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Bernardita y Ed

El mágico paisaje de Tunquén fue el escenario elegido por una artista y un crítico de arte para echar raíces apenas dos meses después de conocerse. Un lugar de historias particulares y sueños en común.

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Tunquén, 28 de enero. Durante casi dos horas viajamos por la Ruta 68, un camino apacible y placentero. Pasamos viñedos, bosques e incluso un aserradero antes de entrar a una de las parcelaciones de Tunquén. Seguimos por una huella interminable y a veces confusa, sin divisar nada más que una planicie hasta ver una serie de tinajas gigantes. Esa era la seña que nos dieron los dueños de casa y que nos daba la bienvenida al mundo íntimo de la artista chilena Bernardita Zegers y el curador de arte norteamericano Edward Shaw.

Al bajarnos, la madera añosa de una terraza abalconada invitaba a apreciar el horizonte, el océano Pacífico y el escarpado. Fue en ese instante, al acercarnos a la orilla, cuando recién pudimos ver la silueta de la casa. Se puede decir que se oculta del camino como guardando un gran secreto. Y así es.

Bernardita y Ed afirman que es “como la marcha de un transatlántico”. Y agregan: “Nuestra alta mar propia, mucha calma y pocas tormentas. Celebramos cada momento, cada comida, cada puesta de sol, cada flor que nace, cada amigo que nos visita, cada momento que estamos juntos, cada impulso creativo. Cada día ofrece su sorpresa y estamos siempre atentos a aprovecharla”.

De tal forma es como se siente entrar a su mundo, lleno de tesoros guardados y recolectados en Chile y el mundo, obras de arte y libros, todos testigos de un gran amor y un relato que llama a la celebración de la vida. Sus risas cómplices, las miradas, sus manos entrelazadas, todo se enmarca en esta cálida postal de Tunquén.

  • Nos recibieron cuando Bernardita preparaba parte de su nueva exposición llamada Hilando Fino, que se inaugurará el 10 de marzo en la galería Patricia Ready. Se trata de una veintena de grabados históricos de los palacios de San Petersburgo intervenidos con hilos antiguos y pequeños objetos.
  • Bernardita y Ed decidieron vivir al revés del mundo: convirtieron su departamento en el Barrio Bellas Artes, en pleno centro de la capital, en su segunda opción y se arraigaron en Tunquén, convirtiéndolo en su `hogar, dulce hogar´.

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