Por Felipe RetamalEl gran circo del rock and roll que los Rolling Stones olvidaron
El 11 de diciembre de 1969, en un estudio en Londres, se grabó el especial que los Stones planearon en principio como una actividad promocional. Con el paso de las semanas se sumaron invitados, se formó un súpergrupo e incluso contrataron artistas circenses reales. Jagger movió las caderas de madrugada, los Who descollaron y Yoko Ono sorprendió cantando. Esta es la historia.

Se había pasado la tarde en su oficina de Maddox Street en Londres, garabateando ideas y algún dibujo en un bloc de notas. Michael Lindsay-Hogg, buscaba dar con el concepto para un especial de TV para los Rolling Stones, que le había encomendado Mick Jagger.
Corría diciembre de 1968. Los Stones acababan de lanzar Beggar’s Banquet, su séptimo disco, y Jagger quería hacer un programa especial como promoción, ojalá con invitados. Conocía a Lindsay-Hogg dese 1965, cuando se encontraron en el set del programa Ready Steady Go! luego el director filmó algunos videos de promo para el grupo, por eso era el nombre más natural para el proyecto.
Tras una tarde improductiva, a Lindsay-Hogg le llegó la inspiración. Tomó el teléfono y llamó a Jagger. “Le dije: «Te voy a decir siete palabras...El Circo del Rock’n’Roll de los Rolling Stones». Enseguida se dio cuenta de que ese podría ser el marco bajo el cual podríamos tener a varios grupos y participantes en un especial de televisión", recordó en charla con NME.

A Jagger le pareció que el concepto le permitía juntar varios números. “La idea es crear una mezcla de diferentes tipos de actuaciones musicales y circenses, alejándolo de lo habitual y haciéndolo ligeramente surrealista, en una especie de circo extraño que mezcla ambos. Y también queríamos la mayor variedad posible de música”, detalló al mismo medio.
Entusiasmados, Jagger y Lindsay-Hogg comenzaron a trazar las primeras nociones del especial. Ahí surgió una idea ¿y si rodaban en el antiguo circo romano? aunque parecía descabellado, la chance tomó vuelo y se decidió enviar a un emisario para hacer la gestión. “Pero no obtuvo el permiso de los gobernantes de Roma, y nos negaron a rodar allí -recuerda Lindsay-Hogg-. No se podría haber hecho hoy porque no había discográficas involucradas ni abogados". Probablemente, esa idea le quedó rondando a Lidsay-Hogg cuando le insistió a los Beatles en rodar en áfrica tiempo después.
Mientras intentaban solucionar la locación, Jagger tomó la pequeña agenda que llevaba siempre consigo en el bolsillo trasero del pantalón. Comenzó a revisar nombres y reparó en The Who, un grupo con un intenso show en vivo, y se encontraban en plena forma, pues mantenían un ritmo de giras. “No se trataba solo de la música que le gustaba a Mick. Se trataba de la gente con la que, en cierta medida, quería pasar el día. Así que me sentí halagado de que nos invitaran”, recordó su guitarrista, Pete Townshend.
El segundo artista que se sumó, era un desconocido, el bluesman Taj Mahal, que había conocido a los Stones cuando estos asistieron a un show suyo en el Whiskey A Go-Go, en Los Ángeles, en Sunset Boulevard. Al momento de planear el show, pensaron que era buena opción sumarlos. El vínculo lo hizo Ketih Richards. “Simplemente dijimos: ‘Vamos a hacer este circo’. ¿Quién quiere venir? Y básicamente lo conseguimos”, recordó el guitarrista tiempo después.

