Francesco Boldizzoni, historiador italiano: “El capitalismo es un sistema social, y los sistemas sociales no se terminan con la persuasión”

Francesco Boldizzoni.

La editorial de Harvard publica Foretelling the End of Capitalism, un estudio de las desventuras intelectuales de quienes, como Marx, han profetizado el “inevitable” fin del capitalismo. Su autor es un historiador económico italiano que enseña en Noruega y para quien la socialdemocracia es “el experimento de justicia social más radical jamás probado en Occidente”.


Fallecido en 2012, el último libro que publicó en vida el historiador británico Eric Hobsbawm (Cómo cambiar el mundo, 2011) fue un conjunto de textos previamente publicados y cuyo párrafo final invocaba a un viejo maestro: “Ni el liberalismo económico ni el liberalismo político, juntos o por separado, pueden dar solución a los problemas del siglo XXI. Una vez más, ha llegado el momento de tomarnos en serio a Marx”.

Casi una década más tarde, su colega italiano Francesco Boldizzoni (Pavía, 1979) publicó un libro que ciertamente se toma en serio a Karl Marx, pero también a los demás profetas del fin de un orden económico y social que ha resistido el paso de los siglos: el capitalismo. Eso sí, las palabras finales de Foretelling the End of Capitalism. Intellectual Misadventures since Karl Marx, publicado en mayo pasado por Harvard University Press, tienen otro tenor:

“Entre las aberraciones del siglo XX, la socialdemocracia fue el único sistema que reconoció las necesidades de los seres humanos, los liberó de depender de la benevolencia de los demás y les garantizó la dignidad. No debemos resignarnos a su crisis, sino luchar por su renovación. El camino es estrecho; el resultado, incierto. Pero, ¿tenemos alternativas?”.

Esta historia escrupulosa de predicciones y “desventuras intelectuales” desde el siglo XIX es también una historia del capitalismo, a secas, aun si sus palabras finales sugieren algo más. Su autor, formado primero como economista y más tarde como historiador, dice no tener claro si hay acá incorporado un manifiesto. Eso sí, agrega, “de seguro tiene un mensaje político”, lo que no debería extrañar en alguien que hoy enseña Ciencia Política en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y que se reconoce un “hombre de izquierda”. Aunque no en los términos de Hobsbawm.

El volumen “es una invitación a abandonar tanto las fantasías utópicas de quienes sueñan con derrocar el sistema solo con la fuerza de voluntad, como el oportunismo de quienes querían que nos adaptáramos al sistema”, plantea Boldizzoni, quien cree necesario “volver a practicar la verdadera socialdemocracia”. Esta última, a su juicio, es “el experimento de justicia social más radical jamás probado en Occidente”, y “no tiene nada que ver con las referencias vacías a la ‘igualdad de oportunidades’ que hacen hoy los partidos de izquierda”.

¿Aspira a un modelo como el que se impulsó en la crisis de los 30? ¿No es un anacronismo planteárselo?

En la década de 1930 pasaron muchas cosas: estaba el New Deal y también el fascismo. Pero la historia nunca se repite. Dicho esto, hay dinámicas estructurales que tienden a repetirse. Hay un límite que el capitalismo no puede superar sin producir una fuerte desestabilización social. Cuando esto sucede, los mecanismos de autodefensa se activan en la sociedad. Ahora, el camino de la socialdemocracia comenzó mucho antes de los ’30 y sólo alcanzó la madurez en las décadas de 1950 y 1960. Naturalmente, no podrá volver de la misma forma, pero, como interpretación pragmática del socialismo, el mensaje socialdemócrata conserva su actualidad. Mientras exista el capitalismo, existirá la exigencia de limitar su poder.

¿No ve un poco “manoseado” el término “socialdemócrata” en nuestro tiempo? ¿A qué se refiere con “una verdadera socialdemocracia”?

