Artes visuales
Francisco Brugnoli y Ernesto Ottone ?directores del MAC y del Museo de la Solidaridad, respectivamente? hablan de arte como quien habla de una parte de su vida. Una importante por lo demás, ya que ambos prácticamente desde siempre han estado ligados a este mundo. Por eso lo conocen. Y por eso también los elegimos para que nos dieran su visión bicentenaria de las artes visuales en Chile.

Director de directores
Conversar con Francisco Brugnoli es entretenidísimo. No sólo por la acogedora persona que es, también porque es un libro abierto cuando de arte se trata. Recuerda con detalles un sinfín de situaciones, nombres, tendencias, años. Y de tanto en tanto echa mano a este concepto: procesos reflexivos. Dos palabras con las que se inició una especie de quiebre en las artes de nuestro país hace cerca de 30 años. Desde este período –explica el mandamás del MAC– los artistas comienzan a dejar atrás el denominado ‘goce de pintar’ para iniciar reflexiones en torno a sus obras. Nombres como Benmayor, Bororo o Domínguez tenían una suerte de proyección hedonística en la factura de sus cuadros, y solían rechazar la elaboración de conceptos. Algo que dio un vuelco en los noventa con la aparición de jóvenes que si bien no abandonaron el ‘placer’, fueron capaces de generar trabajos con un fuerte razonamiento sobre la realidad.
Cambios que tienen que ver con la introducción de nuevas tendencias “a una velocidad inédita”, dice Brugnoli. Una cuestión que hay que entenderla así. En los sesenta Chile se movía bajosciertas hegemonías como el informalismo o el conceptualismo, por ejemplo; los artistas que no estaban en eso quedaban out. Estar dentro de estas tendencias era estar en la punta de la ola, lo que hoy no sucede por la cantidad de opciones que tienen los artistas, unas que recogen perspectivas tan disímiles como enfoques hay en el mercado. Lo bueno –continúa el director– es que los jóvenes hoy no se preocupan de lo que está de moda sino sencillamente se dedican a hacer lo suyo, “lo que es excelente por la gran libertad que logran sobre los soportes”. Y, por su parte, los procesos productivos son a partir de una constante reflexión sobre la ciudad.
Lo que tiene que ver con una evolución del arte… No, el arte no evoluciona, porque siempre debe estar bien aterrizado a su situación cultural.
Pero sí han cambiado las temáticas. Por ejemplo el arte ya no es tan político… Temáticas nuevas se han incorporado. Pero hay que tener claro que el arte siempre es político porque crea imaginarios. Y un imaginario es una batería de reconocimiento del mundo. Cuando dicen entonces que los artistas no participan en política se refieren quizás a que no están en marchas o en partidos, pero su quehacer es una cuestión política ya que está inserto en una realidad.
¿Y cómo ha sido entonces el proceso de nuestro arte a lo largo del tiempo? Hay una serie de hitos destacables. La generación de 1913, con pintores como Pedro Luna y Juan Francisco González; la generación del 23 y del 28 –de artistas vanguardistas–; y luego los años 50 que traen la pintura geométrica capitaneada por Ramón Vergara Grez, y a Matilde Pérez en el movimiento cinético. Más tarde fue el turno de la vinculación de la pintura con el collage (que el propio Brugnoli comandó junto a Virginia Errázuriz)… Y Pablo Burchard, Juan Pablo Langlois y el grupo CADA, en los 70, son nombres que deben retenerse.
No olvida que la existencia de críticos y teóricos es fundamental para la reflexión. Y destaca la labor de los coleccionistas, pero hace la diferencia: “Ellos compran por gusto, y en Chile valiosísimas colecciones están en manos de privados, pero una buena reflexión es un estímulo, porque aparece alguien con quien puedes debatir”.
Es que Francisco Brugnoli es un hombre bien moderno. Un aspecto que se refleja en los proyectos que presenta en su museo, un lugar cuyo rol (y él lo sabe mejor que nadie) cambió desde los años 60. Estas monumentales construcciones, casi intimidantes, abrieron sus puertas para relacionarse más de cerca con la sociedad. Dejaron de ser espacios de estudio para transformarse en centros de difusión cultural, en los que captar nuevas audiencias o actualizar temáticas y soportes pasaron a ser preguntas cada vez más frecuentes. De allí que el futuro del arte, para expertos de la talla de Brugnoli, va más allá de la obra en sí misma para enfocarse en la reflexión que los artistas hagan del paisaje cultural que los rodea.
- "En los artistas actuales aparecen preguntas con temáticas sociales, como las etnias mapuches, las inmigraciones, las diferencias culturales…".
