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Autodidacta

Marta Morrison es ante todo una apasionada por nuestras raíces, un alma creativa que, en su intensa exploración, no supo lo que era 'suyo' hasta hace apenas 11 años, cuando mezcló artesanía, diseño e innovación en las hoy reconocidas joyas de Colchagua.

Marta Morrison, Artesana, Valle de Colchagua,Santa Cruz, VI Region, Revista Mas Deco, 30 de enero de 2012. Foto Alfonsina Riffo

No es diseñadora ni artesana. Ni siquiera usa joyas. Simplemente es una autodidacta. Hoy su nombre ha traspasado fronteras gracias a sus diseños, proveniente del tradicional tejido trenzado en paja de teatina y trigo del sombrero del huaso chileno, para utilizarlo en la confección de piezas únicas de joyería, las cuales la llevaron a recibir el Premio Unesco de Artesanía para América Latina y el Caribe.

En la localidad de La Lajuela, Marta Morrison junto a Raquel Manríquez y Flor Lira, tercera y cuarta generación de trenzadoras.

Ligado a su biografía siempre estuvo presente el campo y la figura del huaso chileno. Nació y creció en Rancagua,  y vive hace ya 20 años en Nancagua, un pequeño pueblo localizado a 164 km de Santiago y a 27 km de Santa Cruz.

La teatina o avenilla fatua es una maleza gramínea que crece en los campos, cuya paja se ha usado tradicionalmente para tejer sombreros. De su tallo se extrae una aguja de cerca de 35 cm, la cual posteriormente se selecciona, tiñe y seca para trenzar.

Confiesa que no es de hacer muchos planes, que vive intensamente y que nunca tuvo mayor inquietud. Quizás por eso no se cuestionó el paso de un taller a otro o el zigzagueo de material en material que hizo durante años. Exploró la pintura, escultura y hasta el trabajo textil. Probó el cobre, gres y la madera. Con todo, no fue hasta que instaló una tienda de artesanía en Santa Cruz -Mapuhue-, que se acercó a estos materiales y a su investigación.

El comienzo de todo. Un día entró a la tienda un periodista norteamericano y le dijo: "Chile es un fiasco. Da lo mismo visitar el norte, sur o el centro. Es la misma artesanía, en todas partes iguales". Y ante eso contestó: "Eso está cambiando". Lo dijo con el corazón, porque desde ese minuto, de la noche a la mañana, y fiel a sus instintos, hizo lo imposible por conseguir esa transformación. Luego simplemente se quedó pegada con la huincha de un sombrero de huaso. Pidió que le trenzaran varias sin saber muy bien qué iba a hacer con ellas. Marta seguía experimentando. No fue hasta que conoció a Raquel Manríquez, de 84 años y la mejor trenzadora de la zona, que logró hilar sus ideas.

En su campaña de elaborar una joya con identidad cultural y desarrollada con técnicas ancestrales, juntó a varios artesanos de la zona. Además de Raquel, está su hija, la trenzadora y cosedora Flor Lira. Luego se sumó a los cosedores Luis Cáceres y Jessica Villegas y a los orfebres Pablo Cifuentes, Andrea Figueroa y Eduardo Cifuentes, y por último a María Eugenia Díaz, que teje telar ramo de algodón, una técnica que también estaba desapareciendo. De esta manera transforma el proceso de creación de sus diseños en un trabajo comunitario y cooperativo, donde preserva una técnica ancestral y le da un nuevo uso para preservar nuestra identidad cultural.

* En Santiago, Frenesí (Constitución 8, Bellavista), Marta Morrison (A. de Córdova 2843), Porquetevistes (Gertrudis Echeñique 360) y Licantai (Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez  Puerta 14 y 19). En Santa Cruz, Marta Morrison (General del Canto 45).  En Valparaíso, Kipu (Paseo Gervasoni  408, Cerro Concepción).

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