También quisieron tener a un súpergrupo para el circo, alguna agrupación que reuniera a músicos destacados. Así contactaron a Steve Winwood, quien había pasado por el Spencer Davis Group y Traffic, que por entonces se había disuelto. “Pensamos que podría atraer a músicos aún más jóvenes. Dijo: ‘Claro, intentaré encontrar algunos chicos con los que me gustaría tocar’”, recordó Lindsay-Hogg. Pero esa historia tendría un giro.
El programa se cerró con la presencia de Marianne Faithfull, la entonces pareja de Mick Jagger, y además decidieron sumar a un grupo emergente. “Vimos un programa de televisión nocturno en el que salía Jethro Tull, y pensamos que serían buenos. Ian Anderson es un artista maravilloso. Rechazamos a Led Zeppelin, que habría sido un concierto genial”, detalló el director. Por supuesto, también se presentarían los mismos Rolling Stones.
El espectáculo comenzó a ensayarse en tres salas de Londres: el Marquee Club, los Olympic Sound Studios y el Hotel Londonderry House en Mayfair. Mientras, se decidió construir un set que emulaba la experiencia de un circo en un antiguo estudio de televisión en White City, al oeste de Londres. También contactaron a un circo real itinerante, llamado Sir Robert Fossett’s Circus. “Tenían un vaquero a caballo y un espectáculo de trapecistas muy dulce, interpretado por un matrimonio mayor”, recuerda Lindsay-Hogg.
Los ensayos avanzaban, de cara al día fijado para la filmación, el 11 de diciembre de 1968. Como no habían tenido noticias de Winwood, decidieron llamarlo para preguntarle cómo avanzaba con el súpergrupo. Compungido, el músico señaló que no había alcanzado a reunir a nadie. Eso generaba un problema. Y solo restaban tres días.
Fue entonces que debieron echar mano a sus conocidos. Así, la idea inicial fue contactar a uno de los Beatles, que acababan de publicar el White Album. “No había súpergrupos en aquel entonces. Los Stones y los Beatles eran muy amigos, así que pensamos que quizá a McCartney le gustaría hacerlo, pero pensamos que probablemente no querría actuar sin los otros Beatles”, recordó Lindsay-Hogg.

Por ello, sucedió que en vez de McCartney, se decidieron por llamar a su eléctrica media naranja, John Lennon. La gestión la hizo Mick Jagger, quien para su sorpresa encontró buena disposición del Beatle. La idea le pareció interesante, incluso le contó que había pasado unos días guitarreando con Eric Clapton, por lo que podría sumarlo, pero de inmediato le replicó “¿y quien tocará el bajo?“. Jagger no se complicó y propuso a Keith Richards. Su talento y sentido del ritmo le bastaban.
Para la batería, coincidieron en un nombre. “A todos nos gustaba Mitch Mitchell de la Hendrix Experience, así que en esa llamada conseguimos que John Lennon, Eric Clapton, Keith Richard y Mitch Mitchell ocuparan ese puesto en el súpergrupo. No está nada mal”, dice el director.
Para filmar, Lindsay-Hogg convocó como director de fotografía a Tony Richmond. Se usaron cámaras de 16 mm de diseño francés de última generación. A cargo del sonido quedaron Glyn Johns y Jimmy Miller, quienes echaron mano al estudio móvil de Olympic Studios. Mientras, John McKenna diseñó gran parte del vestuario; un colorido traje de maestro de ceremonias para Mick Jagger, una vistosa chaqueta para Keith Richards, una suerte de túnica de hechicero de libro de cuentos para Brian Jones y curiosamente, un traje de bruja para...Yoko Ono, la novia japonesa de John Lennon.

