Me gusta cuando callas
¿Se puede separar al autor estrella de la persona de carne y hueso? ¿Es viable un reconocimiento a la genialidad de Pablo Neruda de la mundanidad de Neftalí Reyes? Es una incógnita, pero el ánimo que ha prendido este debate puede terminar en un Pablo Neruda no solo despojado de un homenaje aeroportuario, sino que privado de mucho más.

En la memoria colectiva de muchos chilenos, y también de muchos extranjeros, cuando escuchamos el verso inicial del Poema 15 de Pablo Neruda, nos retrotraemos a una infancia de aprendizaje, de memoria colectiva, e incluso, de orgullo nacional. Me gustas cuando callas, porque estás como ausente.
Claro, cómo no hacerlo, si Pablo Neruda es uno de los dos premios Nobel que ha tenido Chile en su historia y junto a Gabriela Mistral, es parte del currículum obligado en nuestras escuelas y un material de exportación y admiración en Chile y en el extranjero.
Sin embargo, en los tiempos que corren, no hay Premio Nobel lo suficientemente poderoso que pueda proteger a una persona de ser sometida al escrutinio público y ser juzgada por sus actos, dichos y omisiones, por más antiguas que éstas sean, o por más contexto en que uno pretenda enmarcarlas.
La discusión sobre el cambio de nombre del Aeropuerto Internacional de Santiago viró rápidamente desde los méritos de Arturo Merino Benítez por sostenerse en tal condición, a los deméritos de Pablo Neruda por merecerlo. Cuando se supo que la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados había aprobado una moción que databa del año 2011, las redes sociales estallaron y nuevamente hicieron el trabajo sucio de escudriñar cada aspecto del poeta y contrastarlo con los merecimientos de otras poetas, aviadoras y personajes públicos que podrían merecer también ese reconocimiento.
El proyecto, cuyos autores son parlamentarios de la ex Nueva Mayoría, incluyendo al Partido Comunista, se sustenta en una frase fundamental: tiene por objeto rendir homenaje, relevar y perpetuar la obra y figura de nuestro Premio Noble Pablo Neruda. En su argumentación, afirma, que su obra exige que Chile le reconozca mediante este justo homenaje, detallando una serie de hechos biográficos y los hitos de su carrera literaria. Lo que el proyecto no reseña, son los aspectos controvertidos de la biografía de Neruda y que hoy, en tiempos de transparencia total, salen a la luz y son cuestionados por motivaciones ideológicas, de género, sociales e incluso culturales.
¿Se puede separar al autor estrella de la persona de carne y hueso? ¿Es viable un reconocimiento a la genialidad de Pablo Neruda de la mundanidad de Neftalí Reyes? Es una incógnita, pero el ánimo que ha prendido este debate puede terminar en un Pablo Neruda no solo despojado de un homenaje aeroportuario, sino que privado de mucho más.
Siete años se demoró en tomar vuelo el proyecto de cambio de nombre del Aeropuerto Internacional de Santiago. Pero su escala técnica para convertirse en Aeropuerto Pablo Neruda, parece haber sufrido un aterrizaje forzoso. Acusaciones de violación, abusos, el abandono y el trato miserable a su hija, en el año del feminismo y el #MeToo o sus odas al dictador Stalin y Lenin, en su condición de uno de los más grandes intelectuales comunistas, algo impresentable en tiempos de cuestionamiento al negacionismo.
Me gusta cuando callas, les podría haber dicho Neruda a esos parlamentarios que buscaron, mediante el proyecto simple, adjudicarse los beneficios de homenajear al genio literario. Porque quizás habría preferido mantenerse como ausente del debate público, que estar sometido a este cuestionamiento a más de 40 años de su muerte.
Veremos qué sucede.
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