Cierran unidades tras baja de contagios por Covid: La historia de la UCI montada en un pabellón del Hospital UC

Uno de los turnos de la "UCI pabellón" del Hospital Clínico de la Universidad Católica.

A medida que empieza a ceder la demanda asistencial en la Región Metropolitana, algunas áreas se han desocupado. Esa es la historia de la "UCI pabellón" del Hospital Clínico de la Universidad Católica: se levantó por casi 50 días, con un equipo mayoritariamente ajeno a la medicina intensiva y que atendió más de 40 pacientes.


El 25 de mayo, en el sexto piso del Hospital Clínico de la Universidad Católica, médicos, enfermeras y personal técnico llevaban su nombre escrito con letras grandes sobre sus pecheras verdes. Hasta ese entonces ninguno se conocía, a pesar de trabajar en el mismo hospital. Por esos días, la demanda por cupos de hospitalización llegaba a máximos que estresaban la red asistencial y al propio recinto, que llegaba al límite de su capacidad. Así, el nuevo equipo, llamado a habilitar una sexta unidad de paciente crítico, tuvo apenas dos días para prepararse antes de la llegada del primer paciente.

Los pabellones, vacíos por el cese de la actividad médica no Covid-19 y la cancelación de las cirugías, fue el lugar escogido. ¿Pero cómo hacerlo? El resto de los intensivistas estaba repartido en los espacios ya habilitados, en cardiología y en las unidades pediátricas que ya habían sido reconvertidas.

“La última línea éramos nosotros, con el pabellón: camas que no eran intensivas o intermedias, y que no tenían personal asignado. El desafío era habilitarlas como si lo fueran. Al principio ni siquiera habían camas, sino que mesas de pabellón. Y el otro desafío era de dónde sacábamos personal, hubo que armar equipos de la nada”, comenta el anestesista Rodrigo López, encargado de uno de los turnos.

El equipo de la “UCI pabellón”, que se formó con máquinas de anestesia convertidas en ventiladores y estuvo integrado por técnicos y enfermeras de las áreas de recuperación y pabellón, internos de medicina intensiva y anestesiólogos, terminó sus labores el miércoles pasado, con sus dos últimos pacientes ya estables y trasladados internamente. La mayoría de los profesionales no estaban acostumbrados a ver enfermos tan complejos, que deben ser sedados por días, o que nunca vuelven.

La enfermera intensiva de la Universidad Católica, Elizabeth Rivas cuenta que una de las experiencias más duras fue enfrentarse a la muerte: “sufrimos junto a los pacientes. No es fácil tener a una persona tan grave y nos ha tocado ver a personas morir en soledad. Nos convertimos en su familia y su lucha se convierte en nuestra lucha. Pero cuando se recuperan, uno se llena tanto de felicidad, que pensamos que haríamos esto una y mil veces”.

En casi 50 días, atendieron 46 pacientes, dos de ellos fallecieron y 26 evolucionaron favorablemente y fueron trasladados a unidades de menor complejidad. El resto se trasladó a la Unidad de Paciente Crítico original, a propósito de necesidad anexas que sí puede proveer una unidad con todas las herramientas, como la diálisis. La gravedad de los pacientes llegó a ser tal en dicha unidad que en un momento los ocho internados estaban en “prono” (boca abajo, para facilitar la ventilación).

Los pabellones y las salas de recuperación fueron habilitados para recibir al menos a dos pacientes por sala.

De agravarse nuevamente la demanda asistencial, el Hospital UC ha dispuesto que la medida pueda revertirse. En ese sentido, las salas de pabellón utilizadas no se han “desmontado” como UCI, sino que las camas están vacías, pero con todos los implementos para volver a funcionar.

Según los datos entregados por el Minsal, 1.796 personas se mantienen en UCI, en una baja que se ha mantenido constante en los últimos 7 días. Otros cierres parciales se han reportado en la Clínica San Carlos de Apoquindo, o en el Hospital Barros Luco, donde una de las UCI comenzó a recibir pacientes críticos, pero por patologías no Covid-19.

El equipo y los pacientes

“Este fue nuestro paciente más querido, uno de los primeros que tuvimos muy muy graves. Nos encariñamos mucho, le costó harto salir adelante, pero de a poco empezó a repuntar. Apenas pudimos, aprovechamos esa linda vista que teníamos y lo sentamos frente a la ventana. Hubo hasta lágrimas de la emoción”, relata Elizabeth sobre un paciente que iniciaba su recuperación tras un par de semanas en ventilación.

Mientras se recupera, un paciente mira por la ventana hacia la avenida Marcoleta.

“Estoy perdiendo la pichanga”, le dijo a sus padres otro paciente -de 33 años- a través de una videollamada que permitió hacer el equipo de la UCI antes de la sedación para ser intubado. Una semana después, y al despertarse, estaba angustiado por sus papás. Ahí el equipo médico le explicó que a pesar de que ellos también se habían contagiado, estaban sanos. “Ahí nuestro paciente se tranquilizó”, cuenta el doctor López.

Entre las experiencias que los marcaron, hubo un paciente que los acompañó 47 días, casi hasta el cierre de la unidad, que finalmente estuvo en condiciones para ser trasladado a una unidad intermedia dentro del mismo recinto, en medio de aplausos y felicitaciones del equipo.

Paciente Covid-19 luego de salir de ventilación mecánica. Se traslada a unidad de cuidados intermedios.

Para el doctor, la humanización de la unidad fue clave para sobrellevar el proceso. “Una de nuestras pacientes, una señora de 68 de años, despertó muy angustiada después de la extubación. Su temor era la muerte y al despertar le repetíamos que no se murió, pero le costó calmarse. Bárbara, una de nuestras tens que trabaja en recuperación se quedo con ella 1 hora y media dándole la mano”, relata.

La técnico en enfermería, Bárbara Valdivia recuerda también que “todos los días llegábamos y les hablábamos. Cuando los íbamos a cambiar de posición o lavarles los dientes, les íbamos contando qué procedimiento estábamos haciendo. Esa es una de las características: tuvimos trato humanizado en todo momento. Los familiares nos mandaban cartas, fotos para los pacientes, todo lo poníamos en la cabecera, para que se sintiera la energía, y las cartas se las leíamos cartas, aunque estuvieran sedados”.

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