Soy el primero en quejarse de cuánto se abusa hoy del término, en lo cual la izquierda tiene una gran responsabilidad. Por socialdemocracia entiendo una forma de control público de la economía que persigue la equidad social sin suprimir la iniciativa privada. La intervención estatal debe garantizar la cobertura universal de salud, la educación gratuita, la seguridad de tener un hogar y un trabajo, pensiones adecuadas, una buena protección en las etapas más delicadas de la vida… y así. El sistema se basa en un gravamen altamente progresivo de la renta y del patrimonio, así como en limitaciones a la circulación de capitales. La propiedad empresarial no tiene por qué ser pública, pero el Estado debe mantener el control de los sectores estratégicos.

El proprio nombre del libro, así como su portada, tienen un dejo de ironía milenarista…

El título y la portada fueron una elección de la editorial estadounidense en la que no tuve mucha influencia. En las traducciones a otros idiomas, incluido el castellano, estos detalles probablemente cambiarán. Pero sí: en el fondo, mi ironía es benevolente y disimula una crítica constructiva. A menudo, el fracaso de las predicciones sobre el futuro del capitalismo se basa en errores de análisis. Antes de pensar en qué pasará, es bueno tener ideas claras acerca de qué es el capitalismo, qué fuerzas lo han generado y de qué depende su supervivencia.

¿Cómo se planteó la explicación de su funcionamiento y del hecho de que lleve ya siglos?

El capitalismo es una construcción social y una construcción histórica. Como todas las cosas que tuvieron un comienzo, también tendrá un final. Ya ha vivido muchos cambios y, durante los próximos siglos, seguirá cambiando hasta convertirse en algo distinto. Y el sistema que venga después seguirá exhibiendo algunas de las características del capitalismo, tal como el capitalismo mantuvo la estructura jerárquica de poder que caracterizó al feudalismo.

El elemento nuevo que acompañó su nacimiento es el individualismo. Hoy, la gente se siente más motivada por sus preferencias, necesidades y derechos que por las reglas y deberes que se derivan de la pertenencia a una comunidad: tienen relaciones mediadas por contratos en lugar de reciprocidad. Y los valores individualistas que se han formado en los últimos tres siglos no desaparecerán de golpe, porque están estrechamente vinculados a la modernización occidental. En cierto sentido, el individualismo era el precio a pagar para liberarse de las formas opresivas de control social.

Afortunadamente, no todas las sociedades occidentales son jerárquicas e individualistas en igual medida, lo que explica la existencia de variedades de capitalismo más o menos soportables. Además, es importante subrayar que el capitalismo no es el único sistema sobre la faz de la tierra. Países como China, Irán, incluso Rusia, no son capitalistas. Esto no significa que sean socialistas ni que sus sistemas sean más deseables, pero es un hecho que el mundo es mucho más diverso de lo que los occidentales quieren ver.

Desigualdad, crecimiento, medioambiente

En julio del año pasado, Boldizzoni estuvo en Santiago por invitación de la Usach. El Sexto Congreso Latinoamericano de Historia Económica lo tuvo junto a Julio Pinto, Jörg Baten y Luis Bértola en una mesa redonda que tributaba, en forma de interrogación, un libro suyo que ha pisado callos: La pobreza de Clío. Crisis y renovación en el estudio de la historia (2009, traducido en 2013).

Durante esos días en la capital, tuvo tiempo para dar un paseo por Avenida Providencia. Cuando llegó a Las Condes, cuenta, le sorprendió ver “las diferencias en comparación con el área de la Estación Central, sin mencionar los barrios marginales que se ven al venir del aeropuerto: sentí que había llegado a otra ciudad y a otro país. No me refiero solo al lujo de las casas y de las tiendas, sino también a las veredas, que se supone son espacios públicos y, por lo tanto (hablando como europeo), deberían ser iguales en toda la ciudad. Estoy algo familiarizado con América Latina y sus desigualdades, pero recuerdo haberme preguntado por cuánto tiempo era sostenible una situación de injusticia social tan extrema. En octubre [de 2019]tuve la respuesta a mis preguntas”.

Francesco Boldizzoni acaba de publicar Foretelling The End of Capitalism: Intellectual Misadventures Since Marx, por Harvard University Press.

El historiador no opina si no le preguntan, pero si le preguntan por el 18-0, dice que le pareció “un saludable ejercicio de democracia”. Y algo tiene también para decir sobre Santiago, desde su tierra natal, a propósito de la pandemia en curso: “Veo que la mortalidad por Covid ha sido cuatro veces mayor en Cerro Navia que en Vitacura. Sobran los comentarios”.

