Cuando Cristiano tiene un buen día los marcadores se abultan, los rivales van a la baja y su figura se encumbra. Que no hay nadie como él, que es el mejor del mundo, que este es su Mundial y Messi debería imitarle.

Porque Cristiano siempre que se propone algo lo cumple a cabalidad. Es un perfeccionista y un cazador, sobre todo cuando se trata del astro argentino. ¿Que la Pulga ha tenido el peor partido con su selección? Pues ahí llega CR7, firmando una actuación terrible con Portugal. No hay términos medios con el ariete: se juega increíble o desastroso.

Pero a diferencia del Real Madrid, cuando el multicampeón desaparece también lo hace su equipo. La fantasmalidad de Cristiano desnuda lo pobre de la propuesta de Fernando Santos. Irán, justo competidor que demostró que bajo el mando de Carlos Queiroz augura un buen futuro, le plantó cara a una escuadra a la que ya postulaban para levantar el trofeo. El efecto del Bicho.

Al rescate tuvo que venir Ricardo Quaresma con un golazo fenomenal. El jugador del Besiktas tiró del equipo a falta del capitán, impidiendo así la insubordinación de los asiáticos, que hacían daño con cada contraataque.

En el complemento, el multimcampeón de la Champions mostró su versión más nefasta. En fila india lo siguieron sus compañeros. Al rescate vino el VAR para entregarle esa sola ocasión que necesita para transformar una actuación paupérrima, en magnífica. Penal. El resultado, sin emabrgo, fue un paradón monumental y el descalabro de su equipo.

Irán se fue con todo y consiguió en el último suspiro un penal que los mandó directo a la segunda posición, derecho al choque contra Uruguay en octavos. La temible banda de Suárez y Godín.