“Your blues, John”
Por asunto de presupuesto, el filme debía completarse en un solo día. Para convocar al público no se complicaron, e invitaron al club de fans de los Stones, además de abrir algunos cupos en un concurso organizado por NME. La idea era comenzar a rodar en la mañana, pero se encontraron con una dificultad; no consideraron el tiempo que les tomaría armar y desarmar el escenario para cada uno de los números, porque también los artistas circenses tendrían su momento. Además, debían recargar las cintas para las cámaras, lo que retrasaba todo el proceso. Así, el rodaje se fue alargando...
“Aunque se iba a rodar en película, querían que fuera como un programa de televisión en directo -detalló Tony Richmond a NME-. Así que Michael se sentó en un camión, dirigiendo como si dirigiera un programa de televisión en directo. Probablemente fueron las veinte horas más emocionantes de mi vida. Se construyó en un antiguo estudio de televisión en White City, al oeste de Londres”.
Cerca de las 16:00 horas llegó el momento de registrar la presentación de The Who. Como tenían una intensa agenda de shows, su directo estaba muy afiatado. Decidieron interpretar A Quick One (While He’s Away), una opereta de siete minutos compuesta de pequeñas partes, a la manera de los movimientos de una sinfónica. Su interpretación resultó electrizante e intensa, más por la lucida performance del siempre ostentoso baterista, Keith Moon. “Mientras tocaba esa increíble actuación y todo se volvía loco, vertió un vasito de agua [sobre su batería] y se ve fantástico porque lleva un traje de lentejuelas; se ve medio loco y tiene toda esa agua salpicando; se ve maravilloso”, apunta Michael Lindsay-Hogg.

Pete Townshend recordó la actuación años después en charla con NME. “La pieza que interpretamos, que era la miniópera, se había convertido casi en un modelo. Empecé a tener la sensación de que sería un modelo para algo que podría funcionar en el escenario con The Who, con esa obra en la que estaba trabajando llamada Tommy”. Fue, de lejos, la mejor performance de la noche.
Luego, a toda prisa siguieron con la presentación de Taj Mahal, enseguida con Marianne Faithfull (cantó la suave balada de inspiración country, Something Better, luciendo un vestido largo), y entremedio se grabaron algunos números circenses, como el tragafuego. Mientras, Lindsay-Hogg recorrió el lugar para ver a las estrellas. “Fui tras bambalinas para ver si todos estaban bien y los encontré en un camerino: Mick, Keith, John Lennon, Eric Clapton, Pete Townshend, tocando juntos canciones que todos conocían, principalmente viejas canciones de Tamla Motown. Eran un grupo de chicos reunidos en una habitación, y Keith Moon estaba tocando cucharas sobre la mesa. Eso era muy representativo de la época, la auténtica cercanía entre estos músicos”.
Comenzaba a anochecer, cuando sonó la llamada para The Dirty Mac, el súpergrupo de Lennon, Clapton, Richards y Mitchell. Se grabó una presentación, en que están Mick Jagger y John Lennon, parodiando un programa de TV. “Your blues, John”, le dijo Mick al despedirse.
En el set, el grupo, que apenas había ensayado, abrió con Yer Blues, uno de los temas de Lennon grabado para el White Album de los Beatles. La edición expandida del disco del show, disponible en plataformas, revela que incluso intentaron practicar Revolution. Mientras tocaban los primeros compases, Yoko Ono se movió con discreción para introducirse en una bolsa; era el “bagism”, una suerte de performance que consistía en envolver el cuerpo para dejar solo la voz y evitar la mediación de los prejuicios.
Keith Richards recordaba esa actuación casi como un divertimento. “Lo que ves es lo que hay. Una prueba de sonido rápida, y eso fue todo. Pero, en cierto modo, daba la sensación de que era casi una obra de teatro amateur... nadie pensó en lo que iba a hacer”.
Apenas terminaron Yer Blues, vendría el siguiente número. Básicamente una improvisación. John acercó a Yoko Ono, mientras entraba al escenario el violinista israelí Ivry Gitlis. “Él creía firmemente que ese sería su momento -recuerda Lindsay-Hogg-. Empezó a tocar el riff que se desarrollaba entre Clapton y John y, de repente, apareció Yoko Ono”.

