Más Eloísa Díaz y menos bingos en las escuelas
Sabemos que una buena educación implica tener buenos espacios de estudio, patios para el descanso, un buen sistema de alimentación, etc. Esto, porque aprender es un proceso complejo e integral, y que no se logra leyendo debajo de un techo con gotera.

A fines del siglo XIX, Eloísa Díaz, la primera mujer médica de Chile, se dedicó arduamente a mejorar las condiciones higiénicas y de infraestructura de las escuelas públicas a lo largo de Chile. Su experiencia en esta área la llevó a ejercer el cargo de Inspector Médico Escolar de Santiago durante treinta años. La importancia de mantener las escuelas en buenas condiciones no era un tema cosmético, sino parte esencial del sistema de educación chilena. Se entendía que la escuela no solo debía otorgar educación a través de pesados libros, sino que debía ser un lugar acondicionado para permitirles a los niños y niñas estudiar en las mejores condiciones posibles.
Sabemos que una buena educación implica tener buenos espacios de estudio, patios para el descanso, un buen sistema de alimentación, etc. Esto, porque aprender es un proceso complejo e integral, y que no se logra leyendo debajo de un techo con gotera. Eloísa Díaz lo sabía muy bien, y así, el acondicionamiento y la infraestructura de las escuelas ha sido un tema importante en las políticas públicas a lo largo del siglo XX.
Una historia que, al parecer, el ministro Varela desconoce y, ¡peor aún!, le parece graciosa. Quisiera recordarle a Gerardo Varela que, hoy en día, tiene el cargo de Ministro de Educación y su objetivo es velar porque el Estado otorgue la mejor educación posible al país. Por supuesto que eso incluye mejorar las condiciones materiales de las escuelas, ya que sin eso, el proceso de aprendizaje se dificulta sobremanera. Esto es casi sentido común. Pedirle a esas escuelas que hagan un bingo no es tan solo burlarse de las condiciones precarias en que ha caído la educación pública, sino que también, mostrar que el Estado en el que cree no quiere otorgar garantías básicas. ¿Y cómo vamos a tener una buena educación pública con un Estado que no quiere mejorarla? Rarísimo. ¿Por qué el ministro se ríe de la precarización? ¿Le parecerá gracioso que muchos chilenos y chilenas tengan que hacer bingos y completadas bailables para garantizarse derechos básicos?
El comentario no es solo desafortunado y ordinario, sino que muestra una profunda ignorancia sobre los complejos procesos que ha pasado el Estado para instalar un sistema de educación pública con sus propios éxitos y falencias. Lo innegable es la relevancia política y social del liceo público, como bien señala Sol Serrano en su ensayo «El Liceo. Relato, memoria, política», donde comentarios como la del Ministro no solo relativizan la importancia del Estado Docente sino que la niegan.
Un poco más de historia para el Ministro, ¿será mucho pedir?
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