Jarry llora de pie

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El Príncipe claudica en tres sets ante Fognini en su primera final ATP. Sus triunfos ante Lajovic, Pella, Ramos y Zeballos le dejan 61 en el ránking mundial, puesto que hacía tiempo que Chile no disfrutaba. Nico desahoga sus emociones al recoger el premio.



Nicolás Jarry no pudo con Fabio Fognini, es un hecho, pero sus lágrimas en la entrega de premios, dando las gracias a su equipo, a los peloteros, a los organizadores y "a todos los chilenos" al término de su primera participación en la final de un torneo ATP, no eran probablemente de tristeza. Difícilmente podrían serlo luego de completar la mejor actuación de su vida como tenista profesional. Y eso también es un hecho.

Porque la caída de la primera raqueta nacional en la final del Abierto de Brasil ante el número 20 del mundo, no fue ningún triunfo moral, fue una derrota (y de las que duelen), pero en un torneo con enjundia, al fin, y ante un adversario verdadero.

La mayor ambición de Jarry encontró su reflejo en la primera manga. Tres juegos consecutivos en blanco logró adjudicarse el chileno antes de que su rival diera señales de vida en Sao Paulo. Verdaderamente notable fue el segundo de ellos, al resto, que comenzó a decantar a su favor con un revés paralelo a dos manos perfecto en ejecución, y que terminó por convertirse en un incontestable quiebre. El primer punto del tenista de San Remo (un error no forzado de Nico) no llegó, por cierto, hasta el decimocuarto intercambio. El Príncipe, a esas alturas, dominaba con claridad el encuentro, con un cómodo, y hasta cierto punto sorprendente, 3-0 a su favor.

Hasta cierto punto porque Fognini es uno de esos tenistas que acostumbra a librar dos batallas paralelas cada vez que enfrenta un partido importante; contra su rival y contra sí mismo. Y tan camuflado como su propia vestimenta de combate figuró hasta el cuarto game, que consiguió conservar con su saque dando al fin las primeras pinceladas de su tenis. Que es mucho.

Pero el Ciclón Jarry volvió a emerger con fuerza en el sexto juego, logrando su segunda ruptura y encarrilando, esta vez sí, un primer set ilusionante que terminó cerrando con un parcial de 6-1 en apenas 21 minutos.

Fognini no podía creerlo. Deambulaba de un lado para otro tras la línea de saque, empezando a hacer gala de su histriónico carácter y llevándose las primeras pifias de la grada tras un vehemente enfado consigo mismo. Pero el habitual show del transalpino vino acompañado de un alza significativa en su juego, que le permitió quebrar el servicio del chileno en su primera tentativa.

Comenzaron entonces los problemas para Jarry, que casi sin percatarse permitió a su adversario arañarle a la pista algunos metros. Jugando más cerca de la red se volvió más peligroso el de San Remo, que posee además un repertorio tremendo.

Rondó el break el nieto de Fillol en el quinto juego, con un par de derechas inapelables, pero el italiano salvó la situación poniéndose 4-1 arriba. Y actuando todavía como si lo que ocurría en la pista no fuera en realidad con él. Nada nuevo bajo el sol. Ni sobre la tierra batida. Así es la performance de Fabio. Genio y figura. Con un parcial idéntico al del chileno, finiquitó Fognini la segunda manga, anunciando el comienzo de un nuevo partido.

El arranque del tercer set, sin embargo, no pudo ser más ingrato para Jarry. Fognini exploró todos sus puntos débiles y terminó encontrándolos. Se limitó el italiano a devolver sus potentes saques con mucha altura, incitándolo a jugársela, a equivocarse, y consiguió quebrar de nuevo su servicio a las primeras de cambio con dos buenas subidas a la malla y un fantástico passing. Dos errores no forzados del Príncipe al resto, uno de ellos (en la red) imperdonable, pusieron el partido muy difícil para sus intereses. El tenista nacional lucía a esas alturas completamente desconectado (0-2).

Agarrado a su servicio, sin embargo, Jarry comenzó a escalar, otra vez, como tantas, en el partido. Tuvo que verse en problemas, eso sí, en el tercer juego, para encadenar un par de saques sencillamente imposibles de devolver para su adversario. Después llegó el ansiado quiebre, en el cuarto, sobreviviendo a los largos intercambios que proponía Fognini (y que no le beneficiaban en absoluto), y sacándose de la chistera una derecha decisiva a la línea cuando había que jugársela. También con su saque hizo, acto seguido, buena la ruptura. Y volvió a ponerse por delante (3-2).

Pero se puso el overol de trabajo Fognini cuando se acercaba el final. Insistió en la búsqueda del error de Jarry, defendiéndose con jerarquía, con clase, y el chileno hipotecó todas sus opciones de triunfo con dos derechas que se marcharon larguísimas cuando gozaba de su saque.

Consumado el break, Fogna siguió a lo suyo. Puso tierra de por medio con su servicio, haciendo recordar, por momentos, a aquel tenista que en 2015 se había convertido en el tercero de la historia en derrotar a Nadal tres veces en el mismo año, y obligando a Jarry a jugarse el título al resto.

La Torre aceptó el desafío, y aunque llegó incluso a ponerse 0-30, terminó claudicando. Y poniendo así un triste colofón a una actuación memorable, pero sobre todo esperanzadora. Porque a sus 22 años, el nuevo número 61 del mundo tiene todavía todo el tenis por delante.

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