Editorial

La apuesta de China por un nuevo orden mundial

Foto: Xinhua

Desde su llegada al poder hace más de una década, quedó claro que con Xi Jinping se iniciaba una nueva etapa en China. No solo lanzó una intensa campaña anticorrupción dentro del Partido Comunista que le permitió neutralizar a quienes podrían desafiar su liderazgo, sino que además incluyó su pensamiento en la Constitución del país, equiparando a lo sucedido con Mao Zedong y Deng Xiaoping y convirtiéndose en el gobernante chino más poderoso de los últimos 30 años. Acabó, además, con la limitación de solo dos periodos presidenciales de cinco años para los gobernantes de ese país. Como señalaba un analista británico en ese entonces, los principios que guían al gobierno de Xi se pueden resumir de la siguiente manera. “Mao hizo que China se levantara, Deng los hizo ricos y él los hará fuertes”.

En este camino, lo sucedido la semana pasada, primero en Tianjin, en la 25ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y luego en Beijing, con el masivo desfile militar por la conmemoración de los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, representan dos hitos clave. El líder chino reunió en su país a más de 20 jefes de Estado y de gobierno -que representaban no solo a cerca de 50% de la población del planeta sino a igual porcentaje del PIB mundial-, entre ellos el primer ministro de India, Narendra Modi, que pese a las históricas tensiones fronterizas que mantiene su país con Beijing, asistió al encuentro de la OCS y dio claras señales de estar dispuesto a reforzar sus alianzas tanto con Xi como con el presidente ruso Vladimir Putin.

Lo anterior buscó ser una clara señal de poder de parte del líder chino en su apuesta por redefinir el orden mundial, desafiar a Occidente y acabar con las lógicas predominantes tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un objetivo en el que cuenta con dos aliados clave, como son precisamente el gobernante ruso -decidido a acabar con lo que considera una “injusta” hegemonía occidental en el mundo- y Narendra Modi, que está embarcado en una cruzada por relevar el llamado sur global. “Debemos seguir teniendo una postura firme contra las políticas hegemónicas y de poder, y practicar un verdadero multilateralismo”, señaló Xi, en un claro mensaje contra el orden predominante en las últimas décadas, agregando que “la gobernanza global se está enfrentando a una encrucijada”.

Paradójicamente, para la consolidación de este nuevo orden, que Xi está dispuesto a diseñar y también a liderar, como quedó claro por la exhibición de poderío militar del miércoles en la Plaza Tiananmen, la presidencia de Trump ha terminado siendo funcional. Esto porque las críticas del mandatario de EE.UU. al sistema internacional surgido tras 1945, por una parte, y en especial, su agresiva política arancelaria, están alejando a muchos países de su órbita económica y, en algunos casos, también política, lo que Beijing parece dispuesto a aprovechar. El caso más relevante es el de India, que tras el arancel de 50% impuesto por EE.UU. optó por viajar a China por primera vez en siete años y estrechar lazos con Xi. Así, para la planificada estrategia del gobernante chino por crear un nuevo orden, el presidente de EE.UU. está siendo un “aliado” inesperado.

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