La fuga del talento joven: el peligro que revive el quiebre entre Colo Colo y Vicente Pizarro

Vicente Pizarro, en un partido de Colo Colo
Vicente Pizarro, en un partido de Colo Colo (Foto: Agenciauno)

A los 19 años y con apenas 23 partidos en Primera División, después de su explosiva aparición en esta temporada, el mediocampista está en medio de la disputa entre los albos y su represente, Fernando Felicevich. La controversia respecto del monto de la cláusula de salida lo agrega a una larga lista de valores emergentes que se fueron sin consolidarse en los clubes que los formaron.


Vicente Pizarro está más fuera que dentro de Colo Colo. La negociación para la extensión de su contrato está rota. A los 19 años y después de haber disputado apenas 23 partidos por el club que lo formó, el mediocampista quedó en medio de dos intereses gigantes y poderosos. Por un lado está el Cacique y, por otro, Fernando Felicevich, quien asumió su representación en medio de las tratativas para la extensión del contrato y a quien en Macul apuntan como en el responsable de trabar las gestiones, principalmente por exigir una cláusula de salida muy baja respecto del piso que pretendían fijar los albos para permitir la partida de uno de sus talentos más promisorios. El agente propone plantearla en US$ 800 mil. En Macul aspiran a que se establezca en US$ 2 millones. Ninguna de las partes parece dispuesta a aflojar

El caso de Pizarro no es único. De hecho, revive un viejo fantasma que ya ha atacado a los clubes: el éxodo de las principales figuras que han producido sus canteras. En todos los casos confluyen los mismos factores: el desencuentro inicial respecto de las condiciones, la intervención de un agente o de una empresa de representación y el potencial interés de un club extranjero, generalmente ligado al factor anterior. En los casos más extremos, como puede acontecer con el mismo mediocampista albo, los clubes pueden quedarse sin beneficios económicos, salvo el que corresponde por los derechos de formación, después de haber invertido por años en moldear a la nueva figura.

Los otros karmas en Macul

Colo Colo ya ha sufrido por este motivo. Quizás el caso más emblemático que ha afectado al equipo de Macul en un tiempo relativamente cercano fue la partida de Bryan Rabello, quien, como Pizarro en la actualidad, era considerado como una de las joyas que habían surgido en las canteras del club popular. El mediocampista tenía 15 años cuando los albos se convencieron de que se trataba de un jugador excepcional y, junto con llenarlo de regalos, le ofrecieron un contrato en blanco, que luego fue llenado con el sueldo mínimo para la época. En 2012, aunque las condiciones ya se habían incrementado notoriamente, AIM, la firma que aún representa al futbolista se negó a extender el contrato. La firma adujo que esperaba una retribución económica acorde con la proyección del jugador y un contrato por tres años. El club desestimó las condiciones, Rabello terminó perdiendo continuidad en el primer equipo y apareció firmando por el Sevilla, apenas el punto de partida para un zigzagueante recorrido que lo llevó a jugar en varios clubes de España, Suiza, México y Grecia antes de retornar al fútbol chileno para actuar en Universidad de Concepción. Hoy, con 27 años, milita en Unión Española.

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Bryan Rabello, en su paso por el fútbol mexicano (Foto: Agenciauno)

El de Rabello no es el único caso que ha afectado a los albos. El de Diego Rubio, por ejemplo, se parece mucho al de Pizarro. El actual delantero del Colorado Rapids, de la MLS irrumpió en el primer equipo albo en 2011 y no tardó en hacerse notar. De hecho, sus estadísticas ahorran comentarios respecto de su surgimiento: en diez partidos, ocho en el contexto local y dos en la Copa Libertadores, anotó seis goles. Sin embargo, el atacante tampoco logró acordar condiciones convenientes. “Fui a pedir un contrato para poder comprarme un autito o lo que sea para que me ayuden, porque entrenaba temprano en las mañanas y en la tarde tenía colegio”, recordó hace un tiempo en Dale Albo. La revancha estaría a la vuelta de la esquina. “La respuesta fue ‘preocúpate de hacer goles’. Yo dije ‘perfecto, es la respuesta que me dieron y tienen razón’, entonces eso hice, goles. Hice seis en diez partidos. Después llegaron y me pidieron hacer el contrato y yo les dije ‘espérense, todavía no, ahora yo no quiero’. Finalmente, ayudado por los contactos que Hugo Rubio, su padre, mantiene en el fútbol europeo, terminó recalando en el Sporting de Lisboa, donde no se consolidó. Ha jugado en Noruega, Rumania, España y en Estados Unidos.

