Ascenso porteño

FOTOS: Aryeh Kornfeld

Después de casi seis meses inactivos por la pandemia, los funiculares de Valparaíso volvieron a funcionar, esta vez con un aforo de 5 pasajeros por traslado. De la red de ocho ascensores operativos que forman parte del sistema de transporte público, los ascensores Concepción (1883), Cordillera (1886) y Espíritu Santo (1911) sufrieron una profunda recuperación patrimonial, hace poco más de un año, que nuevamente comenzará a ser aprovechada por la ciudadanía. El arquitecto Cristóbal Tirado nos detalla sobre la envergadura y el impacto de su intervención.




Estación superior ascensor Cordillera. “Los ascensores o funiculares porteños se pueden considerar como una especie de puente entre el plan de la ciudad y sus cerros, y son uno de los símbolos más característicos e iconográficos de la ciudad; cada uno de ellos tiene su propia evolución y en su conjunto son parte de la historia de Valparaíso y su desarrollo industrial, evidenciando también problemáticas sociales y económicas que sufre la ciudad”, Cristóbal Tirado, arquitecto.

El trabajo desarrollado por la oficina de arquitectura Bbats +Tirado, gracias a la adjudicación de un concurso público convocado por el Gobierno de Chile a través de la Dirección de Arquitectura del MOP, es el puntapié inicial de una iniciativa que comprendió la compra de nueve ascensores que busca restaurar y dar un nuevo ciclo de vida útil a estos funiculares porteños e integrarlos a la ciudad, como sistema de transporte público, poniendo en valor sus características patrimoniales que los hacen únicos.

De treinta funiculares que alguna vez existieron en Valparaíso, que subían por las faldas de los cerros hasta llegar a las casas de colores desde donde se podía contemplar el plan urbano, el puerto y el mar, 16 fueron declarados Monumentos Nacionales por la Unesco y solo ocho se encuentran operativos actualmente. Originalmente eran de propiedad privada, muy pocos estaban en funcionamiento y otros estaban inhabilitados o en estado de abandono.

“Más allá de tener un enorme valor patrimonial y social, estos artefactos surgen y evolucionan como parte del sistema de transporte público para los habitantes de la ciudad, para su traslado diario. Formaban parte y constituyeron las principales líneas de servicio de la ciudad, conectando el plan con los cerros. Y luego con el turismo adquirieron su condición de miradores móviles. Pero la verdad es que el origen de estos ascensores es de transporte y me parece que como política pública de estado hay una apuesta importante para hacerse cargo, adquirirlos y, con una restauración patrimonial profunda, reintegrarlos como sistema de transporte”, señala Cristóbal Tirado, arquitecto a cargo del proyecto que se adjudicó el concurso público de este grupo de tres ascensores restaurados, que marca un precedente y forma parte de un proyecto en conjunto de otras tres licitaciones públicas, con seis funiculares: Villaseca y Monjas, con obras avanzadas, y Mariposa, Florida, Artillería y Larraín, aún pendientes de iniciar.

¿En qué consistió la propuesta arquitectónica?

A través de una intervención de envergadura se propone consolidar el ascensor como sistema de transporte y el rescate de su condición de patrimonio industrial. Mantener y renovar piezas del sistema mecánico, consolidar los planos de rodadura, incorporar sistemas de seguridad y accesibilidad, readecuar los carros y, principalmente, restaurar y poner en valor las características patrimoniales y espaciales de las estaciones inferiores y superiores, potenciando sus relaciones urbanas.

¿Cuál fue la puesta en valor?

Mas allá de restaurar el funcionamiento, las técnicas constructivas, las fachadas de los edificios, las características espaciales, eliminar falsos históricos –volúmenes que se fueron adhiriendo con el tiempo–, fue confirmar la relevancia del patrimonio industrial. Darle protagonismo a la máquina y que todo gire en torno a esta, como si fuese una pieza museográfica. Pasar por la calle y poder ver la máquina funcionando al interior. Ingresar a la estación y comprender su funcionamiento. Para ello, en ambas estaciones –inferior y superior– desvestimos las tabiquerías que la rodeaban, para poder ver al otro lado la máquina. Entonces todo el proyecto tiene que ver con la máquina: desvestimos las tabiquerías que rodean la máquina, restauramos la máquina, iluminamos la máquina, etc. La reconstrucción de los carros recupera la ingeniería naval característica del puerto y los materiales industriales, incorporando la condición de miradores móviles del puerto. Las innovaciones tecnológicas se relegan a los sistemas de seguridad, que fueron adaptados y actualizados, y también a la adaptación de las estaciones a la nueva solicitud de accesibilidad universal.

Estación superior ascensor Concepción. Las estaciones superiores funcionaban como estación y el resto era la residencia de los maquinistas. Uno entraba al ascensor, pero todo el resto del volumen no se podía visitar, y ahora se puede bajar al nivel de sala de máquina y para eso se incorporaron escaleras de carácter público, que conectan el nivel superior con el nivel de sala de máquina.

¿En esta evolución tecnológica no se pensó en derivar a un sistema automático como el Transantiago?

Basándonos en la justificación de patrimonio industrial y por tanto en su evolución tecnológica, efectivamente podríamos haber planteado que la automatización de los sistemas era un paso más tras el funcionamiento con contrapesos de agua, sistemas de vapor y sistema electromecánico, como sistema de fuerzas que permiten que un carro suba y otro baje. Pero consideramos fundamental defender el patrimonio cultural inmaterial que representan los maquinistas. El maquinista no solo es quien abre la puerta y opera el ascensor, sino con quien se genera un intercambio social importante en cada trayecto, formando parte del patrimonio cultural porteño, y por eso optamos por su defensa y permanencia. De forma que todo el proyecto gira en torno a la máquina, poniendo el foco en los tambores, poleas, motores, etc., y en quien los opera. Ahí es donde surge el valor del patrimonio inmaterial o cultural del maquinista.

Máquina roja a la vista en el interior del ascensor Espíritu Santo: “Dada la condición industrial de los ascensores como Patrimonio Nacional y de la Unesco, la intervención propone la máquina y el sistema electromecánico como protagonistas, como foco central, como pieza museográfica en funcionamiento y exhibición, generando una interacción con el público”, dice el arquitecto Cristóbal Tirado

El proyecto comprende una regeneración urbana…

Así es. La intervención no solo se restringió a los límites legales de la arquitectura, es decir, a su terreno, puertas adentro, sino que a través de algunas intervenciones se consolidó su condición de rótula urbana, logrando mejoras en el espacio público colindante o generando espacios para integrar a la ciudad. En el caso del ascensor Espíritu Santo se realizó una mejora significativa en el sistema de escaleras, plataformas y miradores que forman parte del Museo a Cielo Abierto en la estación superior. En el ascensor Concepción, dentro de su terreno, se proyecta un mirador ajardinado y terraza que se integran como una extensión del Paseo Gervasoni. Y en ascensor Cordillera estaba previsto el mejoramiento de la escalera Cienfuegos y parte de las plazas que conectan, pero que lamentablemente no se ejecutaron en su totalidad. tirado.cl @tirado_arq

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