Ciudad de los muertos, memoria de los vivos
Como si viéramos una película muda… Esta secuencia de imágenes evoca épocas pasadas, y habla por sí misma de nuestra historia, costumbres y credos. Este fue el recorrido por aquellas hectáreas no protegidas del Cementerio General, las que no fueron declaradas monumento histórico ni zona típica, un patrimonio olvidado, pero más vivo que nunca.

Son las 10 de la mañana de un día jueves en la Plaza de La Paz. En este emblemático lugar, y que pocos saben, se encuentra la tumba de dos mil mujeres que murieron en 1863, en un incendio al interior de la Iglesia de la Compañía (hoy parte de los jardines del ex Congreso Nacional de Santiago). Decidimos juntarnos con nuestro anfitrión: Tomás Domínguez; arquitecto, responsable de promover la declaratoria de monumento histórico del Cementerio General de Santiago, investigador de su valor patrimonial y que cuenta con un completo catastro y plano de las 86 hectáreas del camposanto. ¿Quién mejor para mostrarnos la necrópolis?
Aunque en este paso por el Cementerio General, no se dejó testimonio gráfico del casco más antiguo, el que sí se declaró monumento histórico y que comprende obras de arquitectura funeraria entre 1820 y 1930, queremos dejar en claro la razón: es la zona más conocida y de fácil acceso.
:Algo de historia…
Antes de la sesión del 8 de julio de este año del Consejo de Monumentos Nacionales, fecha en que se aprobó declarar comomonumento al casco histórico del Cementerio General, aún a la espera de la publicación del decreto en el Diario Oficial –sólo el Patio 29 contaba con ese reconocimiento desde el año 2006–, resulta difícil explicarse cómo recién se está comprendiendo el valor patrimonial de la necrópolis fundada por Bernardo O’Higgins en 1821, donde obviamente se encuentra gran parte o casi toda nuestra historia política y social, una verdadera enciclopedia y museo al aire libre.
“Por haber sido ideado para ser eterno, conserva testimonios urbanos, arquitectónicos y sociales de períodos históricos lejanos, de los cuales apenas quedan rastros en la ciudad producto de los sismos y del desarrollo urbano. Es por esto que el Cementerio General, en su totalidad, es un testigo invaluable en el que observamos la evolución urbana de Santiago y de las creencias culturales y populares de nuestro país. En este camposanto vemos reflejada la ciudad de los vivos en la ciudad de los muertos”, sostiene el profesional.
Aunque la votación fue unánime para la propuesta de monumento histórico, la de zona típica, que incluía el eje La Paz y la totalidad de la superficie del camposanto, fue rechazada. En conclusión, se protegió el área anterior a 1930, lo más valioso en términos patrimoniales, de arquitectura, testimonios históricos y personajes destacados, y una de las más extensas y ricas colecciones de arquitectura funeraria de Latinoamérica. Sin embargo, esta decisión simplificó el perímetro original propuesto por el arquitecto, que seguía el patrón de rescatar edificaciones y conjuntos conmayor relevancia, basado en su investigación y el plano de tumbas resultante (el más completo existente).
La lógica aprobada por el Consejo de Monumentos Nacionales fue la de limitación del perímetro por el eje de las calles, lo que deja en varios sectores, lugares de alto valor patrimonial, y en otros, se incluyen áreas de menor trascendencia. Es incoherente que en la calle Limay, teniendo en ambos lados construcciones de rango similar, sólo se proteja la vereda sur y se excluya la del norte. Así también no se reconoció el valor del resto del cementerio como zona típica, lo cual “hubiera permitido dar protección blanda y flexible al suelo donde descansa la clase media y el pueblo, resalta Tomás.
Esto sólo pretende evitar “mayores restricciones en su explotación (hoy la administración puede cerrar calles y vender tumbas en ellas en el área sin protección), y para el CMN, 58 hectáreasmás de expedientes y obras que tendrían que supervisar, y como no tienen los recursos ni el personal, simplemente están en contra sin importarles el verdadero fin del organismo gubernamental, que es la protección del patrimonio nacional”, concluye el arquitecto Tomás Domínguez.
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