Los Dirty Mac tocaron entonces un blues genérico como una base para la improvisación de Gitlis, quien sonreía con orgullo. Llevaban algunos compases cuando John se acercó a Yoko Ono, quien se había mantenido en un plano discreto, y la animó a cantar. “Fue algo muy natural, en cierto modo -recordó la artista a NME-. Probablemente esperaban que eso fuera lo que John quería, así que fueron lo suficientemente educados como para no cuestionárselo. John fue quien repetía: ‘Vamos, vamos. Hazlo’”.
Enseguida, Yoko Ono se acercó al micrófono, y comenzó a cantar con su estilo, a voz suelta, más cerca de una vocalización que de una interpretación convencional. La sorpresa fue mayúscula, en especial para Gitlis, quien se vio incómodo. “Entonces Yoko empezó a cantar. Nunca la había escuchado cantar antes y, por supuesto, fue muy cautivador y no paró”, recuerda Lindsay-Hogg.
Para entonces ya era noche cerrada y los artistas estaban agotados. “Fue un rodaje increíble, creo, de unas 36 horas. Recuerdo que no me acordaba de nada hacia el final -comentó Keith Richards a NME-. Mi principal recuerdo es el caos absoluto: la gente iba a vestuario y salía con los uniformes equivocados. Después de unas 20 horas, o perdías el hilo por completo o simplemente le habías cogido el truco”.
Y aún faltaba por registrar la presentación de los Stones. Entre el montaje de sus equipos y una prueba de sonido, recién comenzaron a grabar pasadas las dos de la mañana. Aunque venían llegando de una pequeña gira americana, llevaban algunos días sin tocar. Arrancaron con Jumpin’ Jack Flash, que sonó algo sosa, por el cansancio. Levantaron con Parachute Woman, uno de los temas de Beggar’s Banquet.

Un triste Brian Jones, el fundador y motor inicial del grupo, lució su talento con el slide al tocar No expectations. Se le veía abatido, cansado, achispado, como carente de energía vital. “Se había descuidado un poco. Era un jovencito guapísimo, guapo y vestía bien. Pero a medida que la dinámica en los Rolling Stones cambió y Mick y Keith empezaron a tomar el control de Brian, se vio marginado. Brian empezó a beber más y a drogarse más. Trágicamente, el Circus fue la última vez que tocó con los Rolling Stones y parece un hombre de cuarenta años fingiendo ser un chico de veintiséis”, dice Lindsay-Hogg. Meses después fue expulsado del grupo y fue hallado muerto en su piscina, el 3 de julio de 1969.
El grupo lucía cansado. Mick Jagger salvó la situación con una jugada performance, en que desplegó su talento y su capacidad histriónica. “Notarán en You Can’t Always Get What You Want y Sympathy For The Devil que, en gran parte, toca directamente para la cámara, lo cual es muy íntimo -dice el director-. No toca para el público, toca para ti, el público. Esa es una de las razones por las que funciona tan bien".
Y así, de madrugada, por fin acabó la función. Tiempo después Lindsay-Hogg le mostró un primer corte a Jagger, Richards y el mánager Allen Klein. “Les gustó, pero al verlos juntos, pensaron que The Who era mejor ese día -recordó-. Bueno, The Who había salido a las cuatro de la tarde, The Rolling Stones a las dos de la mañana, The Who estaba en plena forma, The Rolling Stones se estaba desmoronando. Keith dijo: “No me importaría que se llamara el Circo del Rock and Roll de The Who, pero no lo es”. Pensaron que estaban bien, pero que podrían ser mejores”.
Esa fue la razón por la que los Stones descuidaron el proyecto, el que permaneció perdido durante años. El material fue encontrado, de casualidad, en un garaje hacia 1994. Ahí se rescató y se logró restaurar para una proyección en 1996 y se editó en DVD en el año 2004. “Keith asistió a la proyección en el Festival de Cine de Nueva York en 1996. Mick la ha vuelto a ver y le parece genial la actuación de los Stones -dice Lindsay-Hogg, en la misma charla con NME-. Realmente marca una gran diferencia. En retrospectiva, fue un momento glorioso y brillante de todos los amigos reunidos, y fue casi como un documento del final de los años 60. Muestra lo positivo y extraordinario de aquella época”.
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