¿Ve la desigualdad creciente como una derivación necesaria del neoliberalismo?

Sin duda. El neoliberalismo es una fase del capitalismo iniciada en los años 80 (en Chile, como sabemos, esto sucedió unos años antes). El neoliberalismo se sostiene en la idea de que no sólo la economía, sino la sociedad misma debe organizarse como una economía de mercado.

Y el neoliberalismo de los últimos 30 a 40 años ha hecho que nuestras sociedades sean mucho más desiguales que después de la guerra, cuando el capitalismo estaba controlado por la intervención estatal en la economía.

Esto último se debe a que el mercado es un mecanismo ciego: no hay garantía de que distribuirá los recursos de manera justa. Sus partidarios elogian su supuesta eficiencia, pero, ¿qué hacemos con la eficiencia cuando este sistema hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres? Con esto, no quiero decir que el neoliberalismo o el capitalismo sean el origen de la desigualdad en la historia de la humanidad. También la hubo en otros sistemas económicos, incluida la Europa del Antiguo Régimen y la India precolonial, pero eso no hace la situación actual más deseable.

¿Qué piensa de lo planteado a este respecto por Thomas Piketty?

Piketty tuvo el gran mérito de demostrar el aumento de las desigualdades con evidencia estadística sólida. Es una lástima que en su último libro [Capital e ideología, 2019] saque conclusiones un tanto ingenuas: piensa que el capitalismo es sólo una ideología que usan los poderosos para justificar sus privilegios. Su hipótesis es que, como cualquier otra ideología, el capitalismo también puede ser derrotado si el engaño en el que está basado se revela a las masas. Desafortunadamente, el capitalismo es un sistema social, y los sistemas sociales no se terminan con la persuasión. En cuanto a sus propuestas políticas y si entiendo bien, a Piketty le gustaría establecer una especie de parlamento mundial que administre un impuesto global sobre la riqueza. Es una idea utópica, por no decir extraña.

Las urgencias medioambientales parecen demandar una gran mutación de los sistemas de producción, así como de las acciones y de las conductas cotidianas. ¿Qué le dice la historia de la economía – y del capitalismo- respecto de esta encrucijada?

La esperanza en un capitalismo con límites ambientales infranqueables se repite a menudo en la historia de las ideas. Incluso en la época victoriana se pensaba que la industrialización era insostenible. Sin embargo, en sus dos siglos de existencia el capitalismo ha demostrado que no necesita aire puro para prosperar, sino apenas aire respirable. Lo que quiero decir es que no debemos esperar que el capitalismo se apague como una vela porque ha agotado los recursos del planeta o dañado la salud de los seres humanos. Es un sistema de una gran adaptabilidad.

Pero, ¿qué camino le queda para adaptarse al tema ambiental si para redistribuir necesita crecimiento, y ese crecimiento supone más recursos naturales?

Siempre me ha parecido un poco misterioso el concepto de crecimiento económico: el PIB crece por las razones más extrañas, no necesariamente relacionadas con la explotación de recursos. Pero admitamos que esta relación existe. ¿No es posible que el capitalismo continúe obteniendo ganancias, incluso en una transición ecológica? La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció recientemente un “Green Deal” para “hacer que la economía de la UE sea sostenible”. ¿Sabe cuántos lobistas se han presentado ya en Bruselas para entender cómo se beneficiarán sus empresas de este plan? Lo dejo a su imaginación.

¿Es equivocarse mucho decir que su interés en la economía, siendo una persona de izquierda, tiene que ver con que ese interés no abunda en la izquierda?

Puede ser, pero hay que recordar que no siempre ha sido así. La falta de interés por la economía que ha mostrado la izquierda intelectual en las últimas décadas es en muchos sentidos consecuencia de la pérdida de fe en el marxismo tras la caída del Muro de Berlín. Es un fenómeno que se observa tanto en sociología como en historia, en filosofía y en las demás ciencias humanas. Durante mucho tiempo se pensó que la economía era una cuestión “técnica” y que podía separarse de la política. Permítame responderle en broma: la economía es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de los economistas.

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