La U sufre y la UC previene

Universidad de Chile también ha sufrido por la repentina partida de sus figuras emergentes. Un repaso rápido trae a la memoria los casos del arquero Gonzalo Collao y del volante Luis Rojas, dos nombres sobre los que los azules tenían puestas grandes esperanzas, pero a los que disfrutaron escasamente. El golero, por ejemplo, no jugó ningún duelo en el Campeonato Nacional y solo fue considerado en dos encuentros de la Copa Chile. El Extremadura lo anunció como su fichaje en 2019, pero la experiencia no fue buena: terminó descendiendo y envuelto en amenazas. Hoy es parte del NK Istra, de la primera división del fútbol croata.

El mediocampista, compañero de generación de Vicente Pizarro en las selecciones menores, partió al Crotone, de la Serie A italiana, con apenas cinco partidos por los azules en el cuerpo: dos en la Copa Chile de 2019 y tres en el Campeonato Nacional de 2020. En el fútbol peninsular registra apenas cinco presencias. La U percibió apenas US$ 1,2 millones por la operación, muy lejos de las utilidades que pretendía recaudar por el traspaso de uno de sus elementos de mayor proyección.

luis rojas
Luis Rojas, en su paso por la U.

La UC aprendió de una antigua lección. Mauricio Isla, uno de los principales productos que arrojó su labor formativa, ni siquiera alcanzó a ponerse la camiseta estudiantil antes de fichar en el Udinese. El otro caso traumático es el de Pedro Campos, mundialista Sub 17 en India en 2017, quien al año siguiente se enroló en el Necaxa, club que mantiene un estrecho vínculo con AIM, la empresa que lo representaba. Alcanzó a durar una temporada en el club azteca: al siguiente estaba en el Olympiakos Nicosia, de Chipre, y al subsiguiente, en el Bnei Yehuda, de Israel. Este año volvió al fútbol chileno: se sumó a Everton.

De ahí en más, el club cruzado se ha propuesto blindar a los elementos de mayor proyección. Una potente señal en ese sentido la dieron en 2019, cuando blindaron a seis jóvenes jugadores, algunos de los cuales son figuras en la actualidad: Gonzalo Tapia, Patricio Flores , Cristóbal Finch, Clemente Montes, Vicente Bernedo y Marcelino Núñez. Todos los vínculos expiran el 30 de junio de 2022.

La solución

Como la UC, los clubes intentan protegerse frente a lo que consideran una verdadera amenaza. Sin embargo, el trabajo debe resultar más amplio. “Es complicado. Normalmente pasa y es una práctica negativa que generan los representantes. Son los que invaden la interna de los clubes en busca de los talentos. Los conquistan con un par de accesorios, el pago de un gimnasio mensual, suplementos alimenticios, un par de botines y se creen con el derecho de hacer y deshacer con el futuro de los jugadores. Hay un par de personajes, que no los voy a nombrar, que le han hecho mucho daño al fútbol chileno. Hacen exigencias desmedidas, especiales. Hay que buscar una solución. Tampoco podemos coartarles a los jugadores que tengan un representante. Hoy, los clubes no tienen las herramientas. El tema es que no te condicionen la firma del primer contrato, que en nuestro caso tiene rangos que van en montos por año, hasta tres. El único resguardo que queda son los derechos de formación”, explica Freddy Palma, presidente de Curicó Unido.

“Te ponen una cláusula de salida de 200 mil dólares o, si no, el jugador no juega”, añade el dirigente. “Al final, terminas resignándote a recibir los derechos de formación: terminan pagando 30 mil dólares por año en Primera División”, sostiene Palma. “El gran problema es que se meten los padres. A ellos los contactan primero. Y ellos creen que están criando una mina de oro y terminan presionando el club. El mejor caso es Jens Buss. Es imposible de regular, porque si no pueden entrar al club, van a los partidos”, explica.

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