Gestor de gestores
Café en mano, en su recién estrenada oficina de director del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, Ernesto Ottone se dispone a hablar de arte. Un mundo del que jamás ha estado ajeno, menos los últimos 14 años tras haber sido la cabeza del proyecto Matucana 100. Hoy el museo es su nuevo hogar y mostrar la impresionante colección que por años ha estado entre cuatro paredes es una de las principales labores que este actor y artista (ambos de profesión) tiene por delante. Tras terminar la carrera de artes se especializó en gestión y es justo en este ámbito que critica cómo se ha tratado el tema artístico este Bicentenario. Dice que faltó trabajo en red, alguna entidad que aglutinara la labor de los distintos centros culturales en torno a esta importante fecha. Asume, eso sí, que las culpas son compartidas, pero además tiene la sensación de que en Chile los homenajes simplemente se saltaron el ámbito artístico; y que a nadie le importó, por ejemplo, el tiempo que los museos estuvieron casi cerrados.
Él lo resume en que vamos a llegar a los 200 años con parte de nuestra infraestructura venida a menos no sólo a nivel de muros, sino también en contenidos. “Claro que debió haberse preparado algo. El Bicentenario merecía otras perspectivas, en especial para revalorizar los espacios culturales como lugares de encuentro dentro de la ciudad”.
Opina que en Chile pasa un fenómeno bien raro alrededor del arte. Cuenta que a finales de los 90 y comienzos del 2000 hubo un salto de una camada de artistas (que hoy ya están cercanos a los 40 años) que irrumpieron muy fuerte, dejando la sensación de que iba a haber una internacionalización del arte emergente chileno… “Y sucedió con algunos nombres, pero no fue un fenómeno generacional. Hoy sí hay un reacondicionamiento del medio pero el escenario sigue siendo bastante plano”, explica. Una situación que el profesional no entiende, más cuando ve que aparecen jóvenes con mucho talento y que sí existen vitrinas tradicionales y emergentes para darlos a conocer.
¿Lo que significa un retroceso? No, más bien son ciclos, con altos y bajos. No sé si es por la atomización de las universidades (lo que ha llevado a que haya una gran cantidad de artistas que terminan dedicándose a otras cosas) o quizás porque un porcentaje de ellos emigra y luego vuelve, pero no a quedarse sino sólo a hacer exposiciones.
Relata que antaño los artistas tenían que estar consolidados para salir del país, y aquellos que lo hacían iban a perfeccionarse, no a integrarse a medios artísticos extranjeros. El tiempo, sin embargo, trajo una generación de profesionales que se fueron a la aventura, “a un recorrido de combatientes que se convirtió en un fenómeno”. Ellos lograron armar vínculos que les permitieron vivir de sus creaciones, lo que algunos jóvenes tomaron como modelo a seguir. Aquí trae al grupo CADA como absolutamente destacable, al igual que nombres como el de Lotty Rosenberg, Alfredo Jaar, Gordon Matta-Clark o Juan Downey. Dice, además, que Chile tiene grandes escultores que están subvalorados a nivel internacional, artistas que podrían estar en cualquier lugar del mundo. “Siempre digo que Chile es tierra de escultores, porque ellos han sabido trabajar los distintos elementos que tiene nuestra naturaleza…”.
Ernesto Ottone también sabe que existe un discurso contemporáneo valiosísimo. Comenta que actualmente se está destruyendo el ‘marco’ para salir de los límites establecidos con un lenguaje que busca nuevas formas: “Es que hoy el arte todo lo acepta. El punto está en cómo el artista logra comunicarse con su audiencia”. Y para él en este aspecto se producen varios enfoques. Uno tiene que ver con la revalorización de las instituciones; con esos museos que antes eran concebidos como mausoleos y que hoy son espacios culturales: “Dejaron de ser cerrados y exclusivos porque surge la necesidad de participación”. Recuerda que antes se pensaba que el arte bueno se daba en los museos y el arte malo en las galerías, que nacieron hace alrededor de 30 años. “Se produjo un tema con quienes estuvieron dispuestos a entregarse al mercado”, señala, al tiempo que explica que fue una tendencia que en los años 90 se quebró cuando los artistas asumieron que en un país como Chile muy pocos lograrían vivir de su arte, aceptando así la llegada de otras formas para dar cabida a sus obras.
¿Y qué pasó con la mezcla de arte y política? El arte siempre es político, porque al tratar de decir algo está haciendo una descripción de lo que se está viviendo. Lo que pasa es que se confundió el arte con la política de contingencia, porque a ratos se transformó en una respuesta a ciertos acontecimientos. Es que además, antiguamente era una necesidad del artista expresar algo y que otra persona lo recibiera; a diferencia de hoy, que el artista se concibe como un comunicador de algo. Una comunicación que para Ottone es y seguirá siendo bastante fluida porque asegura que viene un futuro muy interesante para el arte chileno. Se logrará un mayor discurso –asegura– en pro de unir a los artistas para captar nuevas audiencias.
- "La actual generación no se ha despolitizado. Pero hoy se acepta el diálogo en las distintas formas de interacción; la clave está en la línea editorial que cada institución traza".
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