.

En esos años la noche santiaguina abrió un nuevo espacio, la discoteca Blondie. Un lugar que tenía entre sus parroquianos a Gustavo Cerati. Hasta hoy, son comunes las fiestas y eventos en que celebran, entre otras, a la cultura del britpop. “Blondie nació bajo la premisa de que se tocaba la música que no se tocaba en el resto de las discotecas -dice a Culto su actual director, Ariel Núñez-. Entonces por ahí se entendía el new wave, pasando por el dark wave, post-punk y por supuesto, apareció en el mapa esta etiqueta del britpop, que básicamente era rock de guitarra más glamoroso respecto a lo que se hacía en Estados Unidos. Y calzó perfecto con la estética y la onda de la gente que llegaba a Blondie”.

El vínculo es tal, que en junio pasado la discoteca fue sede de una de las dos fiestas de escucha de More, el nuevo disco de Pulp en 24 años. Un hito absoluto, organizado directamente con Rough Trade Records, el sello que maneja al grupo liderado por Jarvis Cocker. “Estuvo muy bonito porque, la verdad, este tipo de acciones no se veían desde el comienzo de los 2000, antes de la crisis de los sellos discográficos, cuando normalmente se hacía esta vinculación de lanzamiento de artista, sello y fiesta. Fue bonito retomar eso, porque hoy en día, con la era digital y el mundo del streaming cuesta más”, dice Núñez.

Oasis en 1995

Aunque la cartelera de fiestas y eventos de la discoteca suele recorrer varios hitos, el britpop ha tenido una fuerte presencia en los últimos años. Para su director la explicación es clara. “Creo que tiene que ver con la nostalgia. Le pega fuerte a esa generación que estaba en el colegio o en la universidad en la medianía de los 90. Si hace 10 años atrás, el ejercicio de nostalgia eran los 80, ahora claramente son los 90 y con todas sus capas. Eso se materializa en que los festivales que tienen bandas de los 90 o britpop están apuntando a un público +35 años hacia arriba, como la presencia de Blur o Pulp en Fauna Primavera”.

En la misma Blondie ya recibieron a nombres de la época como Kula Shaker, y el próximo 28 de agosto celebrarán sus 32 años de historia con la presencia de Supergrass, quienes debutarán en el país en el marco de su gira de aniversario por los 30 años de I Should Coco. Las experiencias no se detienen ahí, porque la discoteca alista algunas actividades a tono con la próxima visita de Oasis a Chile, agendada para el 19 de noviembre en el Estadio Nacional. “Siempre estamos haciendo activaciones respecto a estos artistas que tienen que ver con nuestra línea editorial y evidentemente vamos a hacer una celebración de los 30 años del britpop y hacer un match con la venida de Oasis”, adelanta Ariel Núñez.

Aunque fue un movimiento que apenas llegó al lustro de duración, el britpop dejó algunos discos memorables para la historia. Nuestros entrevistados escogen uno. “Mi favorito es definitivamente Parklife (1994) de Blur -dice Mauricio Melo-. Ahí Blur se abrió a sonidos más conectados con los 80. Recuerdo la primera vez que escuché Girls & Boys en la radio, me recordó mucho a los primeros discos de Duran Duran. Es una colección de canciones súper diversa y de un vuelo estilístico muy amplio”.

Aquel álbum que incluye temas como End of a Century y This is a low, también le llamó la atención a Cristián Arroyo. “El Parklife de Blur es un gran disco, también el Definitely Maybe (1994) de Oasis, esos dos discos yo creo que los gasté escuchándolos”. Por su lado, sigue Marcelo Aldunate. “Me gusta mucho el Different Class (1995) de Pulp, pero sin dudas yo elegiría a Definitely Maybe de Oasis porque me parece que es muy representativo de ese momento”. Cierra Ariel Núñez quien, como un DJ en la pista, responde sin titubeos. “El His ‘n’ Hers (1994) de Pulp es el que más me llega. Es justo la antesala de ese monstruo que es Different Class. Creo que las composiciones están a un nivel superlativo. De alguna forma, Jarvis Cocker recicla la canción italiana, la transforma en algo contemporáneo, adelantado, con un toque